'Secretos de un escándalo', Natalie Portman y Julianne Moore triunfan en un duelo interpretativo entre dos fabulosos personajes desequilibrados y narcisistas

Todd Haynes dirige una pequeña joya de la sátira que ha suscitado pasiones en el Festival de San Sebastián

Nada le gusta más a la prensa de sucesos que coger un delito más o menos escandaloso o un drama relativamente lacrimógeno y agrandarlo hasta convertirlo en un asunto de interés nacional del que dar últimas horas continuas en la que, normalmente, la única novedad es una lágrima de más o una declaración fortuita perdiendo los nervios.

Billy Wilder ya mató cualquier otra película que se quisiese inspirar el tema en su obra maestra 'El gran carnaval', pero el cine se las arregla para siempre tener algo más que contar: ¿qué pasa cuando, veinte años después, alguien quiere hacer una adaptación cinematográfica de aquel suceso y se abren heridas que deberían haber permanecido suturadas?

Duelo en la cumbre

Ese es el punto de partida de 'Secretos de un escándalo' ('May December'), que ya en su primera escena deja claro y subraya que nada de lo que vayamos a ver en esta sátira debe tomarse en serio, desde el acompañamiento musical reiterativo (sacado directamente de la banda sonora de Michel Legrand en ‘El mensajero’, de 1971) hasta una factura visual pretendidamente televisiva: la exageración forma parte del ADN de esta pequeña joya de Todd Haynes en la que se entra sin prejuicios y se sale pensando en el cruce de trastornos entre personajes rotos que se disfrazan de seguridad para camuflarse socialmente.

Y ojo, porque el duelo interpretativo pocas veces ha estado más en lo alto. De un lado Natalie Portman, que fue quien mostró el guion a Haynes con la intención de colaborar juntos y a la que últimamente teníamos la pista un poco perdida fuera de Marvel: es maravilloso volver a verla en todo su esplendor en un papel hecho a la medida de sus capacidades (ojo a su monólogo dirigido directamente a la cámara, porque dará de qué hablar). De otro Julianne Moore en una de las mejores interpretaciones de su vida, fascinante y siempre escondiendo algo con un personaje que parece sacado de una versión alternativa y (más) maligna de ‘Mujeres desesperadas’: la actriz logra darle un tono de consciente inconsciencia y de tristeza traumática escondida tras una sonrisa perenne que debería, como poco, hacerle entrar en la carrera de premios este año.

Ambas juegan a un juego de imitación y realidad, misterios ocultos y verdades a medias, audacia, secretos a gritos y revelaciones sorpresa. Elizabeth, la actriz, hace las veces de detective en busca de la supuesta “verdad” de su personaje, una profesora de 36 años que tuvo una relación sexual y sentimental con un alumno de 13 que dura hasta nuestros días. Y en este juego de apariencias el espectador tarda en rascar la primera capa de realidad oculta tras un pequeño negocio de reparto de dulces vecinal, una familia perfecta para la foto y un padre que nunca dejó de tener trece años ni pudo crecer con normalidad: su relación le convierte en un fantasma, un eco de la persona que nunca será, un atemorizado y triste alumno de su ahora ya eterna profesora.

And here's to you, Mrs. Robinson

‘May December’ (subtitulada en España de manera innecesaria y telefilmera ‘Secretos de un escándalo’) es un tour de force entre personajes rotos de manera irreparable que consiguen vivir como si no lo fueran a base de chismorreos que pasan como piedad y capas de superficialidad entre las que Elizabeth sabe navegar mientras construye al personaje tras la persona. De hecho, en un momento dado, uno de los personajes -a su pesar- se rebela afirmando que no es una historia, sino que es su vida. Pero realmente nunca lo fue. La historia, el escándalo y la mediatización le chuparon la vitalidad, de la misma manera que la relación entre la profesora y el alumno nunca pudo ser real, por mucho que hubiera bodas, niños y cartas de amor por el medio. El trastorno confundido con el amor.

Todo este guion repleto de relaciones improbables y revelaciones imposibles en el que ningún personaje es lo suficientemente puro como para mantener la estela de la verdad es, en realidad, una comedia con envoltorio de drama e intriga. Una sátira disfrazada -le guste o no a su propio director- de camp tan deliciosa en su maldad como descompensada en su parodia. Y es que ‘May December’ quiere ser tan inteligente y tan dramáticamente paródica que, en ocasiones, se le escapa el acelerador y su retrato familiar se hace excesivo y subrayado.

No es algo malo per se. Al fin y al cabo, es Haynes el que juega a esta parodia melodramática que exagera la telenovela, pero después de la declaración de intenciones de sus primeros minutos nunca vuelve a tener ese nivel de autoconsciencia. Pese a unos diálogos que siempre están en forma y se muestran afilados y mordaces, no puede evitar caer de bruces en una investigación a veces rutinaria (pero, ojo, nunca aburrida) en la que multitud de personajes sin fondo ni tridimensionalidad se van paseando a lo largo de las escenas como meros informantes, un recurso de guion un poco vago que sorprende ante la complejidad de un trío protagonista en cuya relación peligrosa y casi simbiótica no puedo evitar seguir pensando horas después de su proyección en San Sebastián.

Streaming de un escándalo

Sin duda alguna, el personaje más complejo y mejor escrito de ‘May December’ es Joe, interpretado por un brillante Charles Menton, una especie de niño grande al que se le han dado muchas más responsabilidades de las que es capaz de tener y que, casi a los cuarenta años, y con sus hijos yendo a la universidad, se plantea una nueva vida que se abre ante él como una segunda oportunidad de tener, por fin, la adultez normal que compensara la niñez robada. En cada una de sus escenas es capaz de robar la atención mediante su pantomima de padre, la castrante obediencia ciega a su esposa (y figura de autoridad), los patéticos intentos de seducción culpables por chat, su puerta siempre abierta a la adolescencia -la conversación en el tejado, el pastel que se ve obligado a probar- y su hobby infantil, claramente aún arrastrado por lo que le robaron a base de portadas, sucesos y amores desequilibrados.

‘May December’ utiliza códigos de exceso y tragicomedia para contar una historia de trastornos mentales en personas al límite sobreexpuestas a la presión de los medios amarillistas. Y, por supuesto, de aquellas a las que no les importa destruir un par de vidas por el camino si con ello consiguen su objetivo. Pero no es solo eso: además, da en el clavo a la hora de ridiculizar a la industria del cine, señalar el narcisismo de las personas tóxicas a nuestro alrededor y tratar el abuso sexual a adolescentes desde una perspectiva inaudita.

Es probable que lo nuevo de Todd Haynes vaya a pasar desapercibido como parte del catálogo de Netflix, que ha comprado la película tras su éxito en Cannes, pero sería injusto que una cinta con tanta maldad intrínseca y unos personajes tan excéntricamente acertados se la pegara fuera del circuito de festivales. ‘May December’ es un caramelito de comedia que sabe a desazón, sinrazón, locura, desaliento, toxicidad, manipulación y pasteles que nadie quiere comer: un menú completito.

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