'Secretos de estado': el drama político de Telecinco convierte una buena idea en un sinsentido

Hay una especie de máxima en el gremio de los críticos de televisión que dice que si una cadena no enseña una serie antes de su estreno a los medios es que algo huele mal. Podríamos argumentar que también estrenan series malas presentándolas a los medios, pero sí que es cierto que el no mostrar provoca mucha sospecha y con 'Secretos de estado', la nueva serie de Telecinco, nos confirman los malos augurios.

Claro, también hay que entender que nos encontramos con la nueva serie de Frank Ariza, quien parece no darse por vencido en esto de la escritura de series tras perpetrar en esta misma temporada 'El continental' en TVE y participar en la producción de la mediocre 'Los nuestros 2'.

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Tampoco sé qué esperábamos nosotros viendo las palabras thriller político y Telecinco de la mano. Quizá un leve halo de esperanza de que la cadena de Vasile siga dando pasos adelante en la ficción española tras grandes series como 'Sé quién eres' o la interesante 'Vivir sin permiso', por citar alguna de las últimas series de la cadena.

'Secretos de estado' comienza con el intento de asesinato del presidente de gobierno, Alberto Guzmán (Emmanuel Esparza), justo cuando se encontraba fornicando con Paula (Michelle Calvó), su Jefa de prensa. Esta situación supone un bombazo en el panorama político y Ana Chantelle (Miryam Gallego), la primera dama, decide tomar las riendas para no mostrar debilidad que dé pie a los que han conspirado contra el presidente.

Ya desde el primer momento nos encontramos con una serie que no se esconde. La política no interesa tanto como el culebrón de palacio. Y no me refiero únicamente al sexo entre gabinetes y el festival de cornamentas, sino a la constante lucha por llevar la voz cantante.

No es que tenga un problema con el tema culebronesco, pero este es el típico ejemplo de que no ir a por todas en este sentido no es una opción válida. Eso y de caer en clichés tristes como la sexualizada hija adolescente del presidente intentando seducir a su escolta y demás escenas sueltas que, simplemente, dan vergüenza.

Porque, además, nada de lo que pasa es creíble. No ayuda que el guion sea pobre y tenga diálogos sin sentido. Y a veces es también problema de localización (todo en "escenarios reales") y puesta en escena (¿alguien se cree la cárcel?). Una cosa es que, lógicamente, no rueden en la Moncloa, pero ya podían haber cogido imágenes de su exterior (o haberlo recreado más o menos) para darle cierto realismo.

Lo único que merece la pena, realmente, es ver en acción a Miryam Gallego. La actriz se come la pantalla y protagoniza algunas escenas que, si bien son tropos fundamentales de este tipo de historias (el clásico discurso enérgico que es una declaración de intenciones) funcionan a la perfección gracias a su carisma.

Y poco más. Da la sensación de que en lo único en lo que se han esforzado desde la producción es en poner buenas actrices. La lástima es que tengan que trabajar con unos papeles tan mediocres.

Y que quede claro que la idea es buena. De lo mostrado en este primer episodio de 'Secretos de estado' se podría llegar a hacer una buena serie (sigo pensando en que podría haber sido una aproximación española a 'Scandal'). Pero todo está fatalmente ejecutado y, lo peor, exige demasiada fe incluso al público menos exigente. Veremos cómo evoluciona, pero por entrevistas sabemos que el tema político perderá muchísimo peso.

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