Aparta 'La La Land': hace dos décadas 'Spiceworld' ya descuartizaba las miserias del show-business... con mejores canciones

Aparta 'La La Land': hace dos décadas 'Spiceworld' ya descuartizaba las miserias del show-business... con mejores canciones

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Aparta 'La La Land': hace dos décadas 'Spiceworld' ya descuartizaba las miserias del show-business... con mejores canciones

La tradición de los grupos prefabricados es casi tan antigua como la propia historia de la música pop, y quien identifique necesariamente música para las masas con algo auténtico, genuino, insobornable y que transpira auténtica creatividad independiente... o sabe muy poco de la industria del entretenimiento, o aún cree que U2 están en esto para hacer grandes canciones que inspiren a generaciones enteras.

La industria de la música siempre ha buscado artistas que replicaran los modos y tics de quienes iban arrasando en las listas de éxitos. Decenas de rockeros que movían la pelvis como Elvis fueron solo el primer paso: los Monkees fueron un producto de laboratorio que intentó replicar a los Beatles, los Archies o Josie and the Pussycats (que por cierto, inspiraron una película con mucho en común argumentalmente con esta) se crearon con castings para dar voz a grupos de dibujos animados, y monstruos del metal como KISS han dado más importancia al personaje que a la persona, da igual quién se pintarrajee la cara.

Por eso, para aquellos para quienes la debacle de Milli Vanilli no supuso una ignonimia inenarrable, sino el divertido signo de los tiempos, que en los noventa triunfaran un grupo de chicas reclutadas via casting con canciones compuestas por expertos semi-robóticos en asaltar las listas no supuso ninguna sorpresa. Y como además, las canciones eran, prejuicios aparte, francamente resultonas, las Spice Girls no solo se convirtieron en modelo de conducta para miles de niñas en todo el mundo, sino en un simpático y muy estimable producto doscientos por cien pop para aficionados sin prejuicios.

Las Spice Girls nacieron a partir de un casting que pedía chicas deslenguadas entre 18 y 23 años que supieran cantar y bailar, y cuya intención era competir con las boy bands que por entonces arrasaban, como Take That. Casi todo el plantel definitivo de miembros quedó fijado desde el principio, cuando la banda se iba a llamar Touch. Poco después, y ya con el nombre Spice en mente, huyeron de su primera agencia robando los masters de sus primeras maquetas (!!), y se aliaron con Simon Fuller, que les consiguió un contrato con Virgin. El resto es (más o menos) historia.

En una época pre-Internet en la que los grupos que triunfaban de forma global a esta escala eran los reyes del pop, las Spice Girls fueron número 1 en casi cuarenta países con 'Wannabe' y vendieron de ese single 6 millones de copias. Y no fueron un one-hit wonder: la racha continuó con temas (algunos de ellos, temazos) como '2 become one', 'Say you'll be there' o 'Spice up your life'. Es fácil desestimar hoy sus méritos, pero el éxito fue apabullante y a nivel global. La idea de rodar una película promocional era absolutamente evidente.

Spiceworld: una película a medida

La película de las Spice Girls llegó en un momento complicado: el segundo y último disco del grupo, titulado como la película, acababa de salir a la venta. De nuevo se encontraban en lo más alto de las listas de ventas, pero prensa (la prensa de información general: la siempre remilgada prensa especializada, por supuesto, no las tragó desde el principio) y parte del público empezaban a estar cansados de la sobreexposición de las chicas a los medios, del extraordinario éxito de sus singles y de la inevitable pérdida de frescura inicial que se derivaba del paso de los meses.

Todo eso caló en una película que, sobre el papel, funciona como una reformulación de '¡Qué noche la de aquel día!' de los Beatles (que nadie se eche las manos a la cabeza: cuando los Beatles rodaron esa película, su posicionamiento para crítica, público y medios no era muy distinta a la de las Spice Girls), pero en versión simplificada. Como aquella, cuenta el falso día a día en la vida de la banda pero obviamente, al no tener a alguien como Richard lester al mando, los resultados son mucho menos subversivos.

Y sin embargo, y eso es lo más sorprendente en un producto tan aparentemente descafeinado como las Spice Girls, Spiceworld introduce entre en su argumento, entre líneas, una mala baba eminentemente británica. Algo que hace de Spiceworld un producto todo lo teledirigido e industrial que se quiera (tengo una mala noticia: exactamente igual que las películas de Marvel y Star Wars), pero mucho más fresco de lo esperable sobre el papel.

Parte de ello viene de la despreocupada representación de las chicas como un producto de marketing. Aunque se muestra un pasado donde eran amigas, falseando su auténtico origen en un casting, el caso es que ese flashback no deja de ser una excusita para calzar una canción, sin más. El grueso de la película transcurre en el presente, y ahí se nos muestran como una banda de éxito dominadas por su manager (un divertido Richard E. Grant) y controladas en la sombra por un tronchante Roger Moore que parodia al Blofeld bondiano, mascotas incluidas.

Por supuesto todo está presentado con un tono blanco e inofensivo: aunque las Spice Girls sean títeres de un megalómano que habla con crípticos refranes, posiblemente desde el interior de un volcán, llevan una vida despreocupada y entregada a la difusión internacional del Girl Power. Pero los chistes con mala baba se deslizan por la trama una y otra vez: críticas a la ética descerebrada de los paparazzis, las curvas de Geri sacando a un niño de un coma y la insinuación de que Victoria Adams, sencillamente, es imbécil.

Victoria es tratada como una boba porque Spiceworld juguetea con la percepción pública de los papeles que les ha tocado interpretar (la deportista, la niña -lo que propicia una parodia de Agatha Christie estupenda-, la pija, la sexy y la que da miedo). Juguetea hasta el punto de fantasear con un intercambio de papeles entre ellas, o de proponer una divertida parodia de James Bond, Spice Force Five, en la que Victoria es una chica Bond protitípica y Geri es una maestra del disfraz que se convierte... en Bob Hoskins.

Hoskins, de hecho, es solo uno de los muchos cameos que pueblan la película: Elvis Costello, Stephen Fry, Bob Geldof o Elton John son otros de los notorios artistas británicos que se prestan a dejarse ver con las chicas. El más (infaustamente) famoso fue Gary Glitter, que debía aparecer con ellas interpretando el clásico 'I'm The Leader Of The Gang', pero fue eliminado del montaje cuando salieron a la luz las condenas por pederastia del cantante. La versión del tema permaneció en la película. El papel más divertido, sin embargo, le toca a Meat Loaf, que cita uno de sus estribillos más famosos: "I would do anything for love, but I won't do that"

Todo ello, además, está bañado en un espíritu tontorrón y optimista, para todos los públicos, perfectamente acorde con el tono inofensivo, colorista y pop de las Spice Girls. Y proclive a reírse de sí misma, lo que siempre resulta refrescante: la secuencia en la que un aspirante a guionista propone argumentos para la propia película, sugiriendo por ejemplo una historia de superación con cinco hermanas huérfanas que encuentran el éxito a través de la música es decididamente ácido y malvado.

¿Lo convierte eso en una buena película? Demonios, no del todo. 'Spiceworld' es un largo, largo videoclip de las Spice Girls, rebosante de interpretaciones escandalosamente malas, empezando por las de las propias Spice Girls. Es muy consciente de su condición de producto de marketing y bromea sobre ello, pero hubiera sido de agradecer algún esfuercito a la hora de disimularlo, aunque fuera en terminos presupuestarios (algo de lo que también se ríe la película, en el memorable gag del bus y la bomba).

Y sin embargo, con sus pros y sus contras... hay algo que la hace especialmente relevante hoy. Las reivindicaciones de Girl Power por parte de las chicas picantes nunca sonó demasiado sincera en su día, para ser honestos. Aparte de su total carencia de fondo político, a veces sonaba más a eslogan prefabricado, otro elemento de marketing más en el espectáculo -aunque me consta que muchas niñas de la época se vieron inusualmente inspiradas por el espectáculo de cinco mujeres fuertes reivindicando el poder femenino-.

Pero el argumento de 'Spiceworld', en el que cinco mujeres se ven constantemente sermoneadas, zarandeadas, espiadas y teledirigidas por un grupo de hombres sin escrúpulos -del sádico sarnoso al amigo aparente, pasando por el jefe en la sombra o los explotadores de talento ajeno-, para al final acabar saliendo adelante apoyándose una en la otra y sin necesidad de injerencias masculinas... vaya, ¿no es eso inusitadamente actual y genuínamente reivindicativo?

Spiceworld es una película intrascendente y sin mayor importancia, estamos de acuerdo. Un producto publicitario y apresurado para hacer caja con un fenómeno de éxito, sí... pero sin embargo, entre líneas y entre risas, esconde algún mensaje genuína y honestamente subversivo, más de una idea tan potente hoy como en su día. Y eso, en mi libro, es de las cosas que merecen la pena ser revindicadas veintipico años después. Zig-a-zig-ah!!

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