Jerry Goldsmith | 'Hacia los grandes horizontes, de Gordon Douglas

Estamos hartos de afirmar, por activa y pasiva, que la imaginación no es un factor que hoy por hoy abunde en Hollywood y que entre franquicias y remakes, parece que la industria cinematográfica yanqui prefiere no arriesgarse. Pero rehacer producciones de cierta edad no es algo novedoso, ni mucho menos, y podemos rastrear ejemplos notables de tan cuestionable forma de hacer cine en los albores del séptimo arte.

Con las dos versiones de 'Los diez mandamientos' que Cecil B. de Mille dirigió en 1923 y 1956 como uno de los más famosos, el título que hoy toca repasar en el especial de Jerry Goldsmith es otro que, hace cinco décadas, echaba la vista atrás para adaptar a los "tiempos que corrían" uno de los mayores clásicos del western, esa obra maestra del género que es 'La diligencia' ('Stagecoach', 1939) de John Ford.

'Hacia los grandes horizontes', irregular

La cinta que hubiera merecido todos los Oscars a los que fue nominada —y que, como ya vimos, perdió en favor de 'Lo que el viento se llevó' ('Gone With the Wind', Victor Fleming, 1939)— supuso entre otras cosas, y después de una extensísima trayectoria previa en el Hollywood mudo, el segundo golpe de autoridad de Ford tras la espléndida 'El delator' ('The Informer', 1935) y una clara muestra de lo que el legendario cineasta llegaría a desarrollar en el género cinematográfico por excelencia.

Tocar pues tan superlativa producción ya es motivo para que, al aproximarnos a 'Hacia los grandes horizontes' ('Stagecoach', Gordon Douglas, 1966), lo hagamos con la mirada torba y no pocas reticencias. Unas reticencias que, conforme el filme va avanzando y desplegando sus discretos encantos, se transforman en masivos obstáculos debido a que son la irregularidad, los tópicos, los personajes arquetípicos y las situaciones legibles a distancia las que controlan el grueso de la función.

Dejando dichas cortapisas momentáneamente al margen, es sin lugar a dudas la dirección de Gordon Douglas el valor más sobresaliente y destacable de 'Hacia los grandes horizontes'. El aprovechamiento que el cineasta —del que ya hablamos en este mismo especial por su 'Río Conchos' (id, 1964)— hace del formato panorámico y los espacios naturales en los que se rueda gran parte de la acción se unen a la soberbia forma en la que, llegado el momento, se vuelca en dotar de espectacularidad a la escena culmen de acción del filme, la persecución de la diligencia.

No obstante, como decía, más allá de esos diez espléndidos minutos en los que Douglas echa mano de un sentido de la narrativa digno de los mejores títulos del género, 'Hacia los grandes horizontes' se queda muy corta en ofrecer algo digno de mención, ya por un guión que no sorprende ni siquiera cuando se lo propone —y el clímax en Cheyenne lo hace a conciencia—, ya por un reparto que, con nombres como Bing Crosby, Red Buttons, Slim Pickens, Ann-Margret o el mismísimo Van Heflin, no hace sino poner en evidencia la grandeza de aquél que le precedió.

Especialmente notables son las distancias que se plantean entre Bing Crosby y Thomas Mitchell —que ganó el Oscar al Mejor Actor Secundario por su doctor borrachuzo— o, por supuesto, aquella que se establece entre Alex Cord y el Ringo Kid de la original, John Wayne. Las comparaciones son odiosas, no cabe duda, pero las millas que separan a Cord del legendario Duke son demasiado notorias como para ignorarlas.

Lo forzado de las actitudes de algunos personajes —no hay quien se crea, por mucho que pudiera tener cierto sustrato sólido, la química entre Cord y Margret— y que el filme pase de los noventa minutos originales a dos horas que sólo añaden cháchara innecesaria, son dos losas que pesan, y mucho, para que este remake no deje huella como sí lo hacía, y con qué autoridad, su antecesor.

'Hacia los grandes horizontes', la música

A que 'Hacia los grandes horizontes' no deje una fuerte impresión en el espectador también ayuda un score de Jerry Goldsmith que el maestro escribe con el piloto automático, sin que, más allá de su tema principal —orquestado con harmónica y arpa de boca, y con protagonismo cambiante entre las cuerdas, los vientos y la percusión— haya elementos notables que se distancien de las aportaciones que el compositor había hecho ya al género.

Tanto es así, que comparar la presente partitura con la anterior colaboración del maestro con Gordon Douglas, la citada 'Rio Conchos', aumenta sobremanera las notables apreciaciones que ya hicimos sobre aquél y disminuye ostensiblemente lo poco que puede extraerse de éste, ya en su conjunción con las imágenes, ya en una escucha aislada que, con algo menos de veinticinco minutos, pasa casi desapercibida.

Primer compacto con el que el desaparecido sello de Film Score Monthly iniciaba la andadura, allá por 1998, que lo llevaría a rescatar tantísimas bandas sonoras imprescindibles de la edad de plata del cine estadounidense, es de nuevo de mano de La-La Land de quien nos llegaba en 2012 la edición definitiva de 'Stagecoach': un único disco con los citados veinticuatro minutos de la composición, ocho dedicados a bonus tracks y veinte que rescatan, como ya hiciera FSM, el trabajo del maestro para los dos episodios de la televisiva 'The Loner' que compuso en 1965.

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