Robert Zemeckis: 'Regreso al futuro II', del futuro al pasado

Nunca concebimos la primera parte de 'Regreso al futuro' para que tuviera una continuación. El coche volador del final era un gag. Funcionó como un gran gag y como broche de oro. Sin embargo, todo el mundo asumió que teníamos una idea global desde el principio, como George Lucas con 'La guerra de las galaxias'. Pero no fue así. Mi única esperanza con 'Regreso al futuro' era recuperar el dinero invertido. Robert Zemeckis

Y digo si lo recuperaron.

Tanto fue así que, adscribiéndose a la mentalidad mercantil de la industria del cine, el hecho de que 'Regreso al futuro' ('Back to the future', Robert Zemeckis, 1985) terminara convirtiéndose en la cinta más taquillera de su año, con sus 210 millones de dólares de recaudación en Estados Unidos, fue inequívoco indicativo para los ejecutivos de la Universal del potencial filón que tenían por delante de cara a una franquicia que fuera capaz de reproducir en cierta medida tanto el éxito de la saga galáctica de Lucas como el de las aventuras de cierto arqueólogo.

Ofreciéndoles plena libertad a Zemeckis y a Bob Gale para que el regreso al universo de Marty y Doc fuera en la forma que ellos desearan y contando para su elaboración con un presupuesto mucho más holgado que el de la primera parte, los creadores de la saga de viajes en el tiempo tenían delante de sí la complicada decisión de dilucidar a qué época viajarían en una segunda parte que, eso sí, estaba claro que debía arrancar allí donde había terminado la primera, esto es, con Marty, Jennifer y Doc alejándose en el DeLorean volador hacia un futuro en el que algo pasaba con los hijos de la pareja de novios.

Manos a la obra, y tras desechar una idea inicial en la que Marty y Doc viajarían a unos años sesenta en los que hubiéramos visto a George convertido en banquero y a Lorraine muy metida en el movimiento hippie, "los Bob" dieron con la premisa argumental que les llevaría a levantar todo el argumento, no sólo de la segunda parte, sino de una tercera que, contando con casi todo el mismo equipo creativo que la primera entrega, se rodaría codo con codo —sólo tres semanas de descanso separaron la filmación de una y otra— con aquella, apostando fuerte los responsables por una suerte de filme de casi cuatro horas de metraje dividido en dos segmentos.

Con ausencias en el equipo como las de Crispin Glover —que al parecer comenzó a exigir ciertas ventajas completamente desproporcionadas para el carácter secundario de su papel—, Claudia Wells, la actriz que interpretaba a Jennifer en el primer filme y que sería sustituida por Elizabeth Shue o el diseñador Lawrence Pull, sustituido por Rick Carter, colaborador habitual de Spielberg y responsable del aspecto de cinco filmes más de Zemeckis, 'Regreso al futuro II' ('Back to the future part II', Robert Zemeckis, 1989) propone al espectador un viaje temporal a través de tres estaciones bien diferentes: el futuro, un "presente" bien diferente al que habíamos visto en la primera parte, y el pasado que ya habíamos visitado en ésta.

Y si la llegada al futuro guarda no pocos guiños tanto para el cine en general —esa 'Tiburon 19' dirigida por Max Spielberg— como para la primera parte en particular; y el viaje al pasado sirve para reencontrarnos con similares situaciones a las que habíamos vivido cuatro años antes en el cine, observadas en esta ocasión desde puntos de vista bien diferentes, donde reside el mayor interés de 'Regreso al futuro II' y donde, al tiempo, encontramos su mayor incongruencia argumental, es en esa realidad alternativa a la que viajan Marty y Doc cuando regresan a 1985 desde 2015.

(A partir de aquí, spoilers) De mano de ese McGuffin que es el almanque deportivo que Marty adquiere en su visita al tiempo futuro, y que un anciano Biff roba para entregárselo a su yo más joven de 1955, Zemeckis y Gale se sacan de la manga un oscuro 1985 en el que el antagonista por excelencia de la trilogía es un multimillonario que controla Hill Valley, que ha convertido el edificio del reloj de la torre en un gigantesco rascacielos-casino y que, para colmo de males, consiguió casarse con Lorraine, convirtiéndose así en padrastro de Marty.

Como decía, si en los minutos en los que la acción transcurre en esta oscura línea temporal alternativa los guionistas e intérpretes —espléndidos de nuevo todos ellos— se lo pasan bomba con las posibilidades que le ofrece un mundo completamente ajeno al que ya conocíamos —atención a la aparición de Strickland— también es aquí donde se plantea el mayor problema que presenta la trama de la cinta ya que, si el Biff de 2015 viaja al pasado para entregarse a sí mismo el almanaque, y cambia el futuro, no podría regresar al mismo tiempo al que le vemos llegar en el DeLorean, sino a uno que hubiera derivado de la versión oscura.

Las ramificaciones que se derivan de este hecho y de una escena eliminada en la que el Biff anciano desaparece tras su vuelta a 2015 son tan intrincadas que no creemos oportuno perder más tiempo con ellas, dado que, a fin de cuentas, la saga de 'Regreso al futuro' es cine de entretenimiento cien por cien no pensado para que se planteen sesudos y complejos debates, sino para pasar un rato divertidísimo con momentos de esos que quedan siempre en la memoria del espectador.

Y aunque esta segunda entrega carezca de mucho del encanto que hacía a la primera parte un filme irrepetible —algo que la tercera aquejará aún más—, todavía podemos encontrar aquí secuencias y lugares en los que deleitarnos, ya en la reproducción casi exacta de la persecución en monopatín que veíamos en 'Regreso al futuro' esta vez con cachivaches voladores, ya en la citada secuencia en el 1985 alternativo, ya en la oportunidad que permite al espectador reencontrarse en 1955 con situaciones que le son muy familiares ya en el fabuloso e imaginativo uso de los efectos visuales que se hace, por ejemplo, en la escena en la que aparece la familia McFly del futuro al completo —con Michael J.Fox interpretando tres papeles de forma "simultánea"—.

Con todo, la falta de encanto a la que hacía referencia en el párrafo anterior fue determinante en taquilla, no consiguiendo la cinta ni de lejos repetir el éxito de la primera, teniendo que conformarse con 118 millones de recaudación que quedaban a mucha distancia de los más de 200 que había obtenido su antecesora, algo que habla de forma bastante clara de que las maniobras comerciales hollywoodienses casi nunca sientan bien a productos originales que lo son, sobre todo, por su cualidad de únicos.

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