'El único superviviente', Navy Seal derribado

‘El único superviviente’ (‘Lone Survivor’, 2013) es la última película dirigida por el actor Peter Berg —¿alguien se acuerda cómo Linda Fiorentino lo vacilaba cual pardillo en ‘La última seducción’ (‘The Last Seduction’, John Dahl, 1994)?—, quien se ha convertido en un efectivo, a veces, director de blockbusters. Mucho ha pasado desde el humor desatado de sus dos primeras películas, las mejores, ‘Very Bad Things’ (id, 1998) y ‘El tesoro del Amazonas’ (‘The Rundown’, 2003), desaparecido por completo en sus siguientes trabajos, más anodinos si así se quiere decir, con la excepción de ‘Hancock’ (id, 2007), probablemente su mayor éxito. En cualquier caso, el nervio de sus inicios no asoma ni de lejos en sus últimas muestras tras las cámaras.

La película producida por su estrella principal Mark Wahlberg, recoge un hecho real acaecido en Afganistán, lugar muy concurrido por el séptimo arte tras los atentados de las Torres Gemelas en el 2001. El caso que nos ocupa pretende convertir un film bélico en una cinta de acción pura y dura, pareciendo una mezcla de ‘Blak Hawk derribado’ (‘Black Hawk Down’, Ridley Scott, 2001) y ‘La noche más oscura’ (‘Zero Dark Thirty’, Kathryn Bigelow, 2012), quedando por debajo de ambas en todos los aspectos posibles. La lógica ración de patriotismo, que ya bañaba el anterior film de Berg hasta extremos insultantes, también baña la función, demasiado larga y falta de emoción en buena parte de su metraje.

(From here to the end, Spoilers) ‘El único superviviente’ está escrita por el propio Berg a partir del libro de Marcus Luttrell, el Navy Seal que sobrevivió a una misión prácticamente suicida en el 2005 en una zona de Afganistán a la que fueron enviados cuatro hombres profundamente preparados para atrapar y matar a un jefe talibán. Mientras esperan el momento de actuar escondidos en el bosque, se topan con unos pastores a los que en un principio retendrán, y viendo que la misión está comprometida los soltarán con intención de volver a la base. Pronto se encuentran rodeados por talibanes que no les darán tregua. Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Ben Foster y Emile Hirsch dan vida al comando que se topará de frente con el peor día de sus vidas. Eric Bana, visto en el film citado de Ridley Scott, a su superior. En personajes secundarios militares reales, por aquello del realismo. Chorradas.

El film da comienzo con escenas de corte documental que muestran un entrenamiento de los Navy Seals y que, seamos sinceros, dan ganas de irse lo más lejos posible de semejante estilo de vida. Además de la típica propaganda sirve para prepararnos para lo que veremos a continuación, hombres preparados a conciencia de forma muy dura en ocasiones, absolutamente necesario, para soportar toda la furia talibán que vivirán en sus cuerpos en la segunda mitad de metraje más o menos, cuando la película verdaderamente empieza, tras poner a prueba la paciencia del espectador. El problema es que las consabidas escenas de acción —de impecable factura técnica—, en este caso tiroteos a mansalva, cansan por lo repetitivas que son, y que destacan únicamente por el impacto de bala que los protagonistas reciben, detalle éste muy revelador. Un soldado americano tendrá el mejor plano jamás visto mientras su honor de Navy Seal es mancillado por un proyectil enemigo. Los talibanes caen sin tanto ralentí.

Uno de los aspectos más llamativos del relato es la misión en sí. Conozco muy poco de estrategia militar, pero lo mostrado en el film sólo puede indicar dos cosas, o el guionista no se ha molestado lo suficiente en plantear una situación creíble, o el que ideó la misión era tonto. Es como si se quisiese demostrar que los Navy Seal aguantan todo tipo de situaciones por difíciles o idiotas que parezcan, del mismo modo que se tiran un par de veces por barrancos recibiendo durísimos golpes en su cuerpo —por supuesto el ralentí ahí es aún más efectivo, y también gracioso—, a lo que hay que añadir balazos en la pierna, barriga, espalda e incluso cabeza, para acto seguido seguir disparado al enemigo. Por supuesto, los tres soldados caídos en combate mueren en instantes muy señalados presumiblemente emotivos y… exacto, a ralentí, que desde Willem Dafoe cayendo abatido en ‘Platoon’ (id, Oliver Stone, 1986) todo queda más bonito así.

Es una pena que el aspecto más interesante de la experiencia de Luttrell —muy mal herido, fue protegido por una tribu local que estaba enfrentada a los talibanes— no esté mostrada con mayor pasión por lo que se narra, desaprovechando intencionadamente el abrir el abanico hacia el interés común de los estadounidenses y los afganos de combatir a los terroristas talibanes. El paisaje —la película fue filmada en Nuevo México— podría haber estado mejor utilizado dramáticamente hablando, pero Berg nunca se ha caracterizado por unir a personajes y escenarios en armonía.

Las fotos de los verdaderos protagonistas de la historia, al final del film, reunidos con amigos o familiares, a mí me sirven únicamente para comprobar si los actores se les parecen o no, ya que el resto no me importa ni lo más mínimo.

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