Jerry Goldsmith | 'Black Patch', de Allen H. Miner

Jerry Goldsmith | 'Black Patch', de Allen H. Miner

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Jerry Goldsmith | 'Black Patch', de Allen H. Miner

Los años finales de la década de los cincuenta marcaron un punto de inflexión fundamental en la transformación del Hollywood "clásico". La desintegración del monopolio que controlaba la totalidad del proceso de producción afectó a todos los estamentos de la industria, y los Departamentos Musicales no se pudieron escapar a los desmantelamientos, despidos y rescisiones de contratos de todo tipo que, representados por una huelga de músicos de plantilla en 1958, servía como exponente más llamativo del ocaso de la Era Dorada hollywoodiense al que no era nada ajeno un electrodoméstico que había irrumpido de forma masiva en los hogares estadounidenses.

Es precisamente en el mundo de la pequeña pantalla donde Jerry Goldsmith comienza a dar sus primeros pasos en 1955, contratado como compositor por la CBS para lo que terminarán convirtiéndose en cinco fructíferos años en los que el maestro dejará su impronta en cabeceras como 'Perry Mason' (id, 1957-1966) o 'Dimensión desconocida' ('The Twilight Zone', 1959-1964) y trabajando al lado de nombres como Franklin J. Schaffner, Robert Mulligan, John Frankenheimer, George Roy Hill, Sidney Lumet o Arthur Penn. Nada mal para alguien al que con veintiocho años le llegará la oportunidad de componer su primera partitura para una producción cinematográfica.

'Black Patch', western de estudio

Black Patch 1

Consabido es que, en pleno auge del género cinematográfico por excelencia, los estudios producían westerns como el que manda un Whatsapp: los guiones se escribían en tiempo récord y los rodajes, en esos escenarios de cartón piedra de los backlots de las productoras, no le iban a la zaga. Que tan febril comportamiento terminó en última instancia afectando al género es algo tan obvio como el que dicha práctica supuso el campo de entrenamiento y fogueo de innumerable cantidad de profesionales que dieron sus primeros pasos con un colt enfundado en el muslo sometidos a la agotadora política de las mentes pensantes detrás de empresas como Warner o Paramount.

Contaban para ello con artistas en nómina que tan pronto se encontraban a uno u otro lado del objetivo figurando en la Edad Media como a lomos de un caballo cruzando el Pecos, nombres de poca relevancia en la historia del cine escrita con mayúsculas pero sin los que resultaría muy difícil haber construido el inmenso telón de fondo en el que se enmarcan con letras de oro las grandes producciones del séptimo arte. Allen H. Miner, antiguo fotógrafo de la Segunda Guerra Mundial era uno de estos profesionales al que, entre rodaje y rodaje de capítulo televisivo, le dio tiempo de firmar un escueto grupo de títulos entre los que se encuentra 'Black Patch' (id, 1957).

Black Patch 2

Western de estudio y fórmula, resulta encomiable que, aun teniendo en su contra el arrastrar una pesada carga de arquetipos tanto en personajes como en situaciones y diálogos, 'Black Patch' termine ofreciendo algún apunte interesante que lo aparta —aunque no sea de forma radical— del inmenso catálogo de filme similares que llegaron a rodarse entre los años cuarenta y los sesenta tanto en cine como en televisión y que dejaron pocas oportunidades a que la palabra innovación pudiera encontrar acomodo en algún rincón del cine o las series de "convoys".

Dichos apuntes, que suelen ser remitidos al espectador con sutileza permitiendo que sea éste el que saque conclusiones acerca de ciertas situaciones, encuentran su mejor exponente en el atípico final y en la relación que se plantea entre el personaje principal y un joven del pueblo que pasa de querer ser ayudante del sheriff a un incipiente matón con el que el primero —el tuerto de parche negro que da nombre a la cinta— se verá abocado a medir fuerzas.

Más allá de esos apuntes, 'Black Patch' tiene poco que ofrecer, ya en una dirección que se mueve entre lo anodino y lo excesivamente teatral o unas interpretaciones demasiado afectadas para resultar creíbles o permitir que el espectador se identifique con alguna de ellas. Resuelta pues en modos muy regulares, sorprende que la primera composición de Jerry Goldsmith para la gran pantalla ya contenga ciertos lugares comunes que rastrear en el resto de su extensa filmografía.

'Black Patch', la música

Black Patch 3

Mi trabajo como compositor para el cine es un esfuerzo constante por conseguir, a través de la música, un apoyo en el impacto del filme sobre la mente y las emociones del público. (Jerry Goldsmith)

Si algo caracterizó a la música de Jerry Goldsmith a lo largo de los casi cincuenta años en los que el compositor se mantuvo activo antes de que la muerte nos lo arrebatara en 2003, es que siempre trató con suma inteligencia las imágenes a las que tenía que servir de apoyo en términos que lo separan de ese otro gran monstruo de su profesión que es John Williams. Con estilos similares en apariencia pero muy diferentes en su forma de aproximación a las producciones que les servían de escaparate, la personalidad de Goldsmith encuentra ya en 'Black Patch' momentos de clara definición.

Un tema principal que prefigura en cierto modo mucho de lo que le llegaremos a escuchar al músico en las diversas incursiones que haga en el western y un motivo de amor que utiliza con sutiles variaciones para todo tipo de situaciones a lo largo del metraje son los dos pilares sobre los que se construye una partitura que afirma —quizás no con contundencia, pero si con claridad— que la voz que aquí podemos encontrar era una con talento suficiente como para llegar lejos en un mundo que él ayudo a definir hasta extremos asombrosos.

Tan lejos, que como iremos viendo a lo largo de este extenso especial, seguir la trayectoria de Jerry Goldsmith es observar una de las más claras radiografías de la transformación de la industria cinematográfica desde la desaparición de los monopolios a finales de los cincuenta hasta el panorama actual, marcado por las grandes estrellas, sus agentes, los productores y las películas millonarias que barren taquillas cada año. En el ínterin, un vasto cosmos en el que Goldsmith se movería con tantísima facilidad que hablar de él es hacerlo de una considerable parte —¿me atrevería a decir que la mitad del s.XX?— de la historia del cine americano.

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