Ciencia-ficción: 'Species', de Roger Donaldson

Un rápido repaso a la trayectoria de Roger Donaldson, cineasta australiano que comenzó su actividad a finales de los setenta, nos devuelve una filmografía a la que el epíteto ecléctico se le queda muy, pero que muy corto: y para ello sólo hay que atender a extremos tan dispares de su producción —tanto en calidad y género— como 'Motín a bordo' ('The Bounty', 1984), 'Cocktail' (id, 1987), 'Un pueblo llamado Dante's Peak' ('Dante's Peak', 1997) o la cinta que nos ocupa hoy.

Único título de ciencia-ficción de una carrera que, como digo, ha tocado palos desde la comedia al thriller —acaso el género en el que más ha insistido—, pasando por el drama o el cine de catástrofes, 'Species' (id, 1995) es, sin lugar a dudas, uno de los puntos más bajos del cineasta junto a esa chorrada monumental sobre un barman con enormes aspiraciones rodada a mayor gloria del Tom Cruise de los ochenta.

H.R.Giger, no hay nada más que decir

Recuerdo con bastante claridad que en su momento, hace dos décadas, y en los meses previos a su estreno en octubre de 1995 —su estreno en España, cabría precisar—, el mensaje en el que más insistió la campaña publicitaria de 'Species' fue el que el extraterrestre al que ponía bello rostro en su versión humana —rostro y nada más, cabría añadir— la espectacular Natasha Henstridge, venía diseñado por ese mago de las pesadillas ilustradas y esculpidas que fue H.R.Giger.

Huelga decir que si tanto se insistía en la colaboración del artista suizo era por la inmensa fama que éste había alcanzado gracias al espectacular, revolucionario y legendario diseño del xenoformo que, a aquellas alturas, ya había causado estragos en la vida de Ellen Ripley en las dos magistrales ocasiones en que habíamos viajado a los confines del espacio de la mano de Ridley Scott y James Cameron.

Con tamaña baza de como respaldo, queda claro que los amantes del género íbamos a acudir sin pensárnoslo dos veces a esta propuesta ideada por Dennis Feldman —el mismo escritor que en los ochenta había llevado a Eddie Murphy al Tibet o que, cuatro años más tarde del presente filme, se hundiría en la mayor de las miserias— que gira en torno a un experimento en el que se ha creado vida gracias a una transmisión extraterrestre en la que se explica como mezclar ADN humano con extraterrestre (sic).

'Species', mala con repuntes de infumable

Tan descabellada idea de partida —que, quién sabe, bien podría haber funcionado en las manos adecuadas— deviene aquí en un horrendo ejercicio cinematográfico en el que uno no sabe qué es peor, si los derroteros por los que va discurriendo la acción, las paupérrimas formas que Donaldson demuestra tras el objetivo, los agujeros tamaño Gran Cañón del Colorado que tiene el guión o lo mediocre en términos genéricos del trabajo que llevan a cabo los integrantes del reparto.

Conformado éste último por un Ben Kingsley que no podía estar más perdido, un Michael Madsen que parece que se limita a repetir si papel de Mr.Blonde de 'Reservoir Dogs' (id, Quentin Tarantino, 1992), un Alfred Molina completamente desubicado o ese "émpata" al que da vida —eufemismo— un Forest Whitaker en el que es el peor personaje del filme, es no obstante sobre los diálogos que se derivan del libreto donde hay que verter mayor responsabilidad.

Lo poco creíble de los mismos —perlas incuestionables son todas las aseveraciones que salen de boca de Whitaker o la cháchara científica que manejan Kignsley y Marg Helgenberger— hace que, al poco de haber comenzado la proyección, uno se cuestione abandonar el barco. Si no lo hace, y decide "sufrir" hasta el final, lo que le espera es una cinta con una clarísima vocación: que el contar con Giger no se limite al diseño del personaje y se traduzca en un homenaje a una buena parte de la personalidad de 'Alien, el octavo pasajero' ('Alien', 1979).

Y cuando hablo de homenaje en realidad quiero decir "copia casi descarada" ya que, llegado el tercer acto, todo lo que trasciende en el subsuelo de Los Ángeles y en cómo los protagonistas intentan dar caza al letal experimento apesta, y si la habéis visto sabréis hasta qué punto, a refrito mal planteado y peor cocinado de los pasillos de la Nostromo y el enfrentamiento entre sus tripulantes y el extraterrestre que éstos encuentran en el LV-426.

Si para colmo a tan mal olor añadimos el que se desprende de unos efectos visuales generados por ordenador que hacen que echemos de menos, y cómo, al tipo disfrazado del filme de Scott, y añadimos al conjunto lo absurdo del calentón que guía las acciones de la extraterrestre, que lo mejor que puede decirse de 'Species' es que la banda sonora compuesta por Christopher Young es pasable —nada que ver con los soberbios ejemplos para el cine de terror que el músico había escrito para las cintas de Clive Barker— da una idea bastante precisa de lo que pudimos encontrarnos hace cuatro lustros en las salas de cine.

Y cuidado, que no se sabe muy bien por qué, pero hasta tres han sido las infectas secuelas que, entre 1998 y 2007 se han llegado a producir de este olvidable título. Cosas de Hollywood.

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