'¡El suelo es lava!': Netflix apuesta por volver a lo básico con un simpático reality de competición

Con la llegada de las plataformas de streaming —y la consiguiente ampliación de la oferta de contenidos—, el mundo de los reality-concurso se ha convertido en algo realmente fascinante; y por si a alguien le quedan dudas sobre esto, ahí están maravillas como 'Hyperdrive', el demencial 'Jugando con fuego', o el rey indiscutible de su categoría, 'Forjado a fuego'.

El repertorio de conceptos para hacer competir a los participantes de este tipo de programas es casi infinito y cada vez más sorprendente, pero, cuando todo falla, no hay nada mejor que volver a lo básico. Esto es precisamente lo que hace 'El suelo es lava' al convertir un juego infantil en una sinfonía de saltos y golpes que superar para hacerse con 10.000 dólares.

Es precisamente esta sencillez en su planteamiento lo que convierte al nuevo game show de Netflix en una de las propuestas más refrescantes —por muy contradictorio que suene con materiales piroclásticos de por medio— para pasar un buen rato desconectando el cerebro este verano y, a su vez, en un producto que resuelta excesivamente ajado a pesar de su voluntad renovadora.

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La mecánica de 'El suelo es lava' es de lo más sencilla. En cada programa —de unos 40 minutos—, tres equipos de tres personas cada uno deberán atravesar una habitación de unas dimensiones considerables saltando entre diferentes objetos. El problema de esto es que el suelo de la estancia está inundado por una resbaladiza sustancia anaranjada que descalificará a todo aquél que se sumerja en ella.

Para dar algo más de emoción, el diseño de los cinco escenarios —un sótano, un dormitorio, un planetario, una cocina y un estudio— esconde diferentes objetos con los que interactuar y activar elementos que abren nuevas rutas con un mayor o menor nivel de riesgo; algo que aporta un extra de variedad a cada recorrido.

Esta descripción puede que os lleve directamente a pensar en títulos como 'Wipeout' —cuya edición española se estrenó como 'Guaypaut' vayan ustedes a saber por qué— o en la eterna 'Humor amarillo', gran representante del subgénero de las "carreras de obstáculos con alta probabilidad de partirse la cara". Desgraciadamente, 'El suelo es lava' queda a años luz respecto a la producción de Takeshi Kitano a pesar de su decente capacidad para entretener.

A todo el mundo le gusta una buena dosis de slapstick y ver cómo un concursante se deja la mandíbula contra un baúl de atrezo, pero estos momentos de deleite sádico no predominan en el original de Netflix, que pierde un valioso tiempo en presentarnos a los participantes —algo que, personalmente, me importa más bien poco ya que son poco más que carne de cañón—.

Si a esto le sumamos la labor como presentador y narrador de un Rutledge Wood que está a un paso de entrar en los niveles de estridencia e insoportabilidad de Josh Gad, 'El suelo es lava' se traduce en un reality de competición de segunda división que sorprende durante los primeros minutos, pero que invita a dejarlo puesto de fondo mientras pensamos en lo maravilloso que sería que Netflix anunciase de una vez la segunda temporada de 'Hyperdrive'.

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