'Érase una vez en... Hollywood' es la película definitiva de Quentin Tarantino: una deliciosa celebración del séptimo arte

'Érase una vez en... Hollywood' es la película definitiva de Quentin Tarantino: una deliciosa celebración del séptimo arte

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Érase una vez en... Hollywood

Todos aquellos que hemos entregado nuestra vida al séptimo arte, o los que simplemente vivimos rodeados de él, lo hemos terminado considerando, tal y como decía Jardiel Poncela sobre la mujer, como un elemento indispensable para la respiración. Una suerte de reducto o espacio seguro capaz de convertir en un lugar mejor el cada vez más cochambroso mundo en el que vivimos

Unos lo llamarán "magia", mientras que los más racionales optarán por ensalzar el poder para evadir de la ficción. Pero definiciones aparte, lo que es seguro es que pocos medios pueden convertir sueños en realidad, ya sean los propios o los ajenos, experimentados a través de los personajes, como el cinematográfico. Y esto es, precisamente, el eje sobre el que gira la maravillosa 'Érase una vez en... Hollywood' de Quentin Tarantino.

Con su noveno largometrjae, el otrora enfant terrible de la Meca del cine ha alcanzado prácticamente la perfección dentro de su estilo, llevando su sello de autor hasta límites inimaginables. Dicho esto, no sería descabellado enunciar que 'Érase una vez en... Hollywood' es la mejor obra del de Knoxville, pero lo que es seguro es que estamos ante la cinta más "Tarantino" de su filmografía; una auténtica y desmadrada delicia que sólo él podría haber dado a luz.

La culminación de un estilo

Nada más finalizar las fugaces dos horas y cuarenta y cinco minutos durante las que se extiende su imprescindible metraje, no es difícil llegar a la conclusión de que 'Érase una vez en... Hollywood' parece ser la película que el bueno de Quentin siempre soñó con realizar; convirtiendo la ciudad de Los Ángeles alternativa de 1969 en la que se ambienta en su casa de muñecas personal, con la que jugar dando rienda suelta a sus instintos y fantasías.  

Hibridando ficción y realidad, separadas por una fina línea rebosante de sátira y acidez, próxima al concepto de cualquier cómic 'What If?', Tarantino abraza los mitos y la rica cultura popular de la época, haciendo gala —y derroche— de esa casi enfermiza cinefilia que le caracteriza; dando la sensación de estar ante una producción dirigida por alguien que ha disfrutado cada segundo de rodaje. Y esto, a efectos prácticos, acaba proyectándose sobre un patio de butacas en el que es difícil no contagiarse de ese entusiasmo.

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No hay duda de que 'Érase una vez en... Hollywood' está salida de las tripas y el corazón de Quentin Tarantino, quien la ha impregnado de un alma inmensa, perceptible en el mimo volcado a la hora de transportar al celuloide los espacios, referencias y caras conocidas del momento. Espíritu únicamente igualado por los brillantes aspectos cinematográficos, en lo que respecta tanto a forma como a narrativa, del filme.

Como apuntaba anteriormente, nos encontramos ante la culminación de un estilo. En esta ocasión, la inmensa mayoría de recursos visuales marca de la casa, como pueden ser los planos detalle, los crash zooms o los grandes planos generales, trascienden lo meramente distintivo para integrarse y hacer progresar la narración; regalándonos la pieza más depurada del autor en términos de dirección

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Si en su apartado técnico, coronado por la fantástica labor de Robert Richardson al fotografiar esta particular odisea hollywoodiense en unos ricos 8, 16 y 35mm, el largo supone una especie de techo en la carrera de Tarantino, el tratamiento y progresión de su historia resulta igualmente trascendente; impulsada por un reparto estelar en estado de gracia, libre y a la altura de sus carismáticos personajes.

La conversación aparentemente vacua, la estructura dilatada y retorcida hasta el extremo para desembocar en un clímax histérico y brutal, la explotación de la anécdota hasta transformarla en algo excepcional... lo que podríamos etiquetar como "el arte de no contar nada" nos brinda un todo imprescindible para comprender ya no sólo el cine de Quentin Tarantino, sino para comprender EL cine. 

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Suele emplearse con demasiada facilidad ese cliché que habla de "cartas de amor" al séptimo arte para catalogar algunos largometrajes, pero puedo afirmar con total seguridad que 'Érase una vez en... Hollywood' es la más pura y real que se haya visto últimamente. Toda ella articulada como una celebración del medio en la que hay cabida a carcajadas, aplausos y una fascinación en su mirada que llega a ablandar el corazón.

Después de construir semejante catedral, es normal que Quentin Tarantino se haya planteado retirarse antes de cumplir su promesa de firmar diez largometrajes y cerrar su carrera en lo más alto; pero me niego a creer que alguien que, tal y como demuestra 'Érase una vez en... Hollywood', tiene celuloide corriendo por las venas, llegue a tomarse en serio la idea de dejar un oficio tan noble como es el de contar historias en imágenes.

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