'Misa de medianoche': una monumental miniserie de Netflix que consagra a Mike Flanagan como el gran maestro del horror en activo

Es difícil comentar 'Misa de medianoche' (Midnight Mass, 2021) sin revelar alguno de sus giros y temas principales, pero es aún más difícil tratar de explicar sus virtudes tras un único visionado. Los siete episodios de la miniserie de Netflix se consumen con facilidad pese a estar plagados de diálogos densos y momentos que en principio parecen no tener demasiada relevancia para cobrar un nuevo significado en el tramo final.

La gran obra maestra de Mike Flanagan

La nueva obra de terror de Mike Flanagan no solo está al nivel de 'La maldición de Hill House' (The Haunting of Hill House, 2018), sino que llega a superarla en ocasiones. Más redonda en conjunto, el nivel de detalle en la historia es milimétrico, convirtiéndose en una historia que deja un poso indeleble en los siguientes días tras acabarla. Cada frase y escena tiene algún propósito, y cuando la historia se completa hasta conversaciones a priori casuales reflejan algún detalle futuro que pueden no captarse hasta una revisión consciente.

La historia de Ridley, un expresidiario y exalcohólico con un muerto a sus espaldas, volviendo a su casa natal en Crockett Island, un pequeño paraíso con una población que apenas supera el centenar, va tomando forma lentamente dentro del molde del horror religioso y las líneas de trazo de algunas obras de Stephen King como 'La Tienda' (The Stand, 1993) o 'Revival'. El catolicismo y la adicción son sus dos grandes puntos de giro y ambos se mueven bajo la bisagra del propósito vital y la redención.

La guindilla que pone todo patas arriba es la figura misteriosa del padre Paul, el nuevo cura de la parroquia que se entrega a su comunidad con algunas revelaciones y milagros que hacen que el pueblo se revolucione. Profundizar más en su trama puede arruinar el carrusel de sorpresas y emociones pero en realidad no es tan importante su acumulación de giros y como la forma de sostenerlos y revelarlos, demostrando que no hay tantos golpes de efecto como una gran secuencia de acontecimientos esperando a ser descubierta.

La isla olvidada por Dios

El desarrollo transcurre con la misma tranquilidad que la vida en el medio rural, pero Flanagan funciona como demiurgo en la sombra, manteniendo el control de la narración en cada momento, sosteniendo y dejando ir los enigmas a tiempo, de forma franca, como si quisiera limar su importancia en los momentos clave, dando por hecho ciertos conocimientos del espectador sobre algunas de las parcelas de género por las que pasea. Hay un naturalismo inédito en su obra que contrapone lo sobrenatural frente a un muro más arisco para la fantasía.

Su habitual cuidado en la construcción de personajes se expande para dar un matiz coral a la obra, llegamos a convivir con muchos habitantes de Crockett, y en un par de capítulos conocemos bien al Sheriff, al borracho del pueblo, la profesora o los chavales que pasan el rato contándose historias de miedo y fumando porros en el lado opuesto de la isla. El retrato costumbrista es delicado y cercano, tratando de entender las motivaciones de la devoción católica pero preparando también el camino para que el horror impacte con más profundidad.

Algunos de los problemas que se han achacado a la serie, la gran cantidad de diálogos, monólogos, soliloquios y sermones para explicar las motivaciones de los personajes aparecen en primer lugar como trazos aparentemente descolgados que no encuentran su sentido hasta el mismo final, y es en ese momento cuando encaja cada frase y los temas de la serie florecen en un clímax oscuro, violento y turbio que es capaz de encontrar la belleza al exprimir la propia naturaleza humana en una colección de imágenes terribles que reflejan los temas de la serie de una forma lírica.

A PARTIR DE AQUÍ HAY SPOILERS IMPORTANTES DE LA SERIE

De qué trata realmente 'Misa de Medianoche'

Cuando llegamos al episodio 3 de ‘Misa de medianoche’ empezamos a intuir esos temas, con una recreación del viaje del padre Paul, descubriendo que en realidad era el antiguo capellán rejuvenecido por un vampiro. La idea central sobre la que se construye toda la trama es tan loca que podría haber salido de una novela de terror pulp perdida de los 80, de las que tienen portadas coloridas e impactantes. Puede que Mike Flanagan se le ocurriera todo a partir de una cubierta soñada.

Un hombre murciélago en medio del altar de una iglesia, con un cura oficiando el sacramento frente a todos los feligreses. Una de esas ilustraciones de San Julián o Esteban Maroto para los cómics Creepy que son tan alucinantes que a nadie en su sano juicio se le ocurriría tratar de llevar a la pantalla hoy. Bien, Flanagan no solo lo lleva adelante sino que construye sobre ella una historia llena de temas ricos sobre la fe y la muerte, alternado lo grotesco con lo sublime sin dejar de querer ser nunca una historia de terror, con reglas conocidas por todos.

La miniserie cubre el subgénero del vampirismo, uno bastante tradicional, y muy heredero de ‘Salem’s Lot’, pero que se mira desde el ángulo más realista, quizá como un episodio de ‘Expediente X’, y mediante el que se deconstruye la simbología cristiana. El padre Paul se trae lo que él cree ser un ángel desde Jerusalén, y con la sangre de este empieza a oficiar “milagros” que implican ir envenenando a toda la comunidad con la sangre pura del vampiro, rejuveneciendo a unos y curando problemas de salud irreversibles a otros.

Semillas que germinan en un final magistral

Esto lleva a una serie de equivalencias bíblicas con las que Paul y su asistente se autoconvencen y tratan de convencer de que, en efecto, todo lo que cuenta la biblia es cierto. Así, el hecho de que Jesús compartiera su sangre tiene sentido, su resurrección al tercer día, su capacidad para sanar a los leprosos… todo le encaja a la parroquia de Saint Patrick, llevando las alegorías religiosas al terreno del terror de forma retroactiva. Mucho de lo que hemos visto en la serie acaba tomando un brillo diferente cuando llegamos al final de la misma.

La unción pascual con ceniza, el “polvo eres y en polvo te convertirás” a todo el pueblo, cobrando un sentido macabro con la salida del sol final, el hecho de que la misa del gallo sea nocturna por obligación técnica de la alergia a la luz del cura, la desaparición del feto de un útero "por la gracia de Dios", el opuesto a la inmaculada concepción de María, que el sacerdote elija el domingo de resurrección para completar su liturgia y tratar de crear “un nuevo ejército” de Dios están tan bien pensados y colocados a lo largo de todos los capítulos que da escalofríos por el grado de frialdad que realmente tienen los personajes, y cuando llega el momento del suicidio colectivo, no nos sorprendería que pasara en el mundo real.

Un final que recuerda a la bebida del Kool-Aid del reverendo Jim Jones, o el suicido de la secta de la Puerta del Cielo que creía que llegaría a otra galaxia gracias a los aliens. Flanagan nos propone algo tan salvaje como creíble. En un mundo en el que el negacionismo, los antivacunas y terraplanistas son cada vez más, si hubiera una secta que te ofrece convertirte en vampiro habría muchos adeptos, y la visión es tan horripilante dentro de una tradición de cine de terror como trágica a un nivel dramático, porque expone algo que sabemos que puede ocurrir cuando se manipula la fe y no dejamos de ver a los feligreses de Crockett como inocentes.

El libro de las revelaciones

Pero el torrente de revelaciones esconde aún más piezas perfectamente pensadas para encajar desde un principio. Aunque sigamos a Ridley, y su personaje sea nuestra introducción al pueblo, la verdadera historia en el corazón de ‘Misa de medianoche’ es la del padre Paul, su amor prohibido, su hija y su intención de resetear su vida volviendo a empezar, tomando las peores decisiones, con el mismo pantano moral que los deseos de ‘Cementerio de animales’, pero llevando su plan a extremos muy salvajes. De ahí la razón de sus “misas individuales” en casa de su antiguo amor.

La revelación de quien es su hija explica por qué la mira fijamente desde pequeña, lo que ella interpreta en el episodio 2 que es porque “todos los curas tienen un sexto sentido para detectar lesbianas” entre risas. La cantidad de detalles que ha ido desperdigando que parecen no tener importancia hacen que la serie se vea desde otra perspectiva. La redención de Ridley, que es reconvertido en un adicto en las sesiones de alcohólicos anónimos con el padre, pasa por encontrarse con sus visiones premonitorias.

No deja de ser irónico que una serie sobre vampiros mezcle la religión con las terapias de desintoxicación, pero aquí es dónde Flanagan expone su propia experiencia personal y mete el bisturí para reflejar cómo la iglesia transforma este tipo de terapias en Estados Unidos en máquinas de conversión y un uso evangelizador más pendiente del interés de la institución que de la vida del que acude en busca de ayuda. De ahí que toda la crítica se centre en el cínico uso de la sangre por el padre Paul, reflejando los intereses personales y egoístas de recuperar su juventud y la de su amada.

El significado de la fe en el más allá

Su arrepentimiento no acaba de encontrarse con el remordimiento, lo que sugiere que sus planes sobre el pueblo responden a cumplir con un trato con “el ángel” para extender su maldición. El personaje de Samantha Sloyan demuestra repetidas veces que su ultracatolicismo se basa más en normas y fines que en encontrar la paz con la muerte, como sugiere su terror en sus minutos finales, en contraposición a la tranquilidad frente al más allá del sheriff y su hijo. Mientras el resto del pueblo canta antes de desaparecer, ‘Misa de medianoche’ elabora una compasiva mirada al ser humano y su creencia hasta el final.

Esto rima con el esclarecedor monólogo de Erin, que responde en su cabeza a otro diálogo con Riley en el capítulo 4. En este, aquel hablaba de un resto de memoria que “crea un sueño” en los últimos momentos, y es exactamente donde Erin se encuentra cuando la vida se le escapa. En su sueño imagina que responde a su amigo con lo que experimenta en ese momento, una conexión con el cosmos desde nivel atómico y la ilusión del ser de una parte de la materia del Universo. Dios es el todo.

Una reflexión inspiradora que explica mucho del sentimiento religioso a través de lo racional, lo cual tiene importancia ya que Erin sí era creyente. Otro diálogo de esa misma secuencia del episodio 4 también habla sobre cómo su madre cortaba las alas a los pájaros, un sardónico reflejo en la forma en la que corta las alas al ángel, impidiendo que consiga volar a tiempo a la costa. La secuencia también deja la posibilidad de una conexión real con el pasado, al igual que Ridley tiene algunas visiones futuras de la iglesia y la barca, dejando asimismo una puerta abierta a lo supernatural “divino”.

Una última reflexión sobre el tránsito

El camino de Ridley también es el del perdón de Dios, y su frustración recibe “la bendición” del fantasma, alcanzando la paz antes (o mientras) de arder en llamas. Flanagan también deja migas de pan para otros personajes como Leeza, que acaba cogiendo la escopeta del abuelo de Joe en el clímax, o pequeños detalles como los lloros de Dolly en la escena del episodio 6 en la cúpula de St Patrick está reunida y podemos adivinar, solo cuando ya hemos visto el final, que le han contado el plan de matar a todos esa noche, incluida su hija.

El nivel de detalle con el que está organizada la historia compone un fresco magistral que cobra vida con un guion muy bien escrito y la cada vez más elegante dirección de Mike Flanagan, que convierte la serie en un reverso de su trabajos de fantasmas, donde estos eran iteraciones metafóricas de la muerte que aquí desaparecen. Pese a sus elementos fantásticos, es su obra más laica, para hablar desde los mismos temas desde una perspectiva estrictamente humanista, más parecida al enfoque de 'A dos metros bajo tierra' que a la obra de Stephen King.

Hay seres que se mueven en las sombras y monstruos, pero diferencia de ‘Hill House’, ‘Doctor Sueño’ o ‘Bly Manor’ que también trataban del amor, la redención y la muerte, se mira bajo una óptica heterodoxa. ‘Misa de medianoche’ es concisa, directa y madura. Nunca esconde sus temas ni su aproximación a ellos, pero propone un lienzo en blanco para interpretar su devastadora mirada a la devoción, con decisiones impensables y giros valientes que la separan de otros productos de Netflix, logrando una de las obras del año en cualquier formato. Un clásico instantáneo.

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