David Cronenberg: 'Fast Company', adictos a la velocidad

Seguimos hoy con un poco de retraso el especial dedicado a David Cronenberg. Tras dos experimentos estudiantiles y vanguardistas, y dos películas de terror de bajo presupuesto, el realizador canadiense sorprende a su público aceptando un trabajo de encargo muy alejado de las temáticas que había abordado hasta el momento. Aunque siempre ha sido un apasionado del automovilismo, y pueda llegar a pensarse que es una especie de adelanto a ‘Crash’ (1996), lo cierto es que Cronenberg hizo ‘Fast Company’ simplemente por dinero. El mismo director lo ha reconocido abiertamente, y es que en aquel momento lo principal para él era mantener a su familia, no continuar explorando sus fantásticas ideas sobre la mente y el cuerpo humano.

Dicho esto, en realidad Cronenberg aceptó porque no fue capaz de levantar el proyecto que deseaba emprender en ese momento, entre 1977 y 1978. Se trataba de ‘The Brood’, cuyo guión había escrito tras acabar ‘Rabia’; a pesar de que sus dos anteriores largometrajes resultaron ser grandes (y polémicos) éxitos de taquilla, el realizador no fue capaz de encontrar la financiación. Así que cuando le ofrecieron encargarse de ‘Fast Company’, sobre las aventuras de una compañía ambulante de carreras de “dragsters”, no se lo pensó demasiado. Por tanto, ésta es la primera vez que Cronenberg no es el único autor de la historia que filma, si bien desde que acepta el trabajo se sienta a reescribir el guión, al parecer, escrito por personas que no tenían demasiada idea sobre las carreras de coches ni sus profesionales.

Cuenta David Cronenberg que cuando el equipo de producción se trasladó al circuito de Edmonton (Alberta, Canadá) para preparar el rodaje, se pasó mucho tiempo observando cómo hablaban y trabajaban los pilotos y los mecánicos, descubriendo que nada de eso estaba en el libreto con el que iban a trabajar, así que no paró de retocarlo. No es la primera vez que Cronenberg hacía algo similar en su aún corta carrera; ya contamos que antes de filmar ‘Rabia’ fue a un hospital para asistir a una operación de cirugía y poder luego repetirla de forma realista en su película. Podríamos discutir si esto es verdaderamente relevante, si le conviene mostrar tantos detalles al público, al que por encima de todo le interesa no empezar a aburrirse, pero lo cierto es que desde el principio el cineasta acierta con los espectadores de forma indirecta, por casualidad.

Esto es, él se mantiene fiel a sus ideas y sus inquietudes, y esto le lleva, por suerte, a ofrecer productos diferentes que el público recibe con entusiasmo, porque no se parecen a lo que suelen ver (cosa que cambiará, inevitablemente). Desde luego, Cronenberg piensa en el espectador, lo tiene en cuenta (por ejemplo, con la duración de sus películas; mantiene que deberían acabar antes de que uno empiece a necesitar ir al baño), pero no puede decirse que amolde sus creaciones para responder a los gustos de la mayoría. Hasta con ‘Fast Company’ hace lo mismo. Aun siendo un proyecto claramente comercial, con una historia que no salió de su cabeza, hace lo posible por encajar todo a su manera de ver la realidad y la relación entre el hombre y la máquina. Tampoco se resiste a incluir alguna escena gratuita subidita de tono, haciendo que uno de los protagonistas derrame aceite por el cuerpo desnudo de una jovencita que pasaba por allí.

Duelo en la carretera

Pero, sin duda, lo más interesante de la película, desde cualquier punto de vista (bueno, alguno se quedará con el citado momento erótico), es el momento en el que Cronenberg nos introduce totalmente en la acción, sentándonos en el mismo lugar donde estos pilotos de circo se juegan la vida. No es un plano subjetivo, nosotros no “somos” el piloto; el ángulo deja ver parte del interior del vehículo como si estuviésemos en un imaginario asiento de copiloto, pero esto hace que se viva la escena de otra forma y se comprende mejor este tipo de competición, sin tener necesariamente que ponernos en el pellejo del conductor durante esos segundos. La sensación que se quiere transmitir, de este modo, no es la tener el control de la situación, sino la de estar sentado en una atracción de feria, en un vagón que va a alcanzar una velocidad endiablada en muy poco tiempo… si no se desmonta o explota antes. Y es que estos particulares “dragsters” parecen de juguete, tienen una estructura muy endeble, muy ligera, en contraposición con el potente motor que los lleva a más de cuatrocientos cincuenta kilómetros por hora. Tienen que usar paracaídas para detenerse.

El realizador había filmado competiciones automovilísticas con anterioridad (casualmente registró un accidente real, así que sabía perfectamente cómo retratarlo en la ficción) y en sus dos anteriores películas ya ofreció algunas escenas con coches muy bien planificadas, como el choque en el garaje subterráneo de ‘Shivers’ o el descontrol y la caída de un vehículo desde un puente en ‘Rabia’; son muestras de alguien que aprecia el realismo, la velocidad y el impacto. Así que es normal que para ‘Fast Company’ buscara en algún momento hacer algo diferente. Lo consigue instalando la cámara en el interior de uno de estos bólidos, imitando perfectamente el ruido del motor durante la breve, feroz e intensa carrera por ser el más rápido en los cien metros. Es un duelo entre dos rivales que puede llegar a recordar a los típicos del western, donde gana el que desenfunda antes; claro que aquí no tiene que morir nadie, necesariamente.

También se aprecia la afición de Cronenberg por el espectáculo automovilístico cuando le toca plasmar las pocas, pero impresionantes, explosiones que se producen a lo largo de la película. Se puede ver una mejora respecto a lo mostrado en ‘Rabia’, un aprendizaje y un mayor cuidado en los detalles, claro que contar con un poco más de presupuesto también ayuda bastante. Especialmente lograda es la secuencia, ya por el final, en la que uno de los coches estalla en llamas en mitad de una carrera nocturna. Y nada de repeticiones desde diferentes puntos de vista, como suele hacerse cuando se tiene poco dinero y ningún gusto; si pestañeas, te lo pierdes, como si estuvieses asistiendo a una carrera de verdad. En este sentido, la película parece a veces un documental, mostrando la acción desde el punto de vista del público, detrás de las barreras, en lugar de optar por un retrato más cinematográfico; se recurre muy poco a primeros planos de los pilotos o detalles del interior o el exterior de los coches mientras están corriendo. Todo es directo y natural.

Por lo demás, muy poco que rescatar. Al fin y al cabo es un telefilme convencional de buenos y malos, en el que un equipo muy profesional, honesto, valiente y trabajador, debe lidiar con unos rivales torpes, feos, tramposos y despiadados, incluyendo al típico promotor cabronazo que sólo vive para el dinero, importándole muy poco si por el camino la palma su mayor estrella (una contradicción que tiene algo de sentido viendo la película). La trama es muy simple y previsible, sin ninguna sorpresa, los actores (entre los que se encuentran William Smith, Nicholas Campbell, John Saxon o Claudia Jennings, que curiosamente murió en un accidente de tráfico un año despúes) son muy limitados, por decirlo suavemente, y todo tiene un sabor a serie B que puede recibirse con una sonrisa o con una serie de bostezos, dependiendo del estado de ánimo y el humor del espectador. Desde luego, si la velocidad y los coches te producen sueño, lo más recomendable es pasar completamente del visionado.

Por problemas financieros de la distribuidora norteamericana, la película tuvo un recorrido comercial prácticamente nulo, no llegando a estrenarse en nuestro país, entre otros. La crítica tampoco le prestó mucha atención, entendiendo que el autor se había acomodado para filmar algo sin interés. En definitiva, ‘Fast Company’ (1979) fue un fracaso y hoy en día casi nadie la tiene en cuenta cuando toca hablar de la carrera de Cronenberg. En todo caso, cabe subrayar que él sale airoso del encargo (hizo todo lo que pudo) y que además de llevar un poco de dinero a casa tiene la fortuna de conocer a varios profesionales con los que colaborará más adelante; es el caso del director de fotografía Mark Irwin, el montador Ronald Sanders o la directora artística Carol Spier. Pero lo mejor noticia para el director es que tras cumplir con este trabajo ya puede ponerse a preparar ‘The Brood’, que era lo que realmente quería hacer desde 1977. Hablaremos de ella en breve.

Especial David Cronenberg en Blogdecine:

‘Stereo’

‘Crimes of the Future’

‘Vinieron de dentro de…’

‘Rabia’

Portada de Espinof