'Phillip Morris: ¡Te quiero!', un loco enamorado

Dejémonos ya de romance. Vamos a follar.

(Phillip Morris)

Decíamos hace poco que ‘Los mercenarios (The Expendables)’ es justo lo que cabía esperar. Sin embargo, a menudo las distribuidoras no saben cómo vender una película, pensando en atraer al mayor número posible de espectadores, así que el estreno se va retrasando (llegando a veces a extremos ridículos), cuando no deciden cortar por lo sano y lanzarla directamente al mercado doméstico (caso del remake de ‘La cena de los idiotas’); y en ese intento por obtener buenos resultados en taquilla, a veces, muchas veces, no les importa optar por disfrazar el producto y ofrecerlo al público como algo más comercial y asequible de lo que en realidad es. Por eso se está intentando convencer a la gente de que ‘Phillip Morris: ¡Te quiero!’ es una comedia desternillante con un desatado Jim Carrey.

Y en cierta manera así es, pero hay que aclarar que se trata de un humor muy negro, y en ocasiones muy tosco, no apto para todos los paladares; y sobre todo, creo que hay que decir que hay momentos en los que la película llega a convertirse en un auténtico drama romántico. Es una mezcla extraña, inusual, valiente o demencial según el punto de vista. Personalmente, encuentro refrescante e incluso sana la propuesta de Glenn Ficarra y John Requa (guionistas de ‘Bad Santa’, otra comedia bastante peculiar), se agradece el querer ir más allá de lo políticamente correcto, y ya no digamos el mostrar sin tapujos una relación homosexual, aún hoy un tema delicado en Hollywood. El problema es que los directores (debutantes) se quedan a medio camino, se les agota pronto el ingenio y no son capaces de profundizar más en la historia, resultando film descompensado y amorfo, menos potente de lo que apunta en un principio.

Increíbles hechos reales

Sabemos que a veces la realidad supera la ficción, pero aun así hay historias en las que cuesta creer. Al igual que ocurriera con la reciente ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’ (‘The Men Who Stare at Goats’, 2009), curiosamente también con Ewan McGregor en el reparto, en ‘Phillip Morris: ¡Te quiero!’ (‘I Love You Phillip Morris’, 2009) nos aclaran (y nos reiteran) que lo que nos van a contar está basado en hechos reales. En concreto, la película escrita por Ficarra y Requa se basa en una novela de Steve McVicker titulada ‘I Love You Phillip Morris: A True Story of Life, Love, and Prison Breaks’ (‘Te quiero Phillip Morris: Una historia verdadera de vida, amor y fugas carcelarias’), lo cual resume bastante bien el relato de alegrías, tristezas y excesos que protagoniza Steven Jay Russell, un tipo que cometió todas las locuras que os podáis imaginar, y algunas más.

Al principio del film, Steven (Carrey) se nos presenta como un hombre felizmente casado, padre de una hija, como un respetado policía local plenamente integrado en su entorno, siempre de buen humor y aparentemente cómodo con su vida. Pero no. Enseguida descubrimos fracturas en esa fachada. Steven (a través de una efectiva, a ratos gratuita, voz en off) nos explica que fue un niño adoptado y que siempre deseó conocer a su verdadera madre. Cuando lo consigue, se lleva una gran decepción. Dolido, da un giro a su vida, cambia de empleo y se muda con su familia a otra localidad. Todo parece ir bien de nuevo hasta que un día tiene un grave accidente de coche; viendo la fragilidad de la existencia, decide romper con todo y empezar a vivir como siempre ha querido, sin límites.

El primer paso del nuevo Steven es asumir su homosexualidad. Dice que siempre ha sido gay, y vemos que ha mantenido relaciones esporádicas con hombres, pero ahora lo declara abiertamente; se divorcia de Debbie (Leslie Mann), se va a vivir a Miami y pronto comienza una relación con Jimmy (Rodrigo Santoro). “Nadie te lo dice, pero ser gay es muy caro“, asegura entonces el protagonista. Con la excusa de vivir a lo grande, Steven se convierte en un estafador compulsivo, y todo le va estupendamente hasta que, como no podía ser de otra manera, acaba entre rejas. Allí se acaba su “affair” con Jimmy pero inesperadamente encuentra el verdadero amor. Un día conoce a un hombre solitario, tímido e ingenuo llamado Phillip Morris (McGregor), y entre ambos surge rápidamente un intensa conexión.

Creíble historia de amor

Por una cuestión que no necesita ser explicada (pues también hay sutilezas en el guión), Steven se mueve como pez en el agua en prisión y pronto impresiona a Phillip, que cae rendido a sus brazos. Se inicia así el verdadero meollo de la cuestión, la trama central y lo más interesante del film: el complicado romance. Desde el primer momento parece que la relación está condenada al fracaso, llegando Steven a considerar la idea de que Dios está jugando con él. Todo gira ya en torno al deseo de Steven de estar junto a Phillip, pero a su manera, así que recurre de nuevo a las mentiras, el engaño y la estafa, a lo que sabe y lo que se le da bien, a lo que le resulta fácil, para darle todo a su amado, logrando precisamente todo lo contrario a lo que pretende: alejarse de él. Se plantea así un cautivador conflicto dramático, matizado por las (divertidas) payasadas de Carrey, que disfruta dando vida a su encantador y patético personaje.

Aunque no puede evitar la sobreactuación, Carrey ofrece lo mejor de sí mismo, y junto al no menos inspirado pero sí más contenido trabajo de McGregor, consigue la película llegar a entretener, hacer reír, impactar y estremecer, consigue ser cine de altura, sin remilgos ni complejos, tal como es, dura, ácida, amarga, alegre y emocionante como la vida misma. Lástima que los realizadores (muy apagados en algunos tramos, faltos de imaginación) no consiguen sacar todo el partido a lo que tienen entre manos, y encorsetan la película con una estructura equivocada (que por ejemplo desaprovecha la emotiva escena de Santoro en el hospital), más propia de un videoclip, lo que entorpece constantemente el relato, que nunca llega a fluir con libertad; en este sentido, el buscar la sorpresa en el tramo final creo que queda muy forzado. Con todo, queda una propuesta arriesgada, diferente y peculiar, una rareza que milagrosamente ha salido adelante y que merece ser vista. Eso sí, plenamente consciente de lo que se tiene delante, sin falsas expectativas ni engaños publicitarios.

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