Ver a Jack Black corriendo con un jabalí atado a la chepa endulza un poco su pobre sentido del humor
No hace falta ser un experto en la materia, leerse hasta la última newsletter de Puck y vivir sumergido en una tonelada de artículos de Variety y The Hollywood Reporter diariamente para ser plenamente consciente de la deriva ha tomado la industria cinematográfica estadounidense durante los últimos años. Concretamente, una en la que la creatividad está bajo mínimos y que opta por explotar hasta las propiedades intelectuales más inesperadas en un baile de cifras y pérdidas de licencias casi surrealista.
Es por esto que, cuando se anunció que 'Anaconda', la infame película dirigida por Luis Llosa y que contó con un reparto tan desquiciado como la cinta en sí, en el que figuraban nombres como los de Jennifer Lopez, Jon Voight, Eric Stoltz o Ice Cube, tendría un remake, mi primera reacción no pudo estar más alejada de la sorpresa y el interés.
Pólvora mojada y buenas intenciones
Pero todo cambió cuando comenzaron a filtrarse los primeros detalles sobre la producción y sus entresijos argumentales. Fue entonces cuando mi indiferencia se transformó en cierto interés tras saber que el realizador Tom Gormican se aliaría con Paul Rudd y Jack Black para firmar una comedia pasada de vueltas y en clave meta que prometía abrazar el espíritu de la soberbia 'Tropic Thunder'. Desde luego, palabras mayores.
Por desgracia, dentro de la inmensidad de posibilidades que abría una premisa en la que dos colegas de la infancia intentan hacer un remake del mencionado largometraje de 1997 con cuatro duros y en medio de la selva, esta suerte de "secuela espiritual" ha terminado siendo poco menos que un gigantesco barril de pólvora mojada incapaz de explotar que incluir a la lista de proyectos más interesantes sobre el papel que en pantalla.
Hay que reconocer que Gornican, tras la encomiable 'El insoportable peso de un talento descomunal', se las ha apañado para maquillar el decepcionante resultado con algún que otro dardo envenenado contra la maquinaria hollywoodiense y con ese amor por el medio que transpira el entusiasmo de sus protagonistas con su proyecto imposible, pero, en última instancia, su sentido del humor está a años luz del de sus congéneres recientes.
Aún así, mi incapacidad para conectar con sus gags —a excepción de cierto momento con un jabalí que aparece en el póster, que me hizo reír a mandíbula batiente— es el menor de mis problemas con una 'Anaconda' con una trama desarrollada de forma tremendamente irregular y que no despega hasta el tercer acto, y que adolece de unos personajes infradesarrollados al servicio del guion —lo de Daniela Melchior es terrible—.
Mientras que Jack Black ha vuelto a demostrar que ya no actúa, sino que se interpreta a sí mismo en una suerte de repetición infinita —tampoco pasa nada—, Paul Rudd se las arregla para salvar los muebles y Selton Mello deslumbra como lo mejor de una función que podría haber dado mucho más de sí pero que, al menos, intenta desmarcarse de las simples explotaciones rancias de IPs que, tal vez, deberían haber permanecido guardadas en un cajón.
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