Ciencia-ficción: 'El día en que la Tierra se incendió', de Val Guest

Aunque en muchos géneros los años 60 del s.XX fueron terreno fértil sobre el que abonar —y aquí podríamos citar desde el western y el surgimiento del spaghetti a los filmes bélicos pasando por los últimos momentos del musical de gran presupuesto o las grandes producciones con la Segunda Guerra Mundial de fondo— no fue la ciencia-ficción uno de los que mejor floreció en aquella turbulenta década.

Período de transición que comenzaba como una natural extensión de los años 50, la década de los sesenta asistió en el género una continuación de lo que ya se había visto en los dos lustros anteriores, con filmes estadounidenses de bajo presupuesto y pocas pretensiones de entre los que iban despuntando de cuando en cuando esas pequeñas joyas que, como 'El tiempo en sus manos' ('The Time Machine', George Pal, 1960) demostraban la voluntad de seguir innovando sobre el infinito tejido de lo que la ciencia-ficción era capaz de ofrecer. Pero conforme fueron transcurriendo los años, los movimientos sociales, el caos que siguió al asesinato de JFK y la entrada en la Guerra de Vietnam provocó que un género que siempre ha sido fiel reflejo de la época en la que se produce comenzara a dar muestras del descontento generalizado de la sociedad, virando de forma gradual del tono juvenil de los primeros momentos al más oscuro que se apreciará hacia el final de la década.

Y mientras esto ocurría al otro lado del charco, en el viejo continente el género iba discurriendo por derroteros bien diferentes. Buena prueba de ello son, por ejemplo, ese 'Pueblo de los malditos' ('Village of the Damned', 1960) dirigido con inquietante maestría por Wolf Rilla o, cómo no, la cinta que hoy ocupa nuestro tiempo en este ciclo de ciencia-ficción, 'El día en que la Tierra se incendió' ('The Day the Earth Caught Fire', Val Guest, 1961), un clara muestra de los muy diferentes patrones por los que se regía el género en tierras anglosajonas.

Levantada por la expresa voluntad de Val Guest, que tras intentar provocar el interés de varios estudios, tuvo que acometer el mismo la producción del filme, 'El día en que la Tierra se incendió' es uno de esos "¿Y si?" que tan buenos resultados ha dado casi siempre en el seno del género, planteando en esta ocasión que pasaría si, debido a una coincidencia en esas recurrentes pruebas nucleares que tantos problemas acarreó a la humanidad según el cine de ciencia-ficción que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el eje de rotación de la Tierra se viera alterado hasta tal punto que el Sol pasara de ser fuente de vida a motivo de nuestra extinción.

Haciendo gala en todo momento de una espléndida austeridad que juega a favor de lo que el espectador extrae del visionado, la magnífica puesta en escena de Val Guest —un habitual del cine de género que ya había firmado para la Hammer las dos primeras adaptaciones de Quatermass— saca un partido alucinante del formato anamórfico en 35mm en el que la cinta está rodada, aprovechando sobremanera las localizaciones naturales del Londres donde se desarrolla la acción para que el realismo sea la cualidad que mejor caracterice al filme.

Para ello, el guión de Guest y Wolf Mankowitz —que se hizo acreedor del BAFTA— nos presenta la historia a través de los ojos de un periodista, interpretado con poco acierto por Edward Judd, deteniéndose el realizador durante buena parte del metraje en la precisa descripción de la redacción del rotativo para el que éste trabaja. Vistas hoy, las escenas que transcurren en las oficinas del Daily Express nos permiten asomarnos a una forma de periodismo que dejó de existir hace décadas, constituyéndose la cinta como inesperado homenaje a la suma importancia que la profesión tenía antes de la era digital.

Tomándose su tiempo para describir con todo lujo de detalles a sus protagonistas, si bien he comentado que Judd no está a la altura de las circunstancias —y su personaje de Stennings resulta bastante cargante— no podemos decir lo mismo del gran Leo McKern —el inolvidable Imperius de 'Lady Halcón' ('Ladyhawke', Richard Donner, 1985)— y de la deliciosa Janet Munro, ambos magníficos como el único amigo de Stennings y el objeto de la atracción amoroso/sexual de éste respectivamente, con la segunda desplegando una sensualidad irresistible y el primero demostrando por qué es uno de los mejores actores británicos de la historia —aunque sea australiano de nacimiento—.

Centrándose durante dos tercios del metraje en la vida periodístico-sentimental de Stennings, en las pesquisas que éste va indagando acerca de los extraños fenómenos naturales que comienzan a azotar el clima mundial, y en la escueta representación de los mismos —muchos de los cuales son extraídos de imágenes de archivo sin que apenas se note su inserción— es en el tercio final donde la vertiente catastrofista de la cinta muestra sus mejores cartas: aunque algún episodio absurdo como los de los vándalos invadiendo el piso de Munro hubiera sido perfectamente eliminable, la descripción que hace Guest del fin del mundo con una economía de medios asombrosa es lo mejor del filme junto con su terrorífico final.

(Atención spoilers) Al respecto de éste, cabe destacar que la copia que en su momento se estrenó en las salas británicas se aparta de la que pudo verse en las estadounidenses en un detalle aparentemente nimio que guarda una relevancia incuestionable: mientras una nueva serie de explosiones nucleares en Siberia pretenden corregir la inclinación del globo terráqueo, y Stennings termina su narración —toda la cinta ha sido un enorme flashback—, Guest nos muestra cómo se han preparado dos portadas para el periódico del día siguiente, una anunciando que las bombas han hecho su trabajo y otra comunicando al público el fatal destino que les aguarda camino del astro rey.

Y mientras los últimos planos del filme van concatenándose, escuchamos unas campanas de iglesia —muy a la manera que las habíamos oído en los momentos finales de 'La guerra de los mundos' ('War of the Worlds', Byron Haskin, 1953)— que bien podrían vaticinar el fin del mundo o anunciar su salvación. Y si ya la duda con la que se cierra deja en el espectador esa desazón tan típica de los mejores episodios de 'Dimensión desconocida' ('The Twilight Zone', 1959-1964), aún mayor habría sido de poder haber visto el final original, en el que ni siquiera se llegan a escuchar las citadas campanadas. De una forma u otra, un espléndido y muy reivindicable filme de lo que el género nos dejó hace ya más de cincuenta años.

Otra crítica en BlogdeCine

'The Day the Earth Caught Fire', el caluroso fin del mundo

Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com

VER 4 Comentarios

Portada de Espinof