'Desierto particular' es una de las películas del año: un fantástico estudio de la fragilidad de la masculinidad marcado por los contrastes

Por mucho que puedan cautivar otros aspectos formales o narrativos, un largometraje fracasará en su intento de conectar con el patio de butacas de no contar con unos personajes a la altura. En última instancia, son ellos los impulsores del relato y los verdaderos catalizadores de una emoción sin la que la experiencia de visionado terminaría siendo vacua y carente de sentido.

Plenamente conscientes de ello, muchos autores de diferentes medios no dudan en poner en un segundo término tramas enrevesadas y conflictos grandilocuentes para dar forma a lo que se denominan "estudios de personajes"; historias centradas en sumergirse en la mente de sus protagonistas y perfilar sus arcos evolutivos con mayor profundidad.

Partiendo de esta base, pero sin dejar de lado un potentísimo conflicto interno, el cineasta brasileño Aly Muritiba da forma a 'Desierto particular'; un extraordinario drama en clave queer en el que, mediante su seca mirada a la sociedad de su tierra natal, expone la fragilidad del concepto de la masculinidad mientras recuerda que el amor, prejuicios aparte, no deja de ser amor.

Cuestión de contrastes

'Desierto particular' es una película de caras, cruces y polos opuestos que, poco a poco, y con una delicadeza y precisión envidiables, terminan encontrándose para dar forma al que, sin duda, es uno de los mejores títulos que llegarán a nuestras pantallas este año 2022. Un juego de máscaras que caen por su propio peso y en el que forma, fondo y personajes reman en la misma dirección.

La puesta en escena de Muritiba, impecable y tremendamente efectiva, se alinea perfectamente con la sensación de dualidad que reina en el filme; jugando la carta del desaliño y la austeridad en algunos de sus pasajes más sombríos y crudos para abrir paso a una enrarecida belleza cuando la historia lo requiere, potenciando una emotividad de esas que dejan con el corazón en un puño.

Pero la dirección del cineasta natural de Bahía no sólo brilla en su medido cálculo de lo estético, resultando igualmente redondo su trabajo de planificación. De este modo, el contraste continúa marcando la cinta, contraponiendo reencuadres opresivos, paisajes liberadores, estatismo y cámara en mano bajo el denominador común de una economía de montaje que alimenta lo orgánico.

Asimismo, la narrativa de 'Desierto particular' combina un intimismo predominante con una gestión inusitada de la intriga que te mantiene pegado a la butaca mientras esperas el momento en que la tensión termine explotando, para bien o para mal. Si a esto le sumamos un cambio de punto de vista que redimensiona por completo el segundo acto e impide que decaiga, el resultado son dos horas tan intensas como apasionantes.

Por si todo esto fuera poco, aún queda por ensalzar las dos joyas de la corona: la pareja protagonista compuesta por unos Antonio Saboia y Pedro Fasanaro sencillamente impolutos. Con sutileza, naturalidad y con el beneficio de una cámara, insuflan vida a Daniel y Robson; los dos motores de un pequeño milagro en el que la dureza, la esperanza y el romanticismo se unen para romper tabúes y hacernos creer en un mundo mejor. Imprescindible.

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