'Toro', grandes intenciones, resultados mejorables

El cine español pasa por una etapa bastante interesante durante los últimos años, ya que al fin se está logrando un buen equilibrio entre las propuestas más artísticas y necesarias con otras de corte más comercial sin que ello quiera decir que sean productos huecos pensados únicamente para sacar el dinero a los espectadores. Obviamente, también hay algún caso de estos últimos, pero son franca minoría.

Hasta cierto punto, podríamos decir que ‘Toro’ es una película que intenta conjugar esas dos facetas, ya que echa mano de un género, el thriller, con buena aceptación popular, pero lo hace apostando también por un estilo muy definido, más propio de otras cinematografías. Por desgracia, el bagaje de esa estimulante apuesta es bastante irregular, por lo que no me queda otra que hablar de grandes intenciones y resultados mejorables.

La apuesta de la película

Ya en ‘Eva’, la ópera prima de Kike Maíllo, se percibía el interés del director por explorar temáticas del gusto del público de una forma diferente. En ese caso podía llegar a transmitir la sensación de ser un poco artificial, algo que aquí se cambia por un extraño cruce entre lo excesivo y lo casi gélido -y distante- que da pie a instantes muy poderosos -ese tobogán acuático-, pero que en líneas generales resulta contraproducente y daña de forma notable el resultado final.

Lo primero que hay que tener claro es que ‘Toro’ no es una película que siente sus bases en los diálogos, sino que vive más de lo que dicen sus personajes cuando no abren la boca, en especial el de un Mario Casas más atinado de lo habitual, sobre todo en lo físico -y aquí me refiero también al lenguaje gestual-. La principal excepción a la regla es un Luis Tosar que, por las características de su personaje, tiene una mayor libertad y sabe muy bien cómo jugar con ello.

La cuestión es que con su reparto no tengo grandes problemas -aunque Casas no tiene la entidad suficiente para sostener el nivel de su interpretación cuando tiene que hablar-, y eso que sí me da la sensación de que Maíllo desaprovecha un poco la imperial presencia de José Sacristán -el resto del reparto tiende a estar algo desdibujado, pero su aportación es la requerida por el relato-, pero sí que el cóctel que propone está muy lejos de clavar lo que se busca.

’Toro’ sabe lo que quiere, pero no cómo hacerlo bien

Volvamos por un instante a lo que mencionaba más atrás sobre los fríos excesos de ‘Toro’, ya que estamos ante una cinta en la que la familia, tanto la de sangre como la que no lo es, tiene una importancia capital, por lo que hay ahí un calor emocional que podría haber elevado la película a otro nivel. No es el caso, ya que Maíllo prefiere potenciar un clima de fatalidad, un destino inevitable que nos hace tener más o menos claro hacia dónde va a ir todo.

Este punto es bastante estimulante sobre el papel, pero requiere un grado de concentración enorme para mantener en todo momento la intensidad necesaria, sin descuidar la evolución psicológica de sus personajes -también se ve venir de lejos, pero ahí lo importante era la forma de mostrar cómo lidian con ello-, y ahí surgen importantes grietas en ‘Toro’. Una de las primeras consecuencias es que pase a importarnos poco lo que pueda ser de sus personajes, lastrando así ese clima de fatalidad que mencionaba antes.

Lo más llamativo es que, como ya he dejado caer, ‘Toro’ juega mucho con los silencios, pero es que al mismo tiempo resulta demasiado evidente cuando lo más adecuado sería no subrayar tanto lo que quiere decir. ¿Una concesión comercial quizá? No lo sé, pero lo que sí tengo claro es que va en contra de las que parecen ser las intenciones de la película, creando una tensión que, aunque quizá no sea la palabra más adecuada, vulgariza el resultado final.

No me olvido de que hay detalles bastantes interesantes en aspectos técnicos y el trabajo de puesta en escena de Maíllo, en especial en lo referente al uso de los colores -patente sobre todo en el tramo final, pero presente de forma constante-, por mucho que haya ya varios directores extranjeros haciendo una apuestas formales similares. La pena es que sea un aliño cuya efectividad acabe siendo mucho menor de la deseable por esos desequilibrios a los que ya he hecho alusión.

En definitiva, ‘Toro’ es una propuesta curiosa que juega con elementos interesantes, pero lo hace sin saber encontrar el equilibrio adecuado para fortalecer sus virtudes y minimizar sus debilidades. De hecho, acaba sucediendo casi lo contrario, pero pese a ello merece una oportunidad, aunque lo va a tener difícil para hacer frente a la impresionante nueva versión de ‘El libro de la selva’ (‘The Jungle Book’), su gran competidora este fin de semana pese a que ya lleve varios días estrenada.

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