'The Crown' sigue siendo la reina de Netflix en su temporada final, pero su elegante relato de la muerte de Diana no puede evitar el melodrama

'The Crown' sigue siendo la reina de Netflix en su temporada final, pero su elegante relato de la muerte de Diana no puede evitar el melodrama

La serie de Peter Morgan despide con honores y algo de trampa al personaje de Elizabeth Debicki

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Lo primero que llama la atención con la temporada final de 'The Crown', que estrena hoy Netflix, es la decisión de partirla en dos partes asimétricas. La primera, con cuatro episodios, es precisamente la que para muchos más enjundia tenía con la promesa de centrarse en la trágica muerte de Diana Spencer (Elizabeth Debicki) en 1997. Y así ha sido.

Tanto es así que la serie creada y escrita por Peter Morgan no duda ni un segundo en plantarnos un prólogo en el que vemos el accidente. No explícitamente, pero sí que vemos cómo un coche entra a toda velocidad en un túnel y oímos un gran impacto. Esto es, ya aviso, lo más que vamos a ver, cumpliendo la promesa que hizo por activa y por pasiva el guionista.

Esto es prácticamente un modo de quitarse de golpe la tirita para, a continuación plantar una tetralogía de episodios con las ocho semanas antes del fatídico accidente: el último verano. Una decisión de centrar tantos episodios en un solo acontecimiento cuando normalmente la serie va cada capítulo de año en año, de evento histórico/importante en evento.

Una minitemporada evento

Es, casi, como un spin-off en sí mismo, como una miniserie propia, en la que Isabel II (Imelda Staunton) y compañía son prácticamente meros sujetos pasivos y reactivos a lo que está ocurriendo unos centenares (y miles) de kilómetros más al sur, con el idilio entre Diana y Dodi (Khalid Abdalla). Quizás sea Carlos (Dominic West) el otro personaje más destacado dentro de la familia real.

En este tramo, Morgan despliega todo su talento para ponernos en una historia sobre imagen. No en vano gran parte de la serie gira muchas veces en torno a lo que se proyecta al exterior de los muros de palacio. Una partida mediática con una Diana que, aun condenada al ostracismo real, tiene la atención de todo el mundo. A veces la atención deseada con sus causas, otras, la no deseada con los paparazzi acosándola sin parar.

A pesar de esta "mini temporada evento", los temas recurrentes de 'The Crown' están. Sin excepción. Esto incluye no solo esos temas de imagen, sino también de tener el control sobre tu propia vida y los intereses y agendas ocultas que podría haber detrás de cada gesto o acto. También tenemos el hecho de que el guion logra siempre —e incluso cuando ha habido cierta mezquindad— el arrojar una luz benigna sobre los miembros de la familiar real y mucho más maligna con Al-Fayed.

Donde quizás a Morgan se le va la mano es en el dosificar la dosis de drama. El que esta parte de la temporada sea mucho menos "compacta" que lo habitual hace que en muchos momentos se roce cierto melodrama y un sentido de repetición, sobre todo si antes de la temporada has visto 'The Queen', con Helen Mirren en el papel de la reina y centrada en el impacto de la muerte de Diana.

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Esto hace que la segunda mitad de esta primera parte de la sexta temporada (qué extenuante es decirlo) no termine de funcionar del todo. Después de unos dos primeros episodios brillantes —el segundo recoge la gran tradición de ponernos giro interesante a algo ya conocido—), los otros dos quedan algo convencionales y algo desacompasados.

Hay que reconocer que el nivel de exigencia estaba por las nubes y en ese sentido es difícil crear algo sobre las últimas horas de Diana de Gales sin tener la sensación continua de que todo está hecho con anticipación, de cierta predictibilidad y una urgencia de cerrar no la historia, sino el arco narrativo de la protagonista (más allá de auge y caída del romance), con algo de truco barato para hacer la muerte un toque más melodramático.

Ya me pasó con la temporada anterior de 'The Crown' que iba notando que, cuanto más avanzaba y llegaba a épocas relativamente recientes, más melancólica se ponía la serie. Una cuestión que no termina de hacer demasiado bien a un biopic que, por otro lado, rezuma siempre elegancia y excelencia. Puede que la serie haya tenido momentos mejores, pero incluso en tramos algo bajos sigue siendo la reina de Netflix.

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