El final de 'The Crown' retoma el vuelo tras la insatisfactoria primera mitad. La exquisita serie de Netflix se despide reflexionando sobre el futuro de la monarquía

Eso sí, el fantasma de Diana sigue presente en los últimos episodios del biopic de Isabel II

El hecho de que la temporada final de ‘The Crown’, cuyos últimos episodios se estrenan hoy en Netflix se partiese en dos se justificaba, de algún modo, en el hecho de que querían dedicar la primera parte a las últimas semanas de Diana Spencer (Elizabeth Debicki). El resultado fue algo irregular en una serie que normalmente no dedica tanto tiempo (cuatro horas) al mismo evento.

Así que imaginaos mi sorpresa cuando veo que el primer episodio de esta nueva tanda sigue teniendo al fantasma de Diana presente. Sí, en esta ocasión no es tan protagonista sino que se centra en el impacto sobre todo, del príncipe Guillermo (Ed McVey). En este sentido, es una suerte de continuación espiritual del cierre de la anterior tanda.

Evidentemente, esa fue una tragedia de impacto estratosférico y es lógico tirar del hilo (de hecho, hay otro episodio con la investigación posterior), pero esto causa que esta división en dos fue algo más aleatorio de lo que parecía al comienzo, con el único factor diferencial siendo el cambiar a los actores que hacen de Guillermo y Enrique. Este último, por cierto, con una caracterización algo siniestra por parte de Luther Ford.

Vuelta a los fundamentos de la serie

Aun con el fantasma de Diana presente, por lo demás, ‘The Crown’ vuelve a sus temas clásicos, con toda la frescura que puede darle tener una nueva generación de príncipes y su lucha entre lo que son y lo que se espera (y exige) de ellos, la llegada al siglo XXI y los desafíos del tercer milenio en cuanto a modernización de una institución como es el de la monarquía.

Es, prácticamente, un regreso a lo que tanto nos gusta de la serie, incluyendo el explorar ángulos poco visitados. Destaca, por ejemplo, el segundo episodio, donde se habla de las pomposidades de eventos como la ceremonia de apertura del Parlamento, repleta de tradiciones que resultan extrañas a ojos "profanos" y todo el abanico de puestos oficiales a cargo de la Casa real -como mi favorito, guardián de los cisnes o astrónomo real-, creados siglos atrás y que son hereditarios y una carga a la Gran Bretaña moderna que propone Tony Blair (Bertie Carvel).

Peter Morgan plantea toda la temporada, no solo esta parte, con la idea de legado al frente. De lo que fuimos, lo que seremos, lo que somos, lo que dejamos de ser y lo que perdurará. Aquí está clara la intención de contraponer la figura de Isabel II (Imelda Staunton), en lo que se despide de su hermana (Leslie Manville) y su madre (Marcia Warren), con la historia de un Guillermo universitario, que rehúye de la fama y la prensa y comienza su relación con Kate Middleton (Meg Bellamy).

Es llamativo, de hecho, que de estos seis episodios (he podido ver cinco), tres de ellos están protagonizados por el príncipe, por esa próxima generación. Esta última temporada es, en gran medida, una reflexión no solo sobre el legado sino también sobre el futuro tanto físico como trascendental de la monarquía en los años venideros.

Un discurso ya visto

Si bien es bastante de agradecer que volvamos un poco al esquema clásico de ‘The Crown’, tengo la sensación de que el mayor problema que tiene no es tanto en cuanto a guion o personajes. Es más un asunto discursivo. Peter Morgan ya ha dicho todo lo que tenía que decir, ya ha contado lo que le interesaba contar y ha entrado en una recta final cargada de inercia.

La inercia en sí no es mala, es necesaria muchas veces para atravesar valles creativos antes de pisar el acelerador y darlo todo. Claro, esto no es un formula 1, es un lujoso carruaje y va a un ritmo deliciosamente elegante y preciso. A veces tropieza y otras no logra ser todo lo interesante que debería. Pero, por lo general se ha mantenido a un nivel bastante envidiable.

En un año en el que hemos visto excelentes finales de algunas de las mejores series de los últimos años, da un poco de pena que el de ‘The Crown’ no haya estado al nivel que le podemos exigir o al que nos ha tenido acostumbrado. De hecho, a mi juicio se queda por debajo del de ‘Succession’ o ‘Barry’, por ejemplo. Si bien esta segunda parte es claramente superior a la anterior, la temporada final de la serie regia se ha quedado por debajo de las expectativas.

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