Uwe Boll, el cineasta denostado


Si existe hoy en un día un cineasta más odiado, insultado, repudiado y mal considerado es ese, din duda, Uwe Boll. Ha sabido concentrar iras, fracasos cinematográficos, polémicas y hasta premios negativos. Es considerado por muchos como el peor director de la historia del cine, el Ed Wood de la actualidad y uno de los que más detractores posee, no sólo por su filmografía en general, sino por sus desastrosas adaptaciones de videojuegos en particular.

Sin embargo, Uwe Boll apela siempre a su origen teutón, a su pasado pugilístico y tras caer noqueado, vuelve a levantarse y sigue luchando, sigue pelando y ofreciendo un nuevo proyecto entre manos. Aunque a muchos les resulte difícil entender cómo con su currículum todavía hay productores que apuestan por sus proyectos.

Es un caso peculiar del panorama cinematográfico. Un cineasta al que parecen no afectarle ni las duras críticas, ni los peores comentarios ni siquiera los estrepitosos fracasos de taquilla de gran parte de sus películas. En el fondo, pienso, que él sabe que le llegará la película que lo rescate del lodo. Tampoco vamos a subirnos al carro fácil y entusiasta de apalar a un cineasta que sin ser un genio, no se le puede negar su honestidad, sinceridad, capacidad de trabajo y esfuerzo, y algunos (pocos, eso sí) ejemplos de que no es tan soberanamente malo como se le ha encasillado.

Los menos complacientes con esta tendencia de apedreamiento insólito rescatan a títulos como ‘Postal’ o la más reciente ‘Rampagne’ como trabajos que firmados por otro realizador igual hubieran obtenido mayor consideración.

Es fácil esgrimir sus fracasos (que los tiene) como único argumento para lanzarle insultos, descalificaciones y ridiculizarle. Estamos de acuerdo que Uwe Boll no ha cosechado buenos resultados, ni económicos ni artísticos, pero también hay que valorar en su justa medida que se ha lanzado a algunas adaptaciones arriesgadas y complejas. En cuanto a la dificultad que conlleva trasladar con meridiano éxito un videojuego (varios en este caso), o centrarse en historias de las que no resulta fácil extraer películas dignas. Como decía, él es un luchador, acepta los golpes, pero en cierto modo reivindica su carácter de incomprendido.

Es cierto que posee méritos para no ser considerado un cineasta brillante. A pesar de su esfuerzo desde joven, estudiando dirección en Alemania y Austria, de aprender haciendo cortos en Super 8, de completar su formación con un doctorado en Literatura y de fundar una productora. Su debut con la adaptación de ‘House of the Dead’ no fue fácil, pero también tan arriesgada como una demostración de su falta de oficio. Muchas ganas, mucho ímpetu pero no consigue un resultado fácilmente digerible. Aunque, repito no se le puede negar entusiasmo y cierta ambición a pesar de contar un presupuesto pobre.

Quizás su mayor tropiezo haya sido su cabezonería. Su empeño en adaptar videojuegos y no lograr en absoluto acertar (demasiadas chapuzas en los efectos y en una narración fallida). Quizás por no saber elegir los elementos apropiados, por no quedarse en un segundo plano como productor o guionista, y especialmente por preferir bajos presupuestos para unas producciones que requieren más medios. A Boll le va la chapuza, quiere encontrar en ella una forma de lograr películas divertidas, de las que despreocuparse por su factura visual o narrativa, pero eso no es óbice para masacrarle de forma tan sangrante.

Él se ha mantenido fiel, ha desafiado a sus detractores entre la crítica (incluso a subirse a un cuadrilátero y limar las diferencias a hostias, que ya hay que ser osado), y su único objetivo es hace un cine sin más pretensiones que la de entretener. Aunque por distintos motivos no ha conseguido cumplirlo (su entusiasmo y falta de inspiración lo traslada a sus guiones y a su labor en la dirección).

A pesar de todo Uwe Boll es alguien que cree en lo que hace, que le pone un empeño difícilmente entendible para otros fracasados, y que ha recibido excesivo castigo (algo similar aunque no comparable por diversas circunstancias con Jess Franco, otro entusiasta incomprendido durante mucho tiempo). No me ha abudcido el espíritu de Juan Manuel de Prada, pero creo que hay otros directores con similares resultados (artísticos) que no han recibido semejante escarnio. Por cierto, Boll cumple hoy 45 años.

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