'La casa de papel': la serie de Netflix sigue enganchando en una vibrante temporada 4 que ya comienza a estirar de más el chicle

La cuarta temporada de ‘La casa de papel’ al fin ha llegado a Netflix. Ocho nuevos episodios en los que se retoma el atraco al Banco de España justo en el dramático punto en el que se quedó al final de la tercera. Hace unos días compartimos con vosotros nuestra opinión sobre los cinco primeros capítulos y ahora es el turno de valorarla al completo.

Estos tres capítulos restantes han confirmado lo que ya me habían transmitido los anteriores. La serie sigue funcionando como un tiro para entretenerte, pero la credibilidad de los guiones empieza a estar cogida con pinzas, dejando claro que el final definitivo de ‘La casa de papel’ debería estar cercano en el tiempo si quieren despedirse por la puerta grande.

He procurado evitar los spoilers directos de la temporada 4 en esta crítica, pero hay ideas generales que quizá no queráis saber antes de verla.
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Al límite de la tensión

Una de las grandes bazas que ha tenido ‘La casa de papel’ hasta ahora era la incertidumbre, ya sea por las sorpresas que nos tenía preparadas El Profesor para salir adelante de situaciones imposibles o porque el final de la segunda temporada nos había demostrado que podía haber bajas entre miembros de la banda.

Sin embargo, la serie estaba pensada entonces como algo cerrado y quedaba la duda de si podrían mantener eso o iban a limitarse a presentar un peligro mortal del que todos salían ilesos con alguna artimaña o El Profesor tendría tantos trucos que incluso llevarle al límite con la falsa ejecución de Lisboa no iba a ser suficiente.

Esta cuarta temporada ha demostrado que la serie mantiene ese elemento esencial para mantener al espectador al borde de su sofá deseoso de saber qué es lo que va a suceder a continuación. Eso sí, quizá sea que uno ya está acostumbrado a recursos así, pero uno de los momentos cumbres de la temporada hubiese tenido un impacto aún mayor si no lo hubiesen telegrafiado en exceso. Entiendo que se recurre a algo así cuando lo remarcas como algo inevitable, resultando así más doloroso, pero no creo que haya sido el caso. Aquí han jugado otra baza.

Donde sí han estado más acertados ha sido en la forma de cerrar la temporada de tal forma que el espectador simplemente necesite saber cómo va a seguir la historia. A su manera han logrado superar lo de que Nairobi fuese abatida por un francotirador al final de la tercera, ya que las ramificaciones del cliffhanger van mucho más allá y el contraste es brutal respecto a lo que podría haber sido.

Algunos baches en el camino

Por el camino sí que es cierto que ‘La casa de papel’ ha apostado más que nunca por la acción, por ser un pasatiempo vibrante en el que prime el ritmo por encima de todo. Eso ha dado pie a que algunas tramas no terminen de encajar muy bien. Por ejemplo, sé que esa tendencia a llevarlo todo al extremo ha desembocado en que el personaje de Arturo sea simplemente repugnante, ya que podía dar juego como elemento desestabilizador pero han querido ir más allá y la jugada no le ha salido demasiado bien a la serie.

Hay otras tramas que se han quedado a medio cocer y que quizá se recuperen en una inevitable quinta temporada -es sencillamente imposible que la serie se quede ahí salvo que la cuarentena por el coronavirus no se acabe nunca-, pero lo que sí he echado en falta esta cuarta temporada es que haya algo de espacio para desarrollar a los personajes.

Se ha ido en todo momento al conflicto en lugar de mimar también eso y se ha notado sobre todo en los nuevos, pero también en los miembros de la banda “de toda la vida”. Vale que los episodios sean más cortos, pero el drama también se puede conseguir parando un momento para entender mejor cómo de jodido está Río o esos vaivenes de Palermo. Curioso por otro lado que precisamente este último tenga quizá el momento de intimidad más destacado perfilando su relación con Berlín de forma bastante acertada.

De esta forma, ‘La casa de papel’ ha completado su transición a espectáculo lujoso y gran entretenimiento. Ya en el arranque de la tercera temporada se monstruo un mayor interés por lo visual, probablemente derivado de contar con un presupuesto mucho mayor al que tuvieron cuando aún era una serie para Atresmedia y no un fenómeno global, y se nota que han querido que esos medios luzcan todo lo posible en ella.

La cuestión es hasta qué punto puede canibalizar otras virtudes de la serie. Por ahora siguen tirando de llevar al límite a los personajes que nos conquistaron durante las dos primeras temporadas y sirve para tenernos enganchados. El problema es que va a llegar un punto en el que el más difícil todavía sin un sustento más vigoroso va a ser insuficiente, ya sea porque se pasan de la raya o porque simplemente se queden sin personajes que realmente nos importen.

En resumidas cuentas

Si lo que buscas es entretenimiento adictivo, esta cuarta temporada de ‘La casa de papel’ tiene dosis más que suficientes para olvidarte unas horas del encierro por el coronavirus y que no quieras dejar de ver episodios. Por el camino encontrarás algún pequeño bache y señales de que esto debería ser ya el principio del fin para la serie, pero se disfruta tanto que el agotamiento todavía no hace acto de presencia.

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