'The Twilight Zone': la temporada 2 del reboot de Jordan Peele supera a la anterior pero aún le viene grande su título

El nombre de Jordan Peele ha irrumpido en el panorama del fantástico y de terror no tanto como un renovador como un tradicionalista ejemplar de los formatos y esencia del género en Norteamérica. Por ello, su cara al frente de un nuevo revival de la mítica serie 'The Twilight Zone' tenía unas posibilidades, a priori, muy estimulantes. Su cine no deja de tener el espíritu de aquellos episodios que han servido para construir la textura de muchos autores modernos.

Sin embargo, la primera temporada fue un auténtico fiasco. Pese a tener una presentación superior a la media de antologías, con un buen reparto y fotografía, efectos y presupuesto, las historias no acababan de enganchar y el tono se movía a través de un velo extraño entre la ciencia ficción, el terror y la fantasía. Un planteamiento que, sobre el papel, no tenía ninguna pega pero que erraba el tiro precisamente por parecer no querer ser ninguno de esos géneros en vez de todos a la vez. En vez de abrazar el fantástico parecía que buscaba crear su propia definición del mismo.

Una en la que no molestara demasiado a nadie. No ser demasiado aterradora para no asustar al que le guste la fantasía, ciencia ficción como recurso suavecito para no ser demasiado fantasiosa y fantasía muy cargada de conceptos tecnológicos para no dejar volar la imaginación demasiado y acotar lo imposible. En un intento por rescatar el espíritu de lo desconocido del original llevado a un concepto seguro y predecible que conseguía el sentimiento opuesto, que lo que íbamos a ver nunca nos sorprendiera.

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Crónica de un fiasco

Y si a ello le unimos un poco de conciencia que trata de hablar del presente a través de temas sociales en el candelero, entendiendo esto como una representación neutra y siempre blanca de los conceptos que trata de satirizar, quedaba el mismo resultado estético y discursivo que la nueva ‘Amazing Stories’ de Apple TV, haciendo difícil incluso diferenciar entre ambas. Es como si los segmentos dirigidos por Steven Spielberg en ‘Cuentos Asombrosos’ (Amazing Stories, 1986) y ‘En los límites de la realidad’ (Twilight Zone: the Movie, 1983) se tomaran como “el espíritu de la serie original”.

Y el problema es que la nueva ‘The Twilight Zone’ no amagaba con salir de esa zona de confort y se escudaba en un uso de la iconografía de la serie original para validar su condición falsamente retro, ofreciendo una colección de premisas con interés, pero enfangadas por el aburrimiento y la asepsia de su propia responsabilidad de llevar sobre los hombros el legado de una serie conocida por todo el mundo, confundiendo esa carga con hacer un producto “para todo el mundo”, logrando que absolutamente ninguno de sus capítulos tuviera ninguna repercusión.

Es como si sus desarrolladores hubieran olvidado que, en primer lugar, ‘The Twilight Zoneera un lienzo en blanco kamikaze y estimulante porque cualquier autor podía entrar y ofrecer su visión del fantástico. Rod Serling, un erudito de la Weird Fiction, reflejaba todo lo que amaba en sus guiones, pero incluía las ideas más extrañas que aprendía de la literatura, cuando no contaba con maestros como Richard Matheson para sus guiones. Este reboot tiene no solo la responsabilidad de estar a la altura, sino de servir de lanzadera a las mejores voces actuales.

Y bien, aquí es donde la segunda temporada consigue, al menos en parte, encontrar el punto que no tenía la anterior, de aunar buenos puntos de partida con desarrollos más eficaces centrados en la experiencia y no tanto en el mensaje. No es casualidad que algunos de los mejores episodios de este nuevo lote vengan firmados por autores con algo de presencia en el cine de género. Por ejemplo Osgood Perkins, director de la estilizada ‘Gretel & Hansel’ (2020) firma el último y más extraño episodio de la temporada.

Mejor que la primera

You Might Also Like’ es una especie de continuación de uno de los episodios más míticos de las temporadas clásicas, pero esa no es la razón por la que se impone sobre el resto, sino porque deja ver más la huella de su autor, no solo en detalles de puesta en escena sino en su atmósfera enrarecida, que contrasta con el humor frío y surrealista que desprende su vis satírica. Pasa lo mismo en ‘8’, un micro terror submarino con pulpo que tiene más de rareza en la línea de los directores Justin Benson y Aaron Moorhead que de la media de episodios del reboot.

Sin embargo, el mejor episodio es el que firma Win Rosenfeld, el coguionista de la nueva ‘Candyman’ junto a Jordan Peele, un divertido juego del gato y el ratón de la policía y un actor frustrado cuyo gancho es el transporte del alma cuerpo a cuerpo, un poco al estilo del demonio de ‘Fallen’ (1998), pero desde una perspectiva más terrenal y aparentemente ligera, que va encadenando giros hasta terminar plenamente en alto. Es fácilmente, y por mucho, el mejor episodio de toda la serie.

Meet in the Middle’, el piloto de esta nueva temporada empieza con un solterón que tiene una conexión telepática con una extraña, con la que empieza una relación casi en clave ‘Her’ (2013), y que tomará un cariz inesperado en sus giros de guion, ofreciendo un gran clímax a un episodio que muestra el gran punto débil de esta temporada. La inconsistencia en el metraje. Hay un número inusual de episodios que duran más de 40 minutos cuando la duración media con la que partían era de media hora. Esto hace que, incluso las mejores historias, se acaben haciendo algo pesadas.

Otra oportunidad perdida

Salvo algún episodio salvable como ‘Among the Untrodden’ el resto son bastante prescindibles es intrascendentes. La buena idea de algunos, como ‘A Small Town’ , se diluye en la falta de urgencia generalizada de muchas de las historias. El prometedor ‘A Human Face’, que parece emparentarse con ‘Vivarium’ (2019), y tiene algunos momentos de atmósfera lóbrega y de mal rollo, se choca de bruces con interminables escenas de diálogo que llevan el ritmo a dique seco.

Jordan Peele ofrece un buen papel de anfitrión, con elegancia y cierto toque de picardía que hace que tenga cierta gracia verle aparecer dentro de los escenarios en medio del episodio para introducir y despedir los mismos. Pero por otra parte, el guion que firma para ‘Downtime’ es olvidable e, incluso con algún atractivo visual a lo ‘Dark City’ (1998), acaba resultando un ‘San Junipero’ bajo en calorías que enseña la peor cara de la serie.

La única forma de salvar ‘The Twilight Zone’ habría sido una remodelación completa que no ha sucedido. Pese a que hay buenos momentos, la sensación final es otra vez de oportunidad perdida, lamentablemente, para elevar el formato de antología de terror y fantástico, con todo el viento a favor. Más interesados en la etiqueta y menos en aportar algo, es curioso como vemos que los festivales son una factoría de proyectos indie hechos sin medios que ofrecen mejores y más relevantes variaciones de la serie original que la “oficial”. Qué diferente habría sido si alguno de sus episodios hubiera confiado en alguna de esas nuevas voces sin preocuparse en la homogeneidad sintética del producto.

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