Por qué 'Spider-Man: No Way Home' consigue redimir y mejorar la trilogía de Tom Holland y Jon Watts

Hay cierta dependencia tóxica en los nuevos productos Marvel a utilizar conexiones con el resto de su universo para crear interés y poner de nuevo la zanahoria al final de la caña a sus seguidores que empezó a ser bastante evidente cuando el superhéroe de ‘Spider-Man: No Way Home’ fue presentado de la mano de Tony Stark, casi como tomando la alternativa a un torero, el superhéroe estrella de Stan Lee era presentado a los profanos como "ironmancito".

Esto derivó en dos películas muy desiguales e irregulares, que confundían el cine adolescente de John Hughes con las soap operas del Disney Channel y que proponían a un Peter Parker únicamente saltarín y bromista que ignoraba el carácter que consigue que Spider-man sea Spider-Man. Para rematar, sus escenas de acción estaban cortadas por plantilla y parecían alcanzar el punto más perezoso de la adecuación de la estética Marvel, con la iluminación al máximo y una puesta en escena funcional.

SPOILERS DE TODA LA PELÍCULA EN ADELANTE

Los primeros compases de ‘Spider-Man: No Way Home’ mantienen algunos de los defectos de las dos primeras películas, acumulando conveniencias de guion y escenas que no llevan a ninguna parte en la exposición de las consecuencias de la revelación de la identidad de Spider-Man. Las razones para desafiar la autoridad del Doctor Strange, y lo que es más absurdo, el desencadenante de no poder entrar en la MIT, siendo Parker un pupilo de Tony Stark miembro de los Vengadores se caen sin haber empezado a levantarse.

Un primer acto caótico lleno de Deux Ex Machina

Este es uno de los problemas de ubicar las películas en un universo compartido tan entrelazado. Todas esas razones tendrían más sentido en películas de Spider-Man autónomas más orgánicas, y un héroe con un harapo de colores que no llega a fin de mes, pero después de salvar el universo de Thanos en una institución corporativa, no vale que Nick Fury no esté a mano para justificar que dejen totalmente vendido a un crío que ha entrado a Stark como becario de lujo. No es cuestión de sacarle las cosquillas al punto de partida, pero resulta muy forzado.

Sin embargo, cuando se pone en marcha, la segunda mitad del largometraje justifica el guirigay de momentos absurdos hasta lo ofensivo –¡Sí, salvemos una y otra vez a los pobrecitos villanos!– y las reiterativas acciones sin sentido de algunos personajes –¿por qué parece que todos saben todo lo que está pasando en todas partes estando no ya en lugares diferentes, sino en dimensiones paralelas?– con un cambio del tono de los dos primeros capítulos hacia una buena pieza de cine fantástico en su sentido más amplio, que más allá del desfile de caras conocidas es otra revisión superheróica de ‘La Pata de Mono’ como ‘WW 1984’.

Si se es capaz de perdonar las excusas, demasiado perezosas o tontas, para poner en marcha el carrusel de ‘Spider-Man: No Way Home’, nos encontramos con una buena película de dimensiones paralelas, que empieza con el espíritu ligero de una aventura de Bill y Ted y acaba (literalmente) con señas incluso al cine de Richard Kelly, con esa MJ saludando en un guiño directo al final de ‘Donnie Darko’, también con sus dimensiones que se abren y las decisiones éticas con sabor a episodio de ‘The Twilight Zone’ de otras de sus películas.

Tres Spider-man, un mismo lema de poder y responsabilidad

Además John Watts pone más de su parte, con escenas de acción muy notables, como la bellísima interacción con Dr. Strange, una maravilla caleidoscópica que muestra la importancia del diseño y las posibilidades surrealistas del mundo mágico del cirujano. Si es un aperitivo de lo que veremos en el multiverso de la locura es muy prometedor. También está muy bien planteado el enfrentamiento con el Doctor Octopus y su secuencia de acción final logra completar la experiencia con una interacción en equipo memorable. Y esto nos lleva al gran elefante en la habitación, la presencia de los otros dos Spider-Man históricos en este fin de fiesta de la saga de Tom Holland.

Lo cierto es que, operación comercial o no, más allá del plantel de villanos rescatados la inclusión de Tobey Maguire y Andrew Garfield acaba siendo mucho más que un simple despacho de cameos. Hay un propósito. La presencia de tres versiones de diferentes edades del personaje ofrece una visión de los diferentes estados de respuesta ante la adversidad del personaje. Su interacción es casi terapéutica, una puesta en común de autoayuda que la película se las apaña para convertir en magia, con un cuidado intercambio de información, entre el humor y el drama.

Preguntas propias de personajes de Kevin Smith –¿emite tela de araña por el pene la versión Raimi?– y diferencias generacionales resultas con gracia, hacen que haya una coherencia entre sus idiosincrasias, lo que crea una química en pantalla que sirve como bálsamo a la tristeza de la muerte de Tía May, un personaje que, a diferencia del Tío Ben de otras películas, hemos seguido durante mucho más tiempo. Escenas como el rescate de MJ por la versión Garfield es un momento de redención y justicia con el personaje en la que el actor logra poner los pelos de punta en su micro 'Amazing Spider-Man 3' particular.

Un guion que entiende a la perfección el material que está tratando

La idea no tiene mucho de original dado que la vimos hace un par de años en la fantástica ‘Spider-Man: un nuevo universo’, pero lo cierto es que en este caso consigue redimir la deriva previa haciendo pasar al Peter Parker de Tom Holland de superagente juvenil Stark Jr. al verdadero hombre araña, entendiendo su dualidad moral bonachona y agresiva para llegar al corazón del personaje. Y es que el adolescente de Ditko no era el vacilón feliz que muchos han querido imaginar (o idealizar) en las anteriores, sino que siempre fue un contraste de energías, un constante dilema del tranvía con cables cruzados, un desastre noble y con poco dinero.

‘No Way Home’ por fin ha clavado lo que hace funcionar al personaje y lo demuestra con los sacrificios que está dispuesto a realizar –en sus distintas versiones– y además lo remata con un epílogo amargo y redondo que hace pensar en todo el viaje del héroe, dando más sentido a la progresión de Holland con un par de detalles de guion excelentes, desde el colgante de Mary Jane a la táctica de Parker para desafiar al hechizo y lograr que ella le recuerde, abriendo una posibilidad sentimental con gancho para nuevas películas.

Es cierto que ‘Spider-man: No Way’ tiene ADN de evento pero juega bien sus cartas y si sobrevivir a una tormenta dentro de dos fuerzas como Disney/Marvel es difícil, ya con Sony en la sala la tortilla tenía demasiados huevos como para no romperse, y sin embargo logra darle la vuelta de una pieza gracias a un plantel de actores estupendo –da gusto ver a Alfred Molina y Willem Dafoe dando miedo solo con su mímica– y algunas soluciones que dan un necesario asidero emocional a las peripecias del mejor superhéroe Marvel, desconectado ya, por fin, de su imagen del pequeño ‘Iron Man’ de club Megatrix.

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