'Historias para no dormir': los 11 mejores episodios para iniciarse en el inquietante mundo de Narciso Ibáñez Serrador

'Historias para no dormir': los 11 mejores episodios para iniciarse en el inquietante mundo de Narciso Ibáñez Serrador

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Desde que a principios de los sesenta comenzase a jugar con su padre en 'Mañana puede ser verdad', Narciso Ibáñez Serrador no paró de crecer como creador, narrador, maestro y pionero del fantástico en España. Medio siglo de poderío e imaginación al servicio del género. Un par de largometrajes que hace mucho que son historia de nuestro cine y algunas de las aportaciones más recordadas de nuestra televisión solo son parte de su legado.

Las noches de los dos rombos

Antes de la irrupción rompedora de 'La dimensión desconocida', la televisión estadounidense ya contaba con seriales como 'Tales of Tomorrow' o 'Misterios de la ciencia', aunque sería la serie de Rod Serling la que cambiaría las reglas del juego.

Conocedor del audiovisual global y experto en las artes del horror, "Chicho" fue probando la fórmula en 'Mañana puede ser verdad' o 'Tras la puerta cerrada', hasta dar con la forma definitiva en 1966 con 'Historias para no dormir', la antología de horror definitiva en castellano. 

El legado de la serie sigue vigente y cada vez somos más conscientes de su enorme calado en nuestros cineastas. Cuarenta años después, un selecto puñado de ellos tuvo la suerte de participar en 'Películas para no dormir', una propuesta que no terminó de brillar como merecía, pero que nos dejó algún pequeño clásico de culto, como el 'Cuento de navidad' de Paco Plaza y para recordar a un realizador histórico.

'Historias para no dormir' sigue siendo un perfectamente equilibrado ejercicio de estilo. De estilos, más bien. Comedia negra, ciencia ficción, realismo mágico, suspense y terror, mucho terror, hicieron de ella nuestra más preciada colección de relatos del género. 

Sus guiones, su puesta en escena y un grupo de actores imponentes, que eligieron utilizar su voz como arma principal, hicieron el resto. Este resumen apenas cubre un tercio del conjunto, pero es una estupenda guía para iniciarse en la oscuridad, aunque en realidad era una serie que iluminaba. 

El cumpleaños (1966)

Para su presentación, Serrador apenas necesitó poco más de diez minutos. En 'El cumpleaños' ya se incluía todo lo que haría grande a nuestro querido Narciso Ibáñez Serrador.

En apenas doce minutos y con un sentido del humor muy negro, negrísimo, Serrador empezaba su fijación por historias protagonizadas por gente que trabaja en banca. Adaptando un relato de Fredric Brown, autor a recuperar cuanto antes y que solo escribió cinco novelas pero con un amplio repertorio corto, 'El cumpleaños' es una lección de puesta en escena, ritmo, malísima uva, presencia, ambientación y shock. Repito: doce minutos, colegas. 

Bajo el seudónimo de Luis Peñafiel, el mismo Chicho se encargó de prácticamente la totalidad de los treinta guiones que, divididos en tres temporadas, coronaron el fantástico nacional como, por qué no, el más interesante del mundo en ese momento.

El televisor (1974)

Con 'El televisor', uno de los más queridos y recordados especiales de Chicho para televisión, nos adentramos en dimensiones más cercanas a series actuales que a la tele nacional de hace medio siglo para destrozar de forma muy crítica la televisión que acogió a Serrador.

De nuevo con el gran Narciso Ibáñez Menta en una de sus más increíbles interpretaciones, 'El televisor' es un alucinante y aterrador retrato de la mediocridad en una era donde los televisores podían cambiar la vida de la gente hasta límites insospechados. Para qué ir a misa si la tenemos en casa, ¿verdad?

Un padre de familia que vendría a ser el abonado ideal de Netflix verá su vida descompuesta en pedazos el día en que, tras muchos ahorros, un flamante televisor de 24'' llega finalmente a su hogar. 

Sobra decir que cuanto menos sepas más disfrutarás de esta gloriosa epopeya de andar por casa que deja en mal lugar misterios más recientes, modernos y tecnológicos a la hora de hacer trizas el formato y el contenido de la televisión. Pura magia en un episodio especial que sirvió de puente entre la segunda y la tercera temporada.

El asfalto (1966)

Una de las más crueles y trágicas historias para no dormir es 'El asfalto', donde seremos testigos de cómo cada uno de los estratos de la sociedad hará como que no ve el problema que tiene delante de las narices. Un retrato fiel sobre lo invisibles que nos hacemos ante los demás en un mundo que no ha cambiado desde entonces.

Creando una mitología única a partir de las soleadas tardes de verano españolas, ambos Ibáñez, entre decorados surrealistas de Mingote y transiciones de programación infantil, absorben la humanidad de un despistado peatón. La pericia técnica de la realización, los trucos de mago de Serrador, capaces de sacarnos una sonrisa para luego congelarla, hacen de este relato un clásico.

La broma (1966)

Basada en una idea de Robert Arthur, autor de 'Los tres investigadores', es algo así como el reverso vengativo de ‘El cumpleaños’ con un protagonista genio y figura hasta la sepultura.

Otro brillante desenlace que uno no ve venir a pesar de las pistas (qué juguetón ha sido siempre) porque, no nos engañemos, hay muchas tablas aquí. A pesar de ser uno de esos episodios que tiene su razón de ser en su final, no debemos olvidar que sin un buen final no existe una buena historia.

La zarpa (1967)

Chicho era un crack. Y en la introducción de este segundo episodio de la segunda temporada, además, se comporta como un verdadero troll de hoy, detalle que lo convierte en una persona 1000% más admirable de que lo ya era.

Un prólogo espectacular nos mete de lleno en una de las historias más aventureras de la serie para situarnos en una aldea británica del siglo XIX donde padre e hijo juegan al ajedrez al calor de la chimenea. La paz se romperá con la llegada de un sobrino aventurero que busca trabajo.

'La zarpa' es un estupendo e inteligente relato sobre la desesperación y el precio de los sueños que a pesar de los lugares comunes consigue avanzar con el ritmo de la música aunque nadie se mueva del salón de esa casa.

La sonrisa (1966)

Basada en un relato de Ray Bradbury con mucho en común con su famosa 'Fahrenheit 451', ‘La sonrisa’ hará las delicias de los más afines a la brujería desde unos espectaculares créditos de apertura con la música de Waldo de los Ríos, un grande que se fue muy pronto.

Un increíble episodio que es puro diálogo, pero éste se recita ante una ambiciosa puesta en escena, y la transición entre épocas a través de la palabra resulta tan escalofriante como si estuviera plasmada en imágenes. Un inteligente aperitivo para ver junto a la obra maestra de Aleksey German, 'Qué difícil es ser un dios'. Ambas muestras geniales del efecto del odio en la civilización.

El aniversario (1966)

Una historia de violencia y venganza que nunca sabes por dónde va a salir, protagonizada por el personaje más desagradable de toda la serie, el Stinger de Fernando Delgado es un protagonista repugnante.

'El aniversario' es un thriller modélico, una partida de ajedrez entre dos mentes opuestas con más asuntos pendientes de los que uno imagina durante su primer acto. Otro relato certero con un gran clímax que devolverá el orden a la situación. A través del caos, por supuesto.

Freddy (1982)

Un giallo centrado en una feria ambulante con otro de los clásicos del género y de la serie: los muñecos. De todos modos, 'Freddy' es una historia de seducción, lujuria y prohibición, una suerte, de hecho, del 'Dónde te escondes hermano' ('Basket Case') que presentaba ese mismo año el gran Frank Henenlotter.

Se trata de un episodio más subido de tono de lo habitual, que para eso estábamos en los primeros ochenta, una era donde nuestra televisión estaba dominada por la delantera de Fedra Lorente, la mítica "Bombi" del 'Un, dos, tres'. Puede que superar los noventa minutos sea un precio demasiado alto que pagar, pero os prometo que el desenlace de la historia merece mucho la pena.

El regreso (1967)

Una historia de Fernando Jiménez del Oso que nos cuenta qué pasaría si tu tío fuera una suerte de Aleister Crowley. Duelo interpretativo de alta intensidad en una historia con más ecos EC y pulp que harán las delicias del aficionado.

Otra venganza de ultratumba, de pico y pala, con un trío par de personajes estupendo gracias al gran trabajo de Paco Morán, Irene Gutiérrez Caba y José Orjas. Escepticismo contra planes maquiavélicos y traiciones familiares. Un día cualquiera en Universo Serrador.

El muñeco (1966)

Basada en relatos de Henry James y Robert Bloch (entonces Roberto), es una clásica historia de institutrices, caserones y fenómenos extraños con otra excelsa ambientación omnipresente de Waldo de los Ríos. Visualmente está lleno de ideas excelsas, como sus transiciones en sepia con efecto de cine mudo, ideal para entrar en calor.

Una historia de amistad paranormal entre seres humanos que no lo tienen fácil. Un clásico de los malditos que viven en la oscuridad que solo unas pocas velas pueden alumbrar donde sorprende una jovencísima Teresa Hurtado como elemento principal de un episodio que termina con una de las sentencias más delirantes de todas las historias para no dormir.

El vidente (1967)

Antes, mucho antes de que 'La llegada' revolucionase la ciencia ficción mainstream (aunque yo me quedo con el 'Interstellar' de Nolan) "Luis Peñafiel" adaptó un cuento de Juan Tebar que dio como resultado un excelente thriller de suspense paranormal.

Entre supuestas personas con capacidades extrasensoriales y un gran reparto, esta historia ambientada en Inglaterra es un frenético ejercicio de "quién es el asesino" con una ambiciosa resolución y un rebuscado, aunque ejemplar cierre dramático.

Para siempre

Es difícil no caer rendido ante la brutal capacidad de Chicho para contar historias inquietantes. Con su pérdida es posible las nuevas generaciones de cineastas se decidan a echar un vistazo a nuestro pasado y, así, descubrir a otros grandes autores que logren inspirarlos. 

La grandeza de estos episodios, además de en saber elegir con mucho tino las obras de referencia que adaptar, estaba en la tremenda destreza narrativa de un realizador que estaba apuntando esas cámaras desproporcionadas a poco más que un pequeño teatro. 

Tal vez por eso sus dos largometrajes para cine, 'La residencia' y '¿Quién puede matar a un niño?', resultaron tan juguetones y libres. Tal vez por eso hubiéramos deseado más largometrajes de un genio del suspense que, del mismo modo que siempre ha estado ahí, su partida no impedirá que vaya a ser recordado como tal en el futuro. Algo solo al alcance de los más grandes.

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