'Sala de profesores' es la película más agobiante del año. Medias verdades, racismo y educación moderna en un thriller que compite contra J.A. Bayona en los Oscars 2024

Ambientada entre pizarras, pasillos y profesores, la película alemana reflexiona sobre la importancia de la verdad en el siglo XXI... con conclusiones terroríficas

Se han escrito ríos y ríos de tinta sobre 'Anatomía de una caída' y análisis sobre si la protagonista cometió el asesinato de su marido o no. Pero la verdad, que algunos no querrán aceptar nunca es... que no importa. A la propia directora le da absolutamente igual si es culpable o no, porque solo quiere reflexionar sobre la degradación del sistema jurídico, la supremacía de una buena historia por encima de la verdad y, en última instancia, la absoluta banalización de la justicia como algo maleable.

'Sala de profesores' ('Das Lehrerzimmer') navega entre los mismos conceptos pero a pequeña escala, ofreciendo el retrato de una profesora a la que una mala decisión le mete en un torbellino descendente que no es capaz de parar a tiempo. El resultado es agobiante, fascinante y, sorprendentemente, único.

Robos absurdos

Hay días que te levantas y todo sale del revés. Ya sabes a lo que me refiero: cometes un error en el trabajo, al defenderte lo empeoras más, las consecuencias van haciéndose más grandes y lo que en un principio había sido una mala decisión acaba convirtiéndose en una pesadilla laboral en la que no ves ningún tipo de escapatoria.

'Sala de profesores' es esa pesadilla. Lejos de tratar de hacer una radiografía de la educación moderna (aunque sin desdeñarlo), nos presenta un thriller con tintes casi hitchcockianos repleto de falsos culpables, acusaciones prematuras, arrepentimientos tardíos y verdades que a nadie importan.

Y todo empieza, como ocurre normalmente, con la mejor de las intenciones: saber la identidad de la persona que está robando cuando no queda nadie en la sala de profesores. Sin embargo, la investigación empieza a tomar derroteros inesperados que nunca terminan de eclosionar, quedando inconclusos, en los que cada espectador tendrá su punto de vista: el racismo injustificado, la eterna vigilancia moderna, el papel de los profesores en la educación actual, la sobreprotección paterna y, por supuesto, una verdad que ya a nadie importa, ahogada por la opinión.

Ilker Çatak, el director, empieza su película buscando los hechos concretos y la veracidad, pero a medida que van pasando los minutos, esta va quedando de lado, siendo sustituida por un juicio paralelo. No hacia la persona acusada, sino, como suele pasar (tenemos ejemplos muy recientes), hacia quien trató de tirar del telón y mostrar una evidencia incómoda.

'Sala de profesores' presenta así el hundimiento y la caída en el infierno y la desgracia de Carla Nowak (encarnada por Leonie Benesch), una profesora que aprende el valor de cerrar la boca en una sociedad donde los datos son lo de menos teniendo sentimientos.

Profesores a por el Óscar

Frente a otras propuestas más, a priori, oscarizables, como 'Fallen Leaves', 'A fuego lento' o 'La tierra prometida', 'Sala de profesores' ha conseguido colarse entre las cinco candidatas a mejor película de habla no inglesa de este año, convirtiéndose en competidora de 'La sociedad de la nieve', la candidata española dirigida por J.A. Bayona.

Aún teniendo competencia ardua en un año estupendo para el resurgir del cine adulto (así, en general), se lo ha ganado con creces, a pesar de que su victoria sea quizá imposible. La propuesta alemana es poderosa, diferente, actual, única y rompedora sin dejar en ningún momento de ser un thriller ambientado entre clases y pasillos de colegio.

Lo que para otras películas habría sido un handicap, para Çatak es un extra. El colegio se ve como un instrumento más de presión, una cárcel en la que las conspiranoias crecen y susurran tras cada puerta, donde cada clase transcurre de manera absolutamente misteriosa para el resto. La estética sanitizada, apta para los niños, repleta de lugares donde unos pocos púberes se juntan para fumar y donde los rumores se acrecientan en corrillos es perfecta para 'Sala de profesores', que convierte el lugar educativo en el infierno de Dante y en el que cada nueva situación peliaguda la hace caer en un nuevo círculo al que jamás esperaba llegar.

Las buenas intenciones tienen la misma importancia que la verdad en el siglo XXI: ninguna. Esta especie de fábula moral (o anti-moral) envuelta en thriller es un retrato perfecto de todo lo que puede salir mal si aún crees que dar un paso adelante puede resolver una injusticia en lugar de ser un catalizador de más opiniones, problemas y confusiones contigo en el centro de la diana. Al final, todo lo que puede hacer Nowak es ir a su clase, mirar a sus alumnos y gritar, tratando de exorcizar su único gran error: tratar de marcar la diferencia.

'Sala de profesores' y un final diluido

Hacia el final de 'Sala de profesores', la historia se les va ligeramente de las manos. La conclusión perfecta, que tiene que ver con un cubo de Rubik usado como leitmotiv a lo largo de la cinta, se pierde con unas últimas escenas en las que el chicle se estira en demasía y terminan por resultar más producto de la fantasía que de la realidad en la que sus responsables quieren enmarcar la historia.

Es solo el colofón a una impresión que va dejando a lo largo del metraje: en su ambición por hacer un retrato agobiante y repleto de giros continuos, algunas subtramas e ideas quedan mal delineadas y acaban por olvidarse (como el racismo en la escuela) para dar más importancia a otros momentos dramáticos francamente increíbles. Si la película estuviera más centrada, quizá su resultado final rozara la perfección dentro de sus intenciones. Quiere contarlo todo. Y no puede ser.

Puede que 'Sala de profesores' sea demasiado para algunas personas. Es, sin mostrar ninguna imagen dura o traumática, una experiencia intensa e injusta que, personalmente, me dejó huella, encontrando siempre el momento dramático perfecto en esa pobre profesora arrepentida de sus actos que ha causado un tsunami después de tirar una piedrecita al agua y que, incapaz de pararlo, no sabe cómo conseguir salvarse.

Lo intenta gritando, utilizando una bolsa de la basura del baño, hablando con la víctima, regalando un cubo de Rubik, luchando contra la autoridad que ella misma llamó. Y, al final, no le queda otra que quedarse sentada, esperando dócilmente las consecuencias de sus buenas intenciones y su honestidad. En el cínico siglo XXI, parece que se lo tiene bien merecido.

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