'Pacto de silencio', bordeando la mediocridad

Como ya dije en la entrada previa al estreno del filme, hasta la fecha sólo han habido dos cintas de Robert Redford como director cuyo visionado considero imprescindible, 'Gente ordinariacorriente' ('Ordinary People', 1980) y 'Quiz Show: el dilema' ('Quiz Show, 1996). Y aunque sobre el papel tanto la temática de la cinta como la apabullante lista de actores que se han puesto a sus órdenes para 'Pacto de silencio (The company you keep)' ('The Company You Keep', 2012) parecían ser garante de que íbamos a encontrarnos con una nueva producción que poder incorporar a tan selecto y reducido grupo, a la hora de la verdad este drama de suspense con tintes políticos que ha supuesto la novena incursión del actor en las tareas de realización es de una mediocridad que asusta, dando sus dos horas de metraje incontables muestras de irregularidad.

Y si en otros filmes resulta complicado discernir con claridad qué es lo que funciona y qué aquello que lastra al correcto fluir de la acción, en 'Pacto de silencio' realizar dicho análisis resulta hasta cierto punto un juego de niños, pudiendo apuntar fácilmente a las torpezas del guión y a la inane realización de Redford como principales responsables de la parte negativa de la proyección y a la espléndida labor de la totalidad de su equipo interpretativo, director incluído, en la positiva.

Carente de una voz propia e identificable, algo que se puede leer de forma muy sencilla comparando cualquiera de sus anteriores filmes, la personalidad de Robert Redford como cineasta siempre se ha definido a través de la menor huella posible, un hecho que ha provocado, no cabe duda, la poca relevancia de un alto porcentaje de su filmografía al que ahora viene a unirse 'Pacto de silencio': no es que la dirección del actor pueda tacharse de insufrible, pero sí que es imposible no apercibirse de lo inane en los modos narrativos de un director que se muestra incapaz de aportar la necesaria tensión a la acción, acusando toda la proyección de un ritmo incesante, sí, pero tan despersonalizado y carente de interés que pocos asideros encuentra el respetable para no caer en el aburrimiento.

Un aburrimiento del que, todo sea dicho, no es tan responsable la dirección de Redford como sí lo es el guión de Lem Dobbs, un libreto mediocre que parte de un interesante material original —la cinta se basa en una novela de Neil Gordon— y que, trascendida la exposición de su premisa de partida —con ese grupo de jóvenes incorfomistas que llegaron al terrorismo para defender sus ideas y que el FBI lleva más de cuarenta años buscando—, comienza a transitar no ya por lugares comunes, que también, sino por una cantidad de socavones sin explicación que, cuando se llega al final de la trama, la sensación que queda en el espectador es la de haber acudido a una cinta que debía funcionar a cualquier precio y que ha tapado de burdas maneras muy relevantes cuestiones que nunca llegan a responderse.

(Atención spoilers) Y aquí habría mucho donde apoyarse, pero la mayoría a lo que se le pueden sacar los colores gira en torno al personaje de ese periodista todoterreno interpretado con mesura —sí, habéis leído bien, con mesura— por Shia LaBeouf: eje fundamental sobre el que gira toda la trama junto al personaje de Robert Redford, la capacidad deductiva de este implacable redactor supera por momentos a la de Woodward y Bernstein, y no queda para nada claro en el filme cómo diantres averigua la verdadera identidad de la hija de Brendan Gleeson —breve pero, como siempre, magnífico— o de qué manera termina dando con la clave de la fuga del personaje interpretado por su compañero de cartel. (Fin spoilers)

Con el severo traspiés que supone estar preguntándose constantemente hacia dónde se dirige el filme y cuáles son las intenciones últimas del guión —en serio, finalizada la proyección la pregunta más obvia es ¿y todo esto para qué?— lo único que le resta al espectador es sentarse y disfrutar, a ser posible en versión original, de fantástico trabajo que hacen Redford, Susan Sarandon —impresionante la escena del careo con el periodista— o Chris Cooper, o de la corrección por encima de la media que engalana a Terrence Howard, Sam Elliot, Julie Christie, Nick Nolte, Richard Jenkins o, como decía antes, Shia LaBeouf. Ya dependerá de vosotros el ponderar si el reparto llega a justificar el gasto de la entrada para contemplar una cinta que podría haber sido bastante mejor y que, como apunto en el titular, bordea la mediocridad de principio a fin.

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