'La doctora Lee': el arte de construir un imperio sobre quistes, puntos negros y litros de pus

Casi cinco millones y medio de suscriptores en su canal de YouTube, unos tres y medio en su cuenta de Instagram y una audiencia cercana a los 250.000 espectadores por episodio en su reality televisivo que emite en España la cadena DKISS. Estas son las cifras de vértigo cosechadas por la doctora Sandra Lee, la dermatóloga neoyorquina de 47 años que ha construido un imperio sobre quistes, lipomas, puntos negros y litros de pus.

He de confesar que, como amante del inmenso abanico de posibilidades que ofrecen los formatos de telerrealidad, jamás he dudado en deglutir programas de todo tipo, desde esas hipnóticas maravillas centradas en el mundo inmobiliario como 'Love It or List It' —'Tu casa a juicio'— o 'Property Brothers' —'La casa de mis sueños'—, hasta la gloriosa catedral del reality-concurso 'Forjado a fuego', sin esfuerzo alguno.

Con 'La doctora Lee' —'Dr. Pimple Popper'—, el proceso ha sido radicalmente opuesto, habiendo necesitado cierto periodo de adaptación para insensibilizarme a su escatológica propuesta; todo ello para acabar descubriendo un show, a su manera, fascinante, y al que exponerse libre de prejuicios —y con el estómago vacío, a ser posible—. Después de todo, varios millones de seguidores no pueden estar equivocados.

Body Horror y drama humano

Partiendo de la base de que la traducción del título original del programa de la doctora Sandra Lee vendría a ser algo como "Doctora revienta granos", es muy sencillo deducir los derroteros por los que circula; más próximos al body horror del maestro David Cronenberg de lo que cabría esperar de una producción emitida en canales como DKISS o Divinity, por poner un par de ejemplos.

Con una estructura muy sencilla, habitual entre sus homólogos, cada episodio de 'La doctora Lee' presenta varios casos en los que pacientes de toda clase de enfermedades dermatológicas exponen sus problemas y las complicaciones que estos proyectan sobre su día a día. Un componente humano, en ocasiones ciertamente dramático, que mitiga el cariz de espectáculo basado únicamente en el morbo y, a su vez, sirve para caldear el ambiente de cara a la verdadera estrella de la función: la intervención quirúrgica.

Una vez conocido el paciente y efectuado el diagnóstico, Lee se pone manos a la obra junto a su reducido equipo de ayudantes para darle solución frente a un equipo de cámaras que parece tener interiorizada una única directriz: cuanto más cerca, mejor. Así, las palpaciones, el marcado de áreas y las incisiones con bisturí son capturadas en planos detalle, parte fundamental de una narrativa articulada como si del mejor filme de suspense se tratase: sabemos lo que va a ocurrir, sabemos que va a ser terrible, pero no podemos esperar para verlo.

Tras jugar con las expectativas de un espectador ávido por ver lo inevitable, 'La doctora Lee' las satisface con una dantesca danza de tejidos y fluidos que brotan del cuerpo de los pacientes, envuelta por un tono ligerísimo y casi despreocupado de lo más agradable, que distancia al reality de competidores igualmente delicados como 'Cuerpos embarazosos' o 'Diagnósticos extraordinarios', haciendo la experiencia algo más "agradable".

Como parece dictar el sentido común, la reacción coherente a ver cómo se presiona un quiste sebáceo hasta hacerlo reventar mientras fluye una masa densa y purulenta de color amarillento puede oscilar ente el leve desagrado y la náusea; pero nuestra dermatóloga favorita pone a prueba todo tipo de lógicas infundadas, descubriendo al mundo una legión de fans que llegan a salivar —literalmente hablando— mientras esperan la liberación del enésimo poro purulento.

Esta pasión por las explosiones pustulares, que llega a generar auténtico placer en ciertos individuos, se conoce como forunculofilia y, como cabría esperar, tiene una explicación científica; relacionada, además de con ciertas herencias antropológicas asociadas a la satisfactoria y necesaria eliminación de elementos extraños de nuestro organismo, con el funcionamiento de nuestros cerebros y sus sistemas de recompensa.

Mientras que algunos espectadores de 'La doctora Lee' sentirán repugnancia al ver estimulada su corteza insular —o ínsula—, relacionada con el sistema límbico, otros experimentarán un placer de lo más intenso. Esto es debido a la estimulación del núcleo accumbens, relacionado con neurotransmisores como la dopamina, vinculada a diversas adicciones y transmisora de forma proactiva de sensaciones como el gozo o los refuerzos positivos.

¿El éxito de formatos como 'La doctora Lee' obedece a la condición morbosa inherente al ser humano o tan sólo somos esclavos de los estímulos que recibe nuestro sistema nervioso central? Independientemente de las conclusiones que podamos extraer al respecto, resulta tan admirable como grotesco el haber convertido la dermatología más escatológica en una auténtica bomba televisiva a la que, por mucho que le pese a mi ínsula, he terminado enganchado. Vayan ustedes a saber por qué.

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