Durante muchos años, las personas queer tuvimos que conformarnos con las estrecheces de los márgenes y con un reflejo de la comunidad LGTBQ+ en pantalla que, a pesar de todo, fue encontrando poco a poco formas de hacerse visible y de esquivar la censura. En una industria donde la representación ha tenido que abrirse paso en contra de la estigmatización, cada gesto en favor de la visibilidad ha salido caro. Y aunque empezábamos a protagonizar alguna que otra historia, tenía que ser de una manera concreta.
Hollywood no solo evitaba las historias abiertamente queer al principio, sino que se aseguró de que cualquier atisbo de disidencia fuese castigado con un final trágico. Pero incluso en ese contexto asfixiante, algunas películas lograron colarse por las grietas del sistema. Una de ellas es 'La calumnia' ('The Children’s Hour'), dirigida por William Wyler y protagonizada por Audrey Hepburn y Shirley MacLaine (que se puede ver en Prime Video y Filmin).
Si la vemos ahora, puede parecer una película que apenas roza lo queer, pero si nos fijamos en los detalles, descubriremos toda una coreografía del deseo, la represión y el dolor que, a pesar de sus limitaciones históricas (se estrenó en el año 1961 en EE.UU.), sigue siendo fantástica. Es cierto que en ella no hay cabida para la alegría ni la redención, pero su existencia en sí misma ya era un acto de valentía.
Una diana para los rumores

En 'La calumnia' se cuenta la historia de Karen (Hepburn) y Martha (MacLaine), dos mujeres que dirigen un internado para niñas y cuya amistad acaba siendo el caldo de cultivo para todo tipo de rumores. Un día, una acusación (lanzada por una alumna con instintos manipuladores y una familia con poder) destruye no solo la carrera de las protagonistas, sino también el vínculo que las unía.
La película no articula directamente la homosexualidad como tal, pero sí que se insinúa de una manera muy clara. Lo queer está ahí, en lo que no se dice, en las miradas y en los silencios.
Es un relato de mucha contención, en el que los sentimientos están atrapados en un contexto que no les permite florecer. Martha acaba confesando, con una mezcla de vergüenza y alivio, que siempre ha estado enamorada de Karen, y aunque no hay escándalo ni arrebato, esa confesión precipita su colapso.
El Código Hays, haciendo de las suyas

Para entender por qué 'La calumnia' termina así, hay que recordar en qué momento se estrenó. En los años 60 aún se aplicaba el Código Hays y el cine estadounidense no podía representar relaciones homosexuales de forma explícita (y mucho menos como algo positivo). Y si por algún casual un personaje queer aparecía en pantalla, debía ser castigado.
En este contexto, hay que reconocer el increíble trabajo que hace William Wyler, que adapta una obra de teatro de Lillian Hellman que ya había sido suavizada en su primera versión cinematográfica ('These Three', del año 1936). Con 'La calumnia', el director logra devolverle parte de su filo y el lado más emocional, y aunque no puede evitar la tragedia, sí que humaniza muchísimo la historia.
Por otro lado, las interpretaciones de Shirley MacLaine y Audrey Hepburn son esenciales para que la historia funcione, aunque también estén marcadas por las expectativas que requería tener la carrera que tenía cada una. MacLaine estaba acostumbrada a papeles de mujeres inestables y a través de Martha vemos una vulnerabilidad desgarradora.
Y, por su parte, Hepburn tiene que sostener a Karen en un delicado equilibrio entre el decoro y la culpa, entre el amor no correspondido y la condena social. Ninguna puede huir del destino trágico que el guion les impone, pero ambas lo atraviesan con mucha dignidad.
No es un final trágico más

Parece fácil cuestionar el final de 'La calumnia' si lo hacemos hoy e incluso verlo como parte del patrón narrativo del “bury your gays”. Pero sería injusto no valorar lo que esta película supuso en su momento: un intento serio, empático y emocionalmente honesto de hablar de una historia de amor entre mujeres (aunque no fuera correspondido) en una época en la que ni siquiera se podía pronunciar la palabra “lesbiana”. Su final no es gratuito: es el reflejo de una sociedad que en la que no era posible otra alternativa.
Aunque duela ver cómo termina la historia, hay que reconocer que 'La calumnia' es una parte importante en la historia de la representación queer en el cine. Y es precisamente su dureza lo que permite valorar aún más los avances y conquistas actuales.
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ElTamagochiAhoraEn3D
Mi infancia transcurrió en una época en la que la actitud de la sociedad hacia la homosexualidad no podía ser más tóxica. Y si eras hombre (o niño) sobre todo, esa subcultura no podía no salpicarte de alguna manera: tenías que se homofobo/a sí o sí, aunque no supieses a santo de qué.
Pero siempre me ha gustado más el cine que los deportes. Recuerdo cuando vi esta película en televisión española. Recuerdo cuánto me gustó y entristeció. Y recuerdo que fue probablemente la primera vez que me planteé en que mierda de cultura vivía. Para eso sirve también el cine.
juan.nassiff
De mis películas favoritas, siempre he dicho que es difícil encontrar mala una película de William Wyler, prestar atención al vestuario, como el de una es más masculino que el de la otra, son esas sutilezas que ya no se ven en las películas.
redio
No puede ser un clásico de cine queer, cuando es un término que se han inventado recientemente.
Para ciertos temas y la censura que existía, algunos cineastas la han tenido que sortear con cierta imaginación, luego como vemos han existido ciertos movimientos que han posibilitado ciertas libertades/avances.
Ahora es todo tan fácil, lo jodido es lo que se hacía antes, parece como si las nuevas generaciones no valorasen eso.
Pero son internos, lo que no se puede tolerar es tratar de imponerlo a otros países y culturas, cuando encima se ha realizado lo mismo o similar.
olivaw1
Déjenme adivinar, si el título tiene la palabra queer es porque lo escribió belén. Qué básicos son, creen que todo gira alrededor de su sexualidad porque es lo único que tienen para ofrecer.