'La conjura contra América': HBO estrena una ucronía esencial con un David Simon en plena forma

Una de esas cosas de las que a la hora de hablar de historia reciente se suele edulcorar (por no decir que se omite) es el idilio de una parte de Estados Unidos con la Alemania nazi en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Bueno, y posteriores, que ahí tenemos 'Hunters' para recordárnoslo.

Es esa Estados Unidos del "America First" la que pone los cimientos de 'La conjura contra América', la nueva miniserie de HBO realizada por David Simon y Ed Burns y compuesta por seis notables episodios protagonizados por Morgan Spector, Zoe Kazan, Winona Ryder y John Turturro.

Philip Roth se imagina en la novela adaptada una nación en la que uno de los principales líderes es el pionero de la aviación y héroe para el pueblo estadounidense Charles F. Lindbergh, quien se presenta a las elecciones de 1940 como aislacionista y el único que puede evitar que Estados Unidos entre en la Segunda Guerra Mundial.

Pero también es un hombre que alenta el odio hacia lo no caucásico, hacia la inmigración y cuyas relaciones con el gobierno alemán hacen de esta "neutralidad" algo sospechoso. Pero no nos encontramos en estos seis episodios con un drama de política en tiempos de guerra, sino con algo profundamente familiar.

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Una ucronía que pone el peso en la familia

El que sea así hace que Simon y Burns se adentren en lo que más les gusta hacer. Un costumbrismo excelente en el que la vida de los Levin y allegados se abre al espectador como si fuesen nuestros vecinos de al lado. Logrando así que sus experiencias sean tan cercanas a las nuestras que asustan.

El centro de 'La conjura contra América' nos lo encontramos en la familia del joven Philip (Azhy Robertson) que desde el primer momento es el testigo silencioso de todos estos cambios. Que ve cómo su primo (Anthony Boyle) se va a Canadá a alistarse en el ejército; que su tía Evelyn (Ryder) se enamora de un rabino (Turturro) simpatizante de Lindbergh y que a su padre (Morgan Spector) le hierve la sangre viendo lo que está pasando.

Claro, también tenemos el hecho del inevitable paralelismo entre esa Newark de principios de los 1940 y la Estados Unidos de Trump (o la sombra de VOX en España). Algo que Simon en su narrativa subraya: al comienzo de 'La conjura contra América' Lindbergh es un charlatán al que reirle las gracias, pero poco a poco empieza a haber muestras de antisemitismo y demás manifestaciones racistas.

Un mundo que «no se podía "de saber"»

De hecho a mí una de las cosas que más me ha fascinado de la miniserie es que es consciente (y de hecho habla de ello) de lo fácil que es ver las cosas "a toro pasado" y lo difícil que es, en un momento de tensión y de cambios a veces imperceptibles, tener una perspectiva panorámica que nos permita juzgar correctamente qué es lo que está pasando.

Ese "nadie lo vio venir" a pesar de que las pistas estaban clarísimas. Por ejemplo hay una escena en la que Evelyn (Ryder) y el rabino Bengelsdorf (Turturro), entusiasta simpatizante de Lindberg son invitados por el Presidente y se dan cuenta de que no son del todo bien recibidos.

Pero al igual que el paralelismo es obvio, hay que agradecer que los guionistas no lo machaquen. Dejan respirar a la historia sin necesidad de guiñar continuamente el ojo con un "dentro de ochenta años es así" en todo un ejercicio de mantener la ficción especulativa en un momento en el que ya no es tan especulativo.

En este sentido, 'La conjura contra América' nunca se aleja demasiado de su construcción como drama familiar. Y uno con el sello de HBO rebosando por los cuatro costados contando con una producción exquisita y un reparto excelente. La dirección de Minkle Spiro y Thomas Schlamme logra que la casi hora de cada episodio se pasen cortas a pesar de la densidad acostumbrada por el guion de Simon y Burns.

En definitiva

Si tuviera que decir a qué se acerca más dentro de la filmografía de Simon, probablemente diría que está a medio camino entre 'Treme' y 'The Deuce' en cómo me ha recordado ese costumbrismo y el modo de acercarse a la historia y sus personajes. Pero la verdad es que es lo suficientemente diferente de ellas.

En definitiva, David Simon ha vuelto a demostrar que es uno de los mejores dramaturgos televisivos y que Ed Burns es lo que necesita para dar el toque justo de dirección a una historia que pide ser continuada. O yo, por lo menos, quiero ver más historias de los Levin.

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