Cómic en cine: 'Gemma Bovery', de Anne Fontaine

Cuando a mediados del pasado mes de junio nos acercábamos en este especial a 'Tamara Drewe' ('id, Stephen Frears, 2010), lo hacíamos afirmando entre otras cosas que el cómic homónimo del que surgía la comedia británica, cuya autoría se debía a la genial Posy Simmonds, se establecía en unos términos que hacían que cualquier aproximación al mismo, fuera de la entidad que fuera, estuviera abocada a no poder cubrir en igualdad lo que se desprendía de las páginas del tebeo por cuanto éstas no eran las usuales acumulaciones de viñetas que podemos encontrar en una obra cualquiera del noveno arte.

Decíamos entonces que 'Tamara Drewe' —la novela gráfica— era una precisa combinación entre ilustraciones y una ingente cantidad de texto de apoyo, un hecho que convertía al volumen bien en una novela profusamente ilustrada, bien en un cómic que tardaba en leerse tanto como cualquier libro. Dicha cualidad, trabajada por Simmonds de forma más o menos intensa en toda su producción, es la que también caracteriza —incluso con mayor protagonismo— a 'Gemma Bovary', una historia con fuertes reminiscencias literarias que, a pesar de todo, encuentra mejor personalidad cinematográfica que aquella que ostentaba la cinta de Frears.

'Gemma Bovery', el cómic

Publicada en nuestro país por la transformada Sins entido —ahora reconvertida en Salamandra Graphic— un año más tarde que 'Tamara Drewe', en 'Gemma Bovery' no sólo encontramos otra muestra alucinante de los modos narrativos de la autora británica, sino que en un alarde de valentía, la artista traza una historia cuyas resonancias hacia la inmortal 'Madame Bovary' de Flauvert determinan de forma indefectible el superlativo curso de la acción que contienen las poco más de cien páginas sobre las que se extiende la lectura.

Apoyándose en un trazo hábil, que caracteriza de forma brillante a sus personajes y establece una narrativa fluida de ritmo constante y soberbio, Simmonds nos cuenta la historia de Gemma, una mujer que no sabe muy bien qué quiere en la vida y cuyo destino siempre viene marcado por los hombres con los que se relaciona, ya sean éstos su esposo, un antiguo amante, o el joven que conocerá cuando ella y su marido se trasladen a vivir a Normadía para cambiar de aires y dejar atrás Londres.

Siguiendo de forma más o menos constante el hilo argumental de la novela original, Simmonds pone la narración en boca del entrometido y fantasioso panadero que vive enfrente del nuevo hogar de los Bovery —por cierto, para completar las similitudes, el marido de Gemma se llama Charles, igual que en el texto de Flauvert—, y las aventuras y desventuras de la protagonista, vistas a través del peculiar prisma de su maduro y desencantado vecino van tejiendo una urdimbre brillante en la que Simmonds se permite desarrollar a todos y cada uno de sus tridimensionales personajes de forma magistral.

'Gemma Bovery', la película

Desprovista de todo adorno formal, la trama de 'Gemma Bovery' encierra bastante más originalidad que aquella que observábamos en 'Tamara Drewe' y es precisamente por éste hecho que la cinta dirigida por la cineasta Anne Fontaine —que también se encarga de co-escribir el guión junto a Pascal Bonitzer— se eleva por encima de la firmada por Stephen Frears...aunque no tanto para considerarla imprescindible, ya dentro del universo de las adaptaciones de cómic a cine, ya en el complejo cosmos del séptimo arte.

Drama romántico con tintes de comedia algo negra, si hay algo que ayuda a que la muy regular labor de Fontaine tras la cámara quede puesta en valor eso es el extraordinario trabajo que Gemma Aterton y Fabrice Luchini hacen delante del objetivo. Tanto es así, que la presencia del resto del reparto, incluido un inusual registro introspectivo de Jason Flemyng, adquiere un talante algo residual cuando la acción se traslada del foco de interés que son el panadero y su obscuro objeto de deseo hacia latitudes menos carismáticas.

Aterton, que ya había encarnado en 'Tamara Drewe' a la descarada y alegre protagonista, ofrece aquí una interpretación que se ajusta a la perfección a lo trágico de su personaje, una mujer a la que ningún hombre respeta salvo su marido y cuya felicidad siempre es puesta en entredicho por la acción de aquellos de quiénes se va enamorando. Ahora bien, es Luchini quien, sumando más minutos de pantalla, se convierte por derecho en lo mejor de la cinta: su mirada perdida y expresión ausente cambian por completo cuando es a la fémina protagonista a quien tiene delante, y lo retorcido y obsesivo de las acciones de su personaje son asumidos con naturalidad gracias a su genial trabajo.

Como pasaba hace unos días con la traslación de 'El azul es un color cálido' a 'La vida de Adèle' ('La Vie d'Adèle', Abdellatif Kechiche, 2013), si bien los cambios con respecto a la narración original se entienden aquí mejor por cuanto reservan algo de sorpresa para el final de la cinta, que Fontaine altere la estructura de la narración de Simmonds igual que lo hacía Kechiche, juega a mi entender en contra de parte —que no todo, cuidado— de la originalidad que residía en las páginas impresas. No obstante, como digo, no es aquí grave problema, y la percepción final sobre la producción es la de haber asistido a un meritorio esfuerzo por conservar en lo posible la genial esencia del tebeo.

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