'Operación Triunfo 2017' solo tiene de 2017 el título

Decía Manuel Martos, en su papel de jurado, a una de las aspirantes a entrar en la Academia de Operación Triunfo, que estábamos en 2017 y que había que modernizar la puesta de escena y el repertorio en el escenario. Es una idea que no es la primera vez que surge, sino que parece un lema dentro de RTVE para el esperado regreso del reality. Y es curioso porque es precisamente el repertorio lo único que da un toque fresco al estreno de 'OT 2017'.

Hay que reconocer que tenía muchas ganas de ver cómo regresa este formato, forjado hace ya dieciséis años (dato que se han preocupado más de una vez de recordarnos en el transcurso de la Gala 0), para ver cómo ha evolucionado 'Operación Triunfo' tras seis años desde su despedida en Telecinco. Parece que no era el único, la Gala 0 reunió anoche a una media de 2.7 millones de espectadores (19% de cuota media entre prime time y late night).

La "Gala 0" de 'Operación Triunfo' es por un lado el molde, pero por el otro es lo suficientemente peculiar como para causar cierta expectación para ver la dinámica una vez se entre en harina en la Academia. Por lo que hay que verlo siendo consciente de que no va a representar al 100% el contenido del programa. Pero por lo que he visto en este inicio nos encontramos con el OT de siempre pero sin enterarse de que estamos en 2017.

Uno de las primeras cosas que uno se da cuenta con 'OT 2017' es que se queda muy anticuado de formato. No es que esperase grandes innovaciones en la dinámica, más que nada porque tiene unos toques bastante distintos al resto de talents musicales, pero sí en la forma definitiva. En primer lugar tenemos el evidente problema del minutaje. La Gala 0 dura 199 minutos y terminó anoche a la 1:30 de la madrugada. Unos horarios absolutamente imposibles para un lunes, más cuando detectas que el fallo es, precisamente, que sobran cosas de la escaleta.

De hecho la gala en sí no comenzó hasta más de un cuarto de hora después de comenzar 'OT 2017', rellenando ese hueco con un vídeo del casting final. Si bien es algo siempre presente en los estrenos de los talents (desde 'MasterChef' hasta 'La Voz') el vídeo queda tan aséptico que sobra. Y sobra, porque al contrario que los de otros talents, este no tiene el propósito de implicarte con los aspirantes a entrar en el concurso, por lo que es un material extra que podría haberse relegado al canal de Youtube o a la web de RTVE.

Por lo general falta adelgazar escaleta y tiempos muertos. Sabíamos que iba a ser una gala larga, debido a que había, sin contar con la de Rosa López, dieciocho actuaciones y sus respectivos veredictos del jurado. Es cuando el programa ha tenido, de lejos, mejor ritmo. Ritmo, que no significa que esté bien hecho. Aquí también parece que el realizador lleva medio siglo sin estudiar nuevas técnicas, es clásica pero huele a programa viejo.

Por otro lado, el jurado ha estado más correcto, comedido y al grano de lo que estamos acostumbrados. Ya habrá tiempo, imagino, de crear las clásicas tensiones que se han dado en todas la ediciones y de hecho ya hay un par de ingredientes: alguna decisión tomada por Manuel Martos bastante disputada y Joe Pérez-Orive que toma el papel de "malote" e incisivo en sus participaciones. En el lado musical hay que objetar lo suficiente ya que, como en todo concurso, te esperas que haya concursantes con mejor nivel, otros que sean directamente malos, una elección cuestionable de canciones, un desafine general y algún desacuerdo con el jurado.

Es, entonces, en las charlas entre Roberto Leal, declarado fanboy de 'Operación Triunfo', y los aspirantes donde se ha echado de menos que hubiera un poco de edición y tijeretazo. No es problema particular de 'Operación Triunfo', ya que el de las presentaciones es una parte inevitable de este tipo de programas, pero sí que es un aspecto a vigilar porque resulta bastante pesado y carente de ritmo... y lo peor, hecho como siendo conscientes de que es lo que toca.

Por lo general, el nuevo 'Operación Triunfo' no me ha convencido por ese aire rancio y cutre que ha tenido en su forma. Es esa sensación de estar atada a los esquemas cada vez más obsoletos de la televisión en España lo que la lastra. Tiene jugo, pero se diluye y pierde en sus tres horas de duración.

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