Ridley Scott: 'Black Rain', violencia con estilo

Como ya sucediera con los dos filmes que le colocaron en una posición que aún hoy nos obstinamos a que siga manteniendo a pesar de lo mucho que su trayectoria habla en contra de tales deseos, lo cómodo que Ridley Scott se había encontrado en los terrenos del thriller a los que se adscribía —aunque ya vimos con qué entidad— 'La sombra del testigo' ('Someone to Watch Over Me', 1987) fue lo que llevó al cineasta británico a aceptar ponerse al frente de este filme de encargo que, con guión ya cerrado había sido rechazado en última instancia por Paul Verhoeven.

'Black Rain' (id, 1989) se convertía así en el sexto título de la filmografía de Scott y, en comparación con su inmediato predecesor, supone una cierta recuperación de formas que, no obstante, siguen sin ser capaces de rescatar ni el nervio narrativo ni el pleno talante estético que sus dos mejores cintas habían ostentado, por más que en la que hoy nos ocupa, gran parte de la acción se desarrolle en una Osaka que no oculta sus tremendas similitudes con esa Los Ángeles futurista que habíamos visto siete años antes en 'Blade Runner' (id, 1982).

De puntos débiles...

Comparaciones a parte, resulta curioso que a la hora de elegir sus proyectos, Scott siga inclinándose por producciones en las que los protagonistas quedan enmarcados sin ningún tipo de rubor en los arquetipos más sonrojantes, llámense éstos aquellos que, en el caso del presente filme, atañen a los "buenos", interpretados por Michael Douglas, Andy García y Ken Takakura —que ya interviniera en ese filme al que 'Black Rain' le debe tanto que es el 'Yakuza' de Sidney Pollack—, o el que corresponde al villano de la función encarnado por Yutsaku Matsuda, un yakuza histriónico, chulesco y psicópata que entronca muy bien con el perfil de los villanos caricaturescos que casi siempre han poblado los filmes de Scott.

Y cuidado, que con esa descripción no quiero menospreciar lo que las némesis de los protagonistas de las cintas del británico ponen en juego en sus respectivas intervenciones —algunas memorables— sino más bien volver a señalar que, con los intereses del cineasta fijados en los aspectos puramente estéticos del séptimo arte la importancia que Scott reserva a sus personajes es prácticamente inexistente, descansando el mejor o peor funcionamiento de los mismos en las interpretaciones de los actores y en lo que el guión pueda desarrollar.

Tanto es así que el Nick Conklin que Michael Douglas interpreta en 'Black Rain', y cuya situación personal y profesional se dibuja con unos trazos mínimos, se aparta muy poco del prototipo de policía de vuelta de todo que en los años ochenta podíamos ver mucho mejor definido en las pieles de Bruce Willis o Mel Gibson, careciendo el que aquí da vida Douglas de la precisa definición que sí podíamos encontrar en John McClane o Martin Riggs sin que, no obstante, ello redunde de forma negativa en un personaje con el que, gracias al buen hacer del actor, resulta fácil simpatizar.

Lo mismo pasa con García y Takakura, dos personajes de aún más parco desarrollo —lo de García es de risa— que, sin embargo, son objeto de una mirada más cálida de la que Scott suele arrojar sobre sus protagonistas, algo que no sucede ni con Sato ni con esa mujer escaparate a la que da vida Kate Capshaw, un personaje éste que se podría haber eliminado perfectamente del argumento sin que la cinta hubiera sufrido ni un ápice en su funcionalidad.

...y fortalezas

De todas formas, y sabiendo que al acercarnos a un filme del realizador que es objeto de este especial uno no puede pedir mucha profusión en los personajes, donde 'Black Rain' no decepciona es en una configuración visual con la que, no cabe duda —y como decíamos más arriba— Scott intenta acercar posturas para con 'Blade Runner', no siendo difícil apreciar en esos neones, en esas humaredas y en esas calles mojadas por la lluvia y fotografiadas de noche las diversas herencias del filme de ciencia-ficción protagonizado por Harrison Ford.

Además, resulta también estimable, aunque habría que preguntarse hasta que punto es un homenaje y no una solución estética más de entre la diversidad que muestra el metraje, el acercamiento en ciertos puntos de la narración al género estadounidense por excelencia; un western que se deja ver de forma temprana en ese casual desenfunde que Andy García hace de su arma en la escena del restaurante y que alcanza su paroxismo en la secuencia de éste y las motos, una escena fundamental en el devenir de la acción en la que quizás se abuse de la cámara lenta pero a la que es difícil cuestionarle su gran efectividad.

Abrazando pues de nuevo la faceta más esteta de su trabajo, Ridley Scott consigue con 'Black Rain' huir de la mediocridad en la que había incursionado con su anterior producción, superando los muchos problemas de rodaje que se encontró por el camino —casi todos relacionados con la dificultad de filmar en Japón— y construyendo un filme de acción más que correcto que fue mejor apreciado en taquilla que el protagonizado por Tom Berenger y Mimi Rogers y que serviría de antesala al abrazo generalizado por parte de público y crítica que recibiría por su siguiente propuesta cinematográfica.

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