'The Boogeyman': la adaptación del relato más escalofriante de Stephen King es un efectivo drama de terror juvenil pero traiciona la esencia del texto

Tras una época en la que parece que todas las novelas de Stephen King están ya adaptadas, parece que Hollywood no está dispuesto a abandonar la marca y ha comenzado con el menudeo. ‘The Boogeymanse estrena en cines el 2 de junio y está basada en uno de sus cuentos cortos más escalofriantes en lo que parece una tendencia imparable para rescatar sus piezas más cortas y convertirlas en película, como se espera en ‘The Monkey’, que prepara James Wan o la reciente serie ‘Chapelwaite’.

No es la primera vez que ocurre, claro, además de muchas películas de segmentos, que se ajustan mejor al formato corto, también ha habido extensiones de pequeños relatos que se han convertido en películas, como ‘La fosa común’, o incluso en grandes sagas llenas de secuelas, como ‘Los chicos del maíz’. De hecho, antes de convertirse en largometraje, el slasher con niños asesinos tuvo una adaptación en corto, que formaba parte de ‘The Night Shift Collection’, una serie de adaptaciones de pequeño formato en la que precisamente también podíamos encontrar la primera versión cinematográfica de ‘El coco’.

Del streaming a la gran pantalla

El cuento de 1973 se trasladaba de forma cristalina en un cortometraje de 1982 junto con el que se incluían otras piezas en forma de antología VHS, haciendo pareja con ‘The Woman in the Room’, de la que se encargaba nada menos que el futuro especialista en el escritor, Frank Darabont. La adaptación era barata y rudimentaria, y pese a que tuvo malas críticas que la condenaron a la oscuridad, era muy fiel al material de origen, y su bajo presupuesto acababa resultando extrañamente más siniestro que el enfoque de la nueva adaptación de 20 century Studios.

The Boogeyman (1982)

La película, que se creó originalmente para emitirse en Hulu, fue destinada a la gran pantalla tras varios pase de prueba muy positivos, el camino que han seguido otras películas recientes como ‘Smile’, que logró unos impresionantes 216 millones de dólares, o ‘Posesión infernal: el despertar’, que probablemente alcance los 150. Este camino puede probarse un éxito, pero a estas alturas comienza a ser un argumento coveniente ¿Está ocurriendo de forma espontánea, o es una forma de hacer marketing gratuito? A juzgar por el resultado de esta vez, conviene tomarse el anuncio del paso de plataforma a las salas con cierta sospecha, o bien pensar que los test screenings fallan para lo bueno y lo malo.

La obra tiene detrás a la promesa Rob Savage, que hasta el momento solo había probado con el formato found footage en las pandémicas ‘Host’ y ‘Dashcam’, ambas envejecidas prematuramente. El director, en un ejercicio de humildad, había avanzado que su película era la más terrorífica de todas las películas de Stephen King, afirmando:

“No creo que haya habido una adaptación de King que sea tan visceralmente aterradora como esta película, que afronta el material de origen de una manera diferente a cualquier otra adaptación de King. Queríamos que se sintiera fiel a su escritura”.

Sería cruel recrearse en la audacia de Savage, visto el resultado, pero digamos está muy, muy lejos de ser una de las buenas adaptaciones del de Maine.

Terrores infantiles, hombres del saco y miedo en el armario

El terror del texto queda contenido en dos escenas, que representan el pasaje donde un padre cuenta a su psiquiatra que ha perdido a sus hijos debido a los ataques de un misterioso hombre del saco. La pieza tiene otra conclusión que curiosamente ahora coincide de forma irónica con la apertura de ‘Smile’, que a su vez era una adaptación del corto ‘Laura Hasn’t Sleep’. El trabajo de Parker Finn no era sino casi una adaptación inconfesa del cuento de King y en su traslación a la pantalla grande incluso juega con cierta ambigüedad que era clave en el texto original.

Como si no hubieran leído dos veces el relato, los guionistas Mark Heyman, Scott Beck, Bryan Woods convierten la sugerencia del original en una plantilla literal para parecer una película genérica dirigida al público adolescente. De hecho, el aspecto de los terrores infantiles, y monstruos del armario han sido mejor adaptados en antologías del propio King como 'Los ojos del gato' 0 por películas como 'La habitación del miedo' (1988), 'Chicos monsters' (1989) o, sobre todo los episodios de televisión de la serie 'Cuentos desde la oscuridad' (1983–1988) como 'Inside the Closet' (1984) y 'Monsters in My Room' (1985), y eso es lo que se echa en falta aquí. BSO de sintetizadores, más tono de pesadilla 'Phantasma', más 'Creepshow'...

Aquí, la primera gran actualización es que, en lugar de contar la historia desde la perspectiva del paciente, seguimos la de la hija del psicólogo, una estudiante de secundaria llamada Sadie Harper quien, junto a su hermana menor Sawyer, se está recuperando de la reciente muerte de su madre y parece que no reciben mucho apoyo de su padre, el terapeuta del texto, interpretado por un desaprovechado Chris Messina, que está lidiando con su propio dolor. El tema del duelo, de nuevo, como recurso de conflicto, es llevado aquí con una pereza extrema.

Una adaptación que traiciona su fuente original

El paciente desesperado deja en la casa la aterradora entidad sobrenatural que se aprovecha de las familias y se “alimenta del sufrimiento” de sus víctimas. Por tanto, el horror psicológico sobre el que se construye la idea original, pasa aquí a ser un monstruo real que acecha en la oscuridad. Definido por el propio Stephen King, antes de dar luz verde a adaptación como “un guion excelente donde las cosas que se han agregado a la historia no son relleno” la realidad es que las extensiones parecen responder a un ABC de ingredientes tópicos reordenados.

La primera decepción con respecto al texto es el uso de una criatura visible, tangible, con diseño de monstruo que recuerda al de los de películas como ‘No tengas miedo a la oscuridad’, que diluía en CGI las posibilidades de su escalofriante precedente. De hecho, la asimilación de una forma alargada y humanoide recuerda al de la poco vista ‘Ven a jugar’ (2020), que quedó algo deslucida por la pandemia. Se recicla repetidamente el recurso de los personajes que ven al ser pero nadie les hace caso y el libreto tiende a reiterar una y otra vez tanto las escenas de Sophie rescatando recuerdos de su madre como el mismo juego de qué habrá detrás de la puerta.

Es una pena porque Sophie Thatcher, revelación de ‘Yellowjackets’, está estupenda y carga con los momentos más morosos del film con una dignidad que el texto no contiene. Por lo demás, el largometraje tiene una gran fotografía, que se aleja del aspecto digital habitual en productos manufacturados, llevando su textura de oscuridades a un buen juego de percepción y siluetas que funciona. El problema es que no tiene más ambiciones que ser un producto intercambiable con una secuela de ‘Nunca apagues la luz’, volviendo al manidísimo recurso de usar luces para espantar al monstruo, de hecho, hace una fotocopia del clímax de los hermanos contra el coco de ‘Fear of the Dark’ (2003).

Sustos de barraca y CGI

Así, entre sustos de cucú-tras, apariciones de CGI en la tradición “se ha escapado el gato” y un decepcionante uso del golpe de volumen, el conjunto es derivativo y facilón, con la eterna promesa de una gran película que palidece en comparación con propuestas recientes como algunas mencionadas u otras poco conocidas, como la indonesia ‘Satan’s Slaves 2: Communion’, que juega con los recursos de sustos de formas mucho más creativas. De hecho, aquí parece que se reciclan momentos de ‘Smile’ –también al final—, el momento del peluche de ‘Líbranos del mal’ o incluso la coda de ‘Babadook’, sin ningún recato.

Hay muchas películas con el mismo título. ‘The Boogeyman’ (1980) permanece como una rareza con más que ver con ‘Oculus’ que con esta, que por lo menos supera a la floja ‘Boogeyman: la puerta del miedo’ (2005) gracias a detalles como un gran diseño del monstruo que entra con decencia en el canon de hombres del saco del cine, pero convierte su existencia en algo demasiado familiar, comparando con otras que usan hombres del saco que no usan ese nombre han hecho mejor, como ‘Sinister’. Hiedras digitales al estilo Vecna como si saliera moho negro, resultan detalles visuales machacados y faltos de imaginación y no crean ninguna sensación de amenaza.

Pero el mayor pecado de esta ‘The Boogeyman’ es convertir una de las historias cortas más despiadadas, oscuras e interpretables del gran maestro del terror literario de nuestra era en un artefacto vacío, que ni es abiertamente juvenil, como la cada vez más reivindicable ‘Miedos 3D’, que sabía ajustarse a su público sin tomarles como idiotas, ni suficientemente intensa como para encajar en un público adulto que no la vaya a olvidar en una semana, lastrando su potencial de terror con momentos de traumita, violín y teclas de piano o conveniencias predecibles que quitan de golpe el velo ante del emperador, desnudo y elevado prematuramente en la cuarentena.

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