Kenneth Branagh sorprende saliendo indemne de un festival de tópicos terroríficos que apenas roza a Agatha Christie
Lo de Kenneth Branagh dejándose el bigote de Hércules Poirot cada poco tiempo es una de esas tradiciones del cine de nuestros tiempos que ya damos por hechas: habrá una nueva 'Saw' en el horizonte, siempre tendremos más Marvel, veremos otra adaptación de Agatha Christie dirigida por Branagh. Sin embargo, el reparto mastodóntico de 'Asesinato en el Orient Express' y 'Muerte en el Nilo' se ha rebajado notablemente en una tercera entrega que mete al detective en el tren de la bruja con inesperados resultados. Esto no es necesariamente bueno.
Me has dejado en Branagh
Hasta ahora, los whodunit de Poirot venían reforzados por un reparto de dimensiones astronómicas en los que se juntaba la flor y nata del cine. En esta tercera entrega, sin embargo, el presupuesto ha bajado en veinte millones de dólares y el director ha tenido que tirar de una Tina Fey tan divertidísima como desaprovechada y una Michelle Yeoh algo histriónica que antes de ponerse en el papel de la asesinada no sabía que estaba a punto de llevarse el Óscar.
No os quiero engañar: 'Misterio en Venecia' es, a la postre, como el resto de las películas modernas de Poirot. O sea, un divertimento blanquito varios niveles por debajo de los 'Puñales por la espalda' de Ryan Johnson que en ningún momento tiene la intención de engañar a nadie: no pasará a la historia del cine, no la revivirás una y otra vez, no la recomendarás ávidamente, pero durante sus dos horas cortas pasarás un rato de lo más entretenido. No todo tienen que ser obras maestras, al fin y al cabo: a veces basta con un cine cumplidor que no tenga mayores pretensiones.
En esta entrega, Poirot se enfrentará a lo sobrenatural cumpliendo con todos los tópicos del detective incrédulo. Ya sabéis: cuestionarlo todo, insistir en que existe una explicación lógica y, en un momento dado, llegar a plantearse que hay algo más justo antes de llegar a la deducción final por casualidad. Siempre es divertido ver a un detective de película hilando conclusiones y desmontando un fraude como ocurre en su primer acto, pero, cuando la cinta arranca finalmente, nos sorprende con un nuevo género en la batidora de misterio y comedia que no esperábamos ver a estas alturas: el terror.
No poirot más
No deja de ser sorprendente que, tras solo dos adaptaciones, el equipo de Branagh y Michael Green, el guionista, haya decidido que ninguna de las otras 31 novelas, 51 historias cortas y dos obras de teatro creadas por Agatha Christie sobre el personaje fueran tan buenas como la idea que tenían en mente: 'Misterio en Venecia' adapta, aparentemente, el libro 'Las manzanas' ('Halowe'en party'), pero realmente es un argumento completamente nuevo que apenas coge un par de ideas del manuscrito original.
Este distanciamiento tiene sus más y sus menos: por el lado positivo, el tono de la cinta es mucho más moderno y es capaz de lidiar con un Poirot retirado haciéndole crecer y revelar nuevos detalles sobre su compleja personalidad a lo largo de los actos, permite mostrar la mejor fotografía e iluminación hasta ahora en la franquicia y sus trucos de guion que sabe adelantarse a los espectadores más resabiados hacen que nunca sepamos exactamente lo que va a pasar. Pero, tristemente, la resolución es mucho más rocambolesca e imposible que en las dos cintas anteriores, obligándonos a suspender la incredulidad de forma constante y casi machacona.
Y parte del problema es el uso que la película hace del cine de terror, un territorio desconocido para el detective que resuelve cayendo en todos los tópicos del género que podáis imaginar: la niña a lo Sadako que se refleja en el espejo, los murmullos en las habitaciones, la puerta que se abre de repente. Terror victoriano elegante, sí, pero que hace que uno se plantee qué tenía de malo el whodunit detectivesco de toda la vida. Para qué inventar algo nuevo si con lo que teníamos ya nos iba bien.
¿Qué es Halloween?
Si nos lo tomamos como especial de Halloween de esta saga estrenado a destiempo, 'Misterio en Venecia' no funciona mal. Se trata de un misterio ideal para dejarse llevar, provisto de un ritmo con altibajos pero que no termina de decaer en ningún momento y en el que todos los personajes, aunque esta vez no estén interpretados por actores de la plana mayor de Hollywood, salen bien parados de la propuesta. Niño incluido, que no suele ser habitual.
A diferencia de otras propuestas modernas como 'The afterparty', que permite al espectador resolver el asesinato poniéndole todas las pruebas delante, 'Misterio en Venecia' no tiene ningún temor en jugar a la vieja usanza, mentir al espectador y esconder pruebas para que el derechazo final sea más sorprendente, aún arriesgándose a perder convicción. Es un retorno a la forma en un género en el que innovar es tan complicado como necesario, y, aunque literalmente realice un juego de manos en nuestras narices, es difícil marcharse de la proyección sintiéndose estafado. Han jugado contigo, pero lo han hecho de forma tan sutil y mágica que es inevitable dejarse llevar.
Con todo, lo mejor de la propuesta es esa Tina Fey como escritora de novelas detectivescas que plagió a Poirot para conseguir el éxito y que guarda varios giros de guion a sus espaldas. Tristemente, el batiburrillo no deja permear el humor inherente en la actriz y el personaje, resultando incapaz a la hora de explotar todo su carisma. Es un poco lo que le ocurre a la propia película, encapsulada en su propia idea rupturista de la mezcla de géneros pero al mismo tiempo fielmente unida a un estilo clásico en la narrativa que termina por convertirla en un perfecto pasarratos que no quiere -ni puede- aspirar a más.
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