'Dallas' (2012), el paraíso de Ewing no era el petróleo

Cuando TNT anunció su intención de devolver ‘Dallas‘ a la televisión, la gran mayoría se echó las manos a la cabeza. La falta de originalidad en la televisión estadounidense es patente desde hace años, pero recuperar un culebrón de los 80 con tanto bagaje a sus espaldas podía considerarse una herejía, incluso un suicidio. Algunos siguen con las manos en la cabeza, asqueados después de ver el piloto de la nueva ‘Dallas‘, pero otros (como yo), que sólo tuvimos un breve contacto con la serie en nuestra infancia, hemos quedado fascinados con esta “soap opera“ de alto presupuesto.

‘Dallas’ (2012) no sólo no reniega de su base telenovelesca, sino que además la potencia hasta límites insospechados. No falta un sólo ingrediente: familias enfrentadas, villanos infiltrados, giros de trama, golpes de efecto, cambios de plano, miradas intensas y muchísima locura concentrada en sólo diez episodios. Tanto artificio junto puede acabar resultando excesivo, y efectivamente así ocurre en el primer episodio de la serie (todavía oigo las risas nerviosas en el preestreno que hizo TNT España), pero si aguantamos hasta el segundo episodio nos encontramos con una digna sucesora que entretiene e interesa.

‘Dallas’ se traslada a la siguiente generación

En su regreso a la televisión, ‘Dallas’ sigue enfrentando a la familia Ewing, sólo que esta vez la lucha se traslada a la siguiente generación: A John Ross Ewing, hijo de J.R. y Sue Ellen; y a Christopher Ewing, el hijo adoptivo de Bobby. El primero, obsesionado con devolver a la familia Ewing la soberanía del negocio del petróleo; el segundo, centrado en estabilizar una forma de energía alternativa a través del metano. Dos chicos jóvenes y bien parecidos, pero cuya lucha sólo adquiere significado cuando sus padres, los antiguos Bobby y J.R., entran en acción.

Patrick Duffy y Larry Hagman han tenido buena parte de la “culpa” de que ‘Dallas’ no se convirtiera en algo parecido a un culebrón adolescente insoportable. Sus tira y afloja siempre fueron de lo más interesante en la serie original, y continúan siéndolo en su continuación, con unos hijos siempre supeditados a la grandeza de sus padres. Jesse Metcalfe y Josh Henderson pueden seguir dedicándose a quitarse la camiseta de vez en cuando, y ojalá que conserven ese cuerpo y esa cara bonita (la nariz de Josh Henderson es la octava maravilla), porque en el terreno interpretativo van de culo.

Las mujeres en ‘Dallas’

Y si la nueva generación masculina es inestable, no lo es menos el elenco femenino. ‘Dallas’ se ha empeñado en traernos personajes femeninos que, como dirían en mi tierra, “tienen un tiro dao“. Comenzando por Marta del Sol, la villana máxima que nos fue presentada en el primer episodio y que finalmente terminó convirtiéndose en una auténtica loca tras unos cuantos episodios. Acabó estampada contra el techo de un coche; no esperaba un final diferente para ella.

No podía faltar la figura de la mala que finalmente es buena, pero que al final se vuelve mala otra vez porque la tratan muy mal. Ella es Rebecca Sutter (o Pamela Rebecca Cooper o Rebecca Barnes, como se hace llamar ahora), y aunque no ha sido lo más interesante de la temporada, sí que se perfila como una de las grandes villanas de la segunda temporada, ahora que sabemos que es la hija de Cliff Barnes. Y al igual que la mala/buena, tampoco podía faltar la mosquita muerta, Elena Ramos, que se ha dedicado a ir saltando entre Christopher y John Ross conforme le indicaba el guión, sin poner nada de su parte.

Me queda hacer referencia al reparto más envejecido. Por un lado, Sue Ellen, ahora recuperada de su afición a empinar el codo, aunque no pueda evitar ponerse nerviosa cada vez que ve una copa de vino. Y por otro lado, Ann Ewing (Brenda Strong), la tercera esposa de Bobby que se vuelve loca cada vez que ve una escopeta. ¿Soy yo el único que se pone nervioso al verla con la pistola después de lo que hizo la actriz en el piloto de ‘Mujeres Desesperadas’?

‘Dallas’ regresa en enero de 2013

‘Dallas’ ha triunfado en TNT por varios motivos. Para empezar, no se ha despegado en ningún momento de la serie original, permitiendo que sus seguidores allá por los 80 puedan seguir viéndola como si nada. Ha sabido manejar bien las tramas y los personajes, sin pudor ninguno a prescindir de ellos cuando ya no hacen falta; ha mantenido un ritmo endiablado, con giros y más giros de trama concentrados en sólo diez episodios. Y, por último, ha sido un ejercicio de nostalgia entretenidísimo que ha encantado a antiguos y nuevos espectadores.

El último fichaje, aunque ya apareció en algún episodio a mitad de temporada, ha sido Cliff Barnes (Ken Kercheval), recuperando así otra de las míticas luchas de la familia Ewing. Junto a su hija Rebecca será uno de los platos fuertes de la próxima temporada, que podríamos ver ya en enero de 2012. ‘Dallas’ ha sido un auténtico exitazo de audiencia para TNT en este verano tan escaso de series, y parece que podrían probar suerte en temporada alta, estrenando la segunda temporada ya el próximo enero sin esperar a verano de 2013. ¿Triunfará ante una mayor competencia o se diluirá como un azucarillo? No lo sé, pero yo estaré ahí para verlo.

En ¡Vaya Tele! | ‘Dallas’, nostalgia de los 80

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