David Cronenberg: 'Rabia', la mujer mosquito

David Cronenberg: 'Rabia', la mujer mosquito
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“Esto es muy raro, ¿seguro que sabes lo que estás haciendo?... ¡Ouh! Creo que me he cortado con algo… ¿Llevas un cuchillo…?”

(Lloyd, la primera víctima, pensó que iba a tener sexo)

Continuamos con el especial sobre la carrera de David Cronenberg. Decíamos que ‘Vinieron de dentro de…’ (‘Shivers’) había cosechado unas críticas durísimas que contrastaban con un rotundo éxito de taquilla. Aunque se intentó impedir que Cronenberg accediera de nuevo a ayudas públicas para seguir filmando sus polémicas ideas, la Canadian Film Development Corporation estaba demasiado contenta con la rentabilidad de su inversión y no tardó demasiado en permitir al joven realizador emprender el rodaje de su siguiente largometraje. La cuarta película de Cronenberg, la segunda que podríamos catalogar de profesional, iba a titularse ‘Mosquito’, y se basaba en una historia muy similar a la que dio origen a su anterior trabajo, algo que facilitó la aprobación del proyecto.

‘Mosquito’ se acabó estrenando bajo el título de ‘Rabid’, y aquí ‘Rabia’ (como el título estadounidense, ‘Rage’, en lugar de ‘Rabioso’), quizá por ser más atractivo comercialmente y menos susceptible de llevar a error; quién sabe lo que podría generarse en la mente de los espectadores que fueran al cine sólo viendo el cartel (una costumbre muy poco recomendable). David Cronenberg volvió a contar con un presupuesto limitado, estimado en medio millón de dólares, una cifra especialmente baja si tenemos en cuenta que su idea era ampliar el horizonte de lo mostrado en ‘Vinieron de dentro de…’ y extender una peligrosa infección por toda una ciudad. El resultado es más que correcto, sorprendente incluso, tapándose de nuevo las carencias económicas con mucha inteligencia.

Vinieron de dentro… otra vez

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Cronenberg volvió a contar con la ayuda pública y, por segunda vez, con la productora Cinépix, especializada en cine de terror de bajo presupuesto y en la que trabajaba el futuro director de ‘Cazafantasmas’, Ivan Reitman. Para el papel de la protagonista, Reitman había pensado en la actriz Marilyn Chambers, que hasta entonces sólo había trabajado haciendo cine porno. A su modo, era una estrella, algo que no se podían permitir con tan poco dinero. A Cronenberg no le pareció mala idea y aprobó que se le hiciera una prueba de casting. El director quedó entusiasmado con Chambers, y todavía hoy se pregunta cómo no continuó haciendo más películas (es decir, de las que no se basan en el sexo).

Aunque Cronenberg se alegraría de seguir el consejo de Reitman, siempre le quedará la duda de qué habría pasado si en lugar de eso hubieran intentado conseguir a su primera opción para el papel: Sissy Spacek. El cineasta se había quedado impresionado con ella al verla en ‘Malas tierras’, pero a los productores no les gustaba la idea; no les gustaba el acento texano de la actriz, que tuviera pecas, y en definitiva pensaban que no cuadraba con el físico de una protagonista de una película de terror. Curiosamente, mientras rodaban ‘Rabia’, se estrenó ‘Carrie’, con Spacek al frente del reparto, y Croneberg debió burlarse bastante de sus colegas de Cinépix. No en vano, hay una escena en la que Chambers camina por la calle y puede verse claramente detrás de ella un cartel de la famosa película de Brian de Palma.

No es difícil imaginar por qué la idea de ‘Rabia’ surgió durante el rodaje de ‘Shivers’. Tienen tramas tan parecidas que este nuevo film casi puede verse como una continuación. Si recordáis, el final de ‘Shivers’ presentaba la fuga de los infectados de la isla donde residían a la ciudad, propagando su agresiva enfermedad. ‘Rabia’ parte de ahí, aunque a Cronenberg no le interesa hacer una secuela (de hecho, nunca ha rodado una, aunque ha reconocido que la segunda parte de ‘Promesas del Este’ es una posibilidad que le atrae); por tanto, además de cambiar a los protagonistas, lo que hace es crear un nuevo origen para la plaga. El detonante será de nuevo será un experimento médico que tiene efectos inesperados, pero en lugar de parásitos que sustituyen órganos, esta vez se inventa una especie de mujer mosquito, que necesita chupar sangre para sobrevivir. Por supuesto, el aguijón sale de un pequeño pene que a su vez nace de una especie de vagina. No podía ser algo corriente.

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Dice Cronenberg que los artistas tienen como antenas, que reciben señales de ideas, pensamientos y fantasías, y las utilizan para sus obras. Así es como justifica que a veces sus películas se hayan adelantado a la realidad, como el contagio sexual de ‘Vinieron de dentro de…’ antes de conocerse el SIDA, o los avances médicos de ‘Rabia’; el cineasta expone en este film la idea de unas células neutras que podrían reproducirse y servir para regenerar partes dañadas del cuerpo humano, décadas antes de que se empiece a llevar a cabo realmente. Como en sus anteriores películas, el cineasta, fascinado con el cuerpo humano, las enfermedades y las deformidades, convierte una clínica de cirugía plástica en un laboratorio de ciencia ficción donde un nuevo experimento acabará provocando el caos en Montreal.

La invasión de infectados

Cerca de la clínica Keloid, una joven pareja tiene un accidente de moto (bastante forzado, por cierto, es difícil no ver la caravana y frenar mucho antes), dando origen a toda la trama del film. Ella, Rose (Chambers), se lleva la peor parte y debe ser hospitalizada de inmediato; para salvarla, los doctores le aplican el recién descubierto nuevo tejido neutral. El novio de Rose, Hart (Frank Moore, una mezcla entre Christopher Walken y José Manuel Cano), apenas tuvo heridas superficiales y pronto es dado de alta. La joven permanece en coma y él debe marcharse solo. Desde este momento y hasta el final, la película se divide en dos líneas básicas de acción, presentándonos por separado lo que le ocurre a uno y a otro. Cuando se nos muestran otros puntos de vista es o bien para mostrar la muerte de algún personaje secundario (al fin y al cabo esto no deja de ser un film de terror, que debe satisfacer a su público) o para reflejar la cada vez más preocupante situación que se vive en la ciudad.

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Desde el inicio, con ese plano de Chambers vestida de cuero sobre una Norton (Cronenberg también estaba obsesionado con las motos por aquel entonces) frente a un bar de carretera, entendemos que ‘Rabia’ no tendrá lugar, como la anterior, en edificios cerrados. Se va a jugar en un campo mayor, como es la ciudad de Montreal y sus alrededores. A pesar del escaso presupuesto, el proyecto era ambicioso, el equipo tenía ganas y se hizo lo que se pudo para mostrar, de forma convincente, cómo sería el estallido de una verdadera y mortal epidemia, así como las respuestas de los organismos oficiales para tratar de controlarla. Cronenberg se siente muy orgulloso del resultado, y lo cierto es que se sacó el máximo provecho a los medios con los que contaban. Incluso hay sitio para un par de momentos muy espectaculares con choques de coches; en una de ellas, el director revela que estuvo a punto de morir atropellado, y desde entonces nunca más se ha ocupado de la cámara en las escenas de riesgo.

La idea era trasladar el terror a los lugares comunes, al entorno del ciudadano, que el espectador piense que puede estar caminando por la calle, o viajando en metro, y ser atacado de pronto por alguien infectado. Seguramente por la falta de dinero, Cronenberg tiende a encerrar a sus personajes en espacios y encuadres limitados (puede ser un sitio amplio, pero la cámara aísla a los actores), donde apenas hay sitio para uno (el baño en el que se retuerce Rose, como una drogadicta a la que le falta su dosis) o pocos personajes (el interior de un coche o la celda de la comisaría, en una escena que recuerda a ‘Asalto a la comisaría del distrito 13’); es una maniobra inteligente que permite además crear una atmósfera opresiva, con la que mantener al público pegado a la pantalla, esperando y anticipando el próximo movimiento. También, como ya hiciera en ‘Vinieron de dentro de…’, Cronenberg recurre a la radio y la televisión para contar lo que pasa en otros lugares o a gran escala, sin que tengamos que verlo, de una forma económica y eficaz.

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Aguando la orgía de sangre

En medio del caos, de la ola de violencia, resulta interesante el retrato psicológico de la protagonista. Rose debió morir en la carretera, pero gracias a un milagro médico “resucita”, convertida en una criatura que necesita sangre humana para vivir. No es casual que el primer ataque que lleva a cabo sea tan confuso; ni ella misma sabe lo que está pasando. Cronenberg nos lo muestra como una escena erótica en la que apenas se ven los rostros de Rose y Lloyd, esforzándose en algo que sólo podemos intuir. La fuerte respiración, las caricias y la cara de satisfacción de la muchacha sólo refuerzan la idea del coito; más tarde, se repetirá la imagen en la escena en la que Rose arrincona a una mujer en un jacuzzi. De hecho, el realizador mantiene que la caza (que es al fin y al cabo lo que está haciendo la chica) entre animales tiene un contenido sexual que la gente no quiere admitir. Ya sabemos que él ve sexo y erotismo en todo lo que le rodea, ¿no?

Convertida en un mosquito, o un vampiro, la protagonista no puede evitar seguir pensando que no tiene nada que ver con la plaga, se ve incapaz de reconocer su deseo por la sangre (llega a intentar alimentarse de una vaca, pero no da resultado) y lo que esto ha provocado. Como se demuestra cuando por fin se reencuentra con Hart, su mente no acepta su nueva realidad, por lo que vive en constante represión y fuga, engañándose a sí misma hasta que no puede controlarse más y necesita buscar comida. Una comida que no se le resiste demasiado, por cierto. La chica es muy atractiva, desde luego, pero no tiene más que pasearse para que los “buitres” se lancen a por ella ingenuamente. Son escenas divertidas, patéticas (como la que transcurre en el cine porno), más que inquietantes, pero dudo mucho que Cronenberg pretendiera otra cosa. La gratuita muerte de Papá Noel va en la misma onda.

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Aunque el cineasta se notaba más suelto, más diestro como director de cine profesional, y su equipo de producción demostró que se puede hacer mucho con medio millón de dólares, ‘Rabia’ carece del efecto sorpresa de ‘Vinieron de dentro de…’, y aunque contiene escenas desagradables y perturbadoras, en este aspecto está por debajo de sus anteriores trabajos. Tampoco es uno de los guiones más elaborados de Cronenberg, hay situaciones mal resueltas e incoherentes (limpian un coche contaminado simplemente echando un poco de agua). De todos modos, la película funciona, a ratos, como un producto barato de acción y terror sin otra pretensión que la de entretener durante una hora y media. Aún así, le sobra metraje (al principio pierde mucho tiempo preparando un accidente que ya sabemos que va a ocurrir y con las operaciones en el hospital) y las interpretaciones dejan mucho que desear (a Joe Silver no se le puede tomar en serio y la escena del final en la que discuten Chambers y Moore es bastante ridícula).

Dos jugosas anécdotas, antes de dar por acabado este texto. La primera está relacionada con Chambers y su particular método para la interpretación; si recordáis, en la crítica de ‘Vinieron de dentro de…’, os comenté que Cronenberg tuvo que abofetear a una actriz (a petición de ésta, ojo) porque era incapaz de llorar. Afortunadamente, la protagonista de ‘Rabia’ no tuvo ningún problema para derramar lágrimas cada vez que era necesario. ¿Su secreto? Pensar que su gatico se le estaba muriendo. La segunda anécdota sucede antes del rodaje, cuando Cronenberg acude a una clínica de Montreal para investigar y poder recrear luego las escenas de los médicos con el mayor realismo posible. Es invitado a presenciar una operación y el cirujano jefe, mientras abre la cara a la paciente, le pregunta si va presentar a los de su profesión como unos sádicos; antes de que el realizador diga nada, aturdido por la cuestión, el cirujano se responde a sí mismo: “La verdad es que lo somos”.

Una vez en los cines, ‘Rabia’ cosechó prácticamente los mismos resultados que el anterior trabajo de Cronenberg; críticas durísimas, éxito de público y reconocimiento en el Festival de Sitges. El director empezó a ser calificado como “El rey del terror gore” o “El rey de la enfermedad venérea”, entre otras cosas, pero le daba igual, estaba seguro de sí mismo y lo que le más le importaba era que seguía haciendo cine, a su manera. Su siguiente proyecto fue, sin embargo, un encargo que dio como resultado una de las películas más corrientes y, por tanto, más extrañas de su filmografía. Hablaremos de ella la semana que viene.

  • Especial David Cronenberg en Blogdecine:

‘Stereo’

‘Crimes of the Future’

‘Vinieron de dentro de…’

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