El nombre de Emmanuelle lleva una sonrisilla pícara a las caras de toda una generación. En 1974, Sylvia Kristel se convirtió en el icono erótico definitivo de la década gracias a su perfecta interpretación en una película torpe y camp (vista ahora) que fue terriblemente importante en la sociedad de la época y que abogó por la libertad sexual femenina con lo que entonces se calificó como "porno light" y ahora sabemos que era simple erotismo. Light, todo sea dicho.
'Emmanuelle' ha tenido un total de 54 películas a lo largo de los años, más o menos oficiales (con títulos tan absolutamente pirados como 'Emmanuelle contra Drácula' o 'Emmanuelle en el espacio') y ahora, 13 años tras la última intentona, con 'Emmanuelle a través del tiempo: los placeres prohibidos de Emmanuelle', llega un reboot dispuesto a quitar al personaje de su pátina camp y devolverle al erotismo elegante al que pertenece. El problema es que, cincuenta años después, ni siquiera tiene ya la excusa del despertar sexual de una generación y su existencia se convierte, simplemente, en una nota al margen.
Eh, Manuel, una nueva de Emmanuelle
La 'Emmanuelle' de 2024 pretende poner capas de feminismo y de salud sexual a la ajada historia original (escrita, no lo olvidemos, en 1959), pero la representación de las relaciones no dista tanto de la primera película. Por mucho que esta vez haya una mujer tras las cámaras (Audrey Diwan tras la portentosa 'El acontecimiento'), el resultado sigue siendo, a su pesar, una colección de pechos, genitales (femeninos) fugaces, traseros y gente pretendiendo gemir de placer, embarullada con una trama elaborada que trata de subvertir la colección de polvos del clásico... pero se siente como relleno puro y duro.
Vivimos en los tiempos de tener cualquier fetiche del mundo al alcance de nuestra mano (literalmente), y la liberación sexual femenina que marcaba 'Emmanuelle' hace tiempo que está instaurada en la sociedad. A casi nadie -quitando un par de tuiteros exaltados que quieren conseguir interacción a base de decir barbaridades anticuadas- le sorprende ver a una mujer liberada teniendo sexo con varias personas, jugando con el lesbianismo, el voyeurismo y los tríos. Está muy bien celebrar la diversidad sexual, pero muchas otras películas y series durante estas cinco décadas lo han hecho mejor, sin necesidad de recurrir al misterio y la tristeza para justificar su promiscuidad. Básicamente, porque no hay nada que justificar.
En este caso, la heredera de Sylvie Kristel es Noémie Merlant ('Retrato de una mujer en llamas'), que es consciente del poder de Emmanuelle pero la interpreta no tanto como una mujer decidida y consciente de su sexualidad, sino como alguien triste, que la usa para sobrevivir a la apatía de un trabajo que debería hacerle feliz, pero no lo consigue.
Separando el grano de la paja
En este caso, el personaje abandona la trama de la cinta original (sustituyendo un matrimonio en crisis por un trabajo deprimente) y se dedica a investigar la calidad de los hoteles de lujo de su empresa mientras trata de encontrar una brecha en el sistema para echar a la dueña del hotel, Margot (una Naomi Watts perdidísima). Parece la mera excusa para mostrar al personaje yendo de habitación en habitación dedicándose al noble arte del fornicio -y lo es en parte-, pero, queriendo esconder algo más, lo que consigue es crear una absoluta confusión en torno al motivo de la mera existencia de este reboot, que incluye partidas de backgammon en Hong Kong, cabañas escondidas, un extraño alegato anti-capitalista y un sentimiento de incomprensión generalizada en el público.
Siendo justos con Diwan, era prácticamente imposible que, sin subvertirlo y destruirlo por completo, saliera algo bueno o relevante de un reboot de 'Emmanuelle', una reivindicación tan propia de su tiempo que poco tiene que decir ahora, con una sociedad que entiende y defiende el deseo femenino hasta el punto que no hace falta explicitarlo ni es en absoluto sorpresivo. ¿Qué puede contarnos ahora? ¿Se debería dedicar a mostrar escenas de sexo descerebradas una tras otra, como si de una porno cualquier se tratase? ¿O, por el contrario, debería indagar en un personaje principal y sus motivaciones?
Al final, la directora decide intentar ambas y, al mismo tiempo, ninguna, convirtiéndola en una no-película, un pedazo de trama inerte que no tiene ningún motivo real para su existencia. Su erotismo aparentemente estilizado llega después de que '50 sombras de Grey' se convirtiera en un fenómeno mundial, y de que series como 'Girls' exploraran la sexualidad millennial: el resultado queda en tierra de nadie, sin nada nuevo o concreto que decir sobre la feminidad o el deseo. Puede parece que sí, ojo, pero es solo porque el guion nunca deja nunca de explorar nuevas y rimbombantes maneras de dar la vuelta constantemente a los mismos conceptos.
Un orgasmo fingido que se vuelve bostezo
El proyecto aún podría salvarse si alguien demostrara, paradójicamente, pasión por él. En su lugar, nos encontramos con una directora que se decanta por un tono frío y distante, una Merlant que parece disociar durante las escenas de sexo, un guion al que le falta centrarse en un objetivo concreto y una película que parece haber nacido de un despacho en el que alguien se preguntó si aún habría nostalgia por Emmanuelle. Sin embargo, sustituir las escenas eróticas por lentos paseos por el hall de un hotel y ridículos intentos de erotizar verbalmente un mal polvo en el baño de un avión no es lo que la película necesitaba.
'Emmanuelle' se niega a ceder ni tan siquiera una micra a la autoparodia, o dejar paso a un más que necesario sentido del humor. Todo en ella trata de ser intenso, sensual y elegante... aunque lo que nosotros llegamos a ver es, directamente, aburrido e incapaz de provocar excitación sexual, especialmente en estos tiempos de sobreestimulación online. Se niega rotundamente a ser banal, absurda y celebrar la libertad sexual de su protagonista, que tampoco es tal: durante gran parte de la cinta, Emmanuelle se prohíbe dejarse llevar por los placeres de la carne, casi como si la nueva liberación fuera... la falta de ella.
El resultado que queda es como un mal polvo de una noche. Puede que tuvieras ciertas expectativas, pero el resultado final es tan decepcionante y te deja tan vacío por dentro que es probable que te olvides de lo que ha pasado rápidamente. 'Emmanuelle' no sabe qué hacer con el mito, y sin saber cómo romper con el original mientras lo respeta, decide no hacer ninguna de las dos cosas y, en su lugar, ofrecer un festival de frialdad que no satisfará ni a los que buscan una reflexión sobre la sexualidad femenina ni a los que están deseando encontrar solución a sus más bajos instintos. El sexo más insípido de tu vida.
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