'To the Gates' pasó a ser uno de los puntos álgidos de la serie
Toda serie épica tiene su oportunidad de dejarnos embobados con una batalla que sube el listón. En 'Vikingos' eso ocurrió en el octavo episodio de la tercera temporada, emitido en abril de 2015 y desde el que aunque parezca mentira, han pasado ya diez años. En un evento que el creador Michael Hirst llevaba mucho tiempo anticipando, 'To the Gates' empezaba poniendo los nervios a flor de piel. Sembrar el pánico entre los parisinos era solo el principio, y ahora las tropas de Ragnar desembarcaban a las puertas de la ciudad amurallada para hacer frente al rey Charles.
A los espectadores les esperaban unos treinta minutos de acción sin descanso en un episodio que años más tarde para muchos sigue siendo de los mejores de la serie. Actualmente se encuentra el tercero más valorado de toda la serie según los usuarios de IMDB. Además de darnos una batalla solo a la altura de las mejores series, sus eventos suponían un importante punto de inflexión en la temporada. En su reseña para Espinof, a Noelius le evocaba "sabor inconfundible al 'Juego de Tronos' más vibrante", y lo llamaba "uno de esos capitulazos que crean afición".
Conseguirlo no fue nada fácil. El rodaje requirió el set más grande que la serie había usado hasta la fecha y el trabajo de unos 500 extras de los cuales, hasta 200 eran dobles de acción. Hicieron falta 740 metros cuadrados de decorado para dar vida a la calle parisina y la entrada a la torre. 446 metros cuadrados para el palacio de París y el interior de la catedral, y murallas de 93 metros cuadrados.
Pero de nada habría servido la gran escala al servicio de una mala historia. El episodio nos sentaba al asiento con un enfoque coral. La acción era en todo momento legible, tensa y brutal, con líderes inesperados en ambos bandos y la intervención de una Gisla que va cambiando el rumbo de la contienda. El acto final es potente y doloroso, con grandes pérdidas que forzaban la retirada, pero que fortalecían las ambiciones de conquista de Ragnar.
"El rodaje fue sobrecogedor en sí mismo", afirmaba Hirst en una entrevista para TVInsider. "Cientos de extras y dobles, vikingos subiendo escaleras y luego prendiéndoles fuego. Dobles cayendo de las murallas al agua…" Hirst admitía que como creador, la mayor parte de tiempo que se pasaba viendo los rodajes era "francamente aburrido", pero que aquello fue de todo menos eso.
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