David Cronenberg: 'La mosca', angustiosa metamorfosis

“Lo que digo es que soy un insecto que soñó que era un hombre, y lo adoró, pero ahora el sueño ha terminado y el insecto está despierto”. Seth Brundle (Jeff Goldblum)

Recupero hoy, con la firme intención de terminarlo antes del estreno de su próxima película, el especial dedicado a la carrera de David Cronenberg. Aunque su (libre, personal) adaptación de ‘La zona muerta’ (‘The Dead Zone’, 1983) no fue el éxito de taquilla que se esperaba, al canadiense no dejaron de lloverle ofertas, y es que la industria norteamericana siempre se ha interesado por realizadores con miradas únicas y arriesgadas. La mayoría de las veces para anularlos, para usarlos como meras piezas de marketing, poniéndolos al frente de proyectos comerciales que nada tienen que ver con lo que hicieron antes, tratando de arrebatarles esa singular personalidad por la que habían destacado, a cambio de fama y mucho dinero. Cuenta Cronenberg que rechazó dirigir películas como ‘Flashdance’, ‘Top Gun’ o ‘Superdetective en Hollywood’, trabajos muy bien remunerados que sin embargo no le interesaban lo más mínimo. Así que puede parecer contradictorio que en su lugar aceptase dirigir un remake, pero solo a primera vista.

Al igual que su anterior trabajo, el proyecto de rehacer ‘La mosca’ (‘The Fly’, 1958), una interesante producción de serie B basada en un relato de Georges Langelaan, llegó a las manos de David Cronenberg de rebote, por casualidad, cuando el director contratado para la tarea, Robert Bierman, abandonó desmotivado tras sufrir una tragedia familiar. A través de su productora, Brooksfilm, Mel Brooks hizo llegar a Cronenberg el guion del remake que había escrito Charles Edward Pogue, y al canadiense le convenció, descubriendo en el texto elementos que parecían ideados por él mismo, extraídos de sus películas anteriores. Aun así, el cineasta quiso reescribir el libreto antes de empezar a rodar ‘La mosca’ (‘The Fly’, 1986), y parece claro que la secuencia de la pesadilla lleva su firma (curiosamente, el propio Cronenberg interpreta al ginecólogo en un cameo memorable). Asimismo, quiso que el protagonista conservase rasgos humanos durante el mayor tiempo posible, evitando que la transformación sobre la que gira la trama fuese inmediata, como ocurre en el film original. De esta manera, el proceso cobrará un mayor simbolismo, y será más terrorífico, angustioso y dramático.

Ya hemos dicho anteriormente que David Cronenberg no es amigo de los tiempos muertos ni de las duraciones excesivas. Por eso no es raro que ‘La mosca’ comience de forma tan directa, y que el personaje central, el científico Seth Brundle (Jeff Goldblum), no se vaya por las ramas con sus primeros diálogos, expresando con claridad que tiene intención tanto de cambiar el mundo, como de llevarse a la cama a su bella interlocutora, la periodista Veronica Quaife (Geena Davis). La película arranca en un amplio salón donde se está celebrando una convención organizada por la empresa para la que trabaja Seth, de quien Veronica huye en un principio, pensando que ha conocido a un chiflado o a un patético mentiroso que solo desea acostarse con ella. Sin embargo, el científico insiste y consigue que la reportera (posiblemente más interesada en el hombre que en conseguir una buena historia) acceda a ver el laboratorio donde está desarrollando esos experimentos que dice que van a alterar la vida del ser humano para siempre. Su invento son dos cápsulas (“telepods”, las llama) que permiten la teletransportación.

Para demostrar que no es ningún truco, Seth pide un objeto personal a Veronica, quien opta por quitarse una de sus medias (confirmando que sus intenciones van más allá de las periodísticas); la prenda es depositada en una de las inquietantes y ruidosas cápsulas, donde se desvanece, para aparecer en la otra máquina, envuelta en una enigmática humareda. De esta forma tan sencilla asumimos, como Veronica, que el científico ha descubierto la manera de transportar materia de forma inmediata de un lugar a otro, algo que podría revolucionar la manera en la que viajamos (es divertido que al principio él confiese que se marea cuando va en un coche, sugiriendo quizá que por eso inició sus investigaciones), y es que el siguiente paso es experimentar con algo vivo. Con la periodista como testigo, Seth intenta teletransportar a un babuino (¿no sería más lógico probar primero con formas de vida más simples?) y el resultado es un sangriento desastre, lo que le lleva a la conclusión de que debe profundizar más en su conocimiento de la carne (puro Cronenberg). Por suerte para él, Veronica lo acompaña en ese proceso.

Es curioso cómo la relación amorosa (algo obvia y forzada en la trama, pero los actores se compenetran de maravilla, y es que eran pareja fuera del rodaje) ayuda primero a Seth a progresar con sus investigaciones (pronto consigue transportar con éxito a otro babuino), y lo condena después, a causa de los celos. Una noche, Veronica decide quedar con su ex, Stathis Borans (un personaje desdibujado, encarnado por John Getz), ni más ni menos que el jefe de la revista en la que trabaja, para aclarar las cosas y quitárselo de encima, dejando solo a Seth en su casa-laboratorio (atención a cómo va cambiando ese espacio, al mismo tiempo que su inquilino). Éste se desespera y se emborracha, convenciéndose de que su amada está jugando con él. Así que en lugar de investigar más, decide probar el invento con su propio cuerpo; y no se da cuenta que una mosca ha entrado con él en la máquina. A primera vista, la teletransportación ha funcionado. Poco a poco, sin embargo, Seth empieza a notar cambios. Se siente más fuerte, más lúcido, más vivo. Mejor. Y entonces empieza a empeorar, dramáticamente…

Cabe destacar que una de las mayores diferencias entre las dos versiones de ‘La mosca’ es que en la primera el científico y la mosca intercambiaban partes del cuerpo, quedándose el hombre con la cabeza y una pata del insecto, lo que le impedía comunicarse pero no seguir pensando como humano, y en el remake hay una fusión que da lugar a un nuevo ser (la cápsula como artificial útero siniestro), que muta profundamente, interior (se vuelve animal) y exteriormente (un cambio creíble gracias al formidable trabajo de efectos especiales y maquillaje, proporcionando un Oscar a Chris Walas y Stephan Dupuis). Seth tarda en llegar a esa conclusión, pensando en un principio que está enfermo, y que se muere. Precisamente, Cronenberg considera que su película, antes que un relato de horror y ciencia-ficción, es una trágica historia de amor, con uno de los protagonistas condenado a morir; y que en cierto modo, la metamorfosis es una metáfora de la enfermedad o el envejecimiento. Esto se siente así (gracias también a la impecable música de Howard Shore), llegando uno a identificarse con el protagonista, y emocionarse con su desenlace.

Encuentro fascinante el retrato de la evolución del protagonista (Goldblum está sensacional, creíble y espontáneo), enfrentándose a los síntomas de su mutación primero con entusiasmo (convertido en una especie de superhéroe, como los protagonistas de ‘Scanners’), luego con incredulidad y pánico (la famosa escena delante del espejo), hasta llegar a la aceptación de su cruel destino; pero falla la vertiente romántica de la historia. Más que incondicional amor, veo en Veronica compasión, y finalmente, miedo ante un monstruo peligroso. Claro que “Brundlefly” (como se autodenomina) no ve las cosas de la misma manera, cada vez menos humano, y no duda en atacar salvajemente a Stathis (una escena impactante, de las más recordadas), quien de manera sorprendente llega a abandonar esa fachada de pesado idiota con la que es presentado para mostrar agallas en el último acto, atreviéndose a entrar en la guarida de la bestia para salvar a Veronica.

Intensa, divertida, amarga, perturbadora, a pesar de algunas incoherencias (se fuerza el accidente que provoca la transformación) y lagunas del guion (algunas por aligerar la narración, como la omisión de lo que ocurre con el segundo babuino), ‘La mosca’ sigue inquietando hoy en día, 25 años después de su estreno. Fue un gran éxito de taquilla, el mayor en la carrera de David Cronenberg, lo que provocó el lanzamiento de una endeble secuela tres años más tarde, dirigida por Walas y solo con Getz repitiendo personaje; también obtuvo buenas cifras, pero carecía de la imaginación, la atmósfera y el dramatismo de la primera parte, quedando un producto rutinario y olvidable. Aparte de esa continuación, a Cronenberg le ofrecieron más remakes, pero siguió rechazando proyectos comerciales (el canadiense no considera comercial lo que tiene éxito, sino lo blando, inofensivo e intrascendente) para embarcarse en la producción de otra historia que tampoco dejaría a nadie indiferente. Hablaremos de ella próximamente.

  • Especial David Cronenberg en Blogdecine:

‘Stereo’

‘Crimes of the Future’

‘Vinieron de dentro de…’

‘Rabia’

‘Fast Company’

‘Cromosoma 3’

‘Scanners… su solo pensamiento podía matar’

‘Videodrome’

‘La zona muerta’

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