El siempre caldeado ambiente político convierte en cuestión de estado cualquier nimiedad, incluyendo programas de entretenimiento de competencia directa entre una televisión pública y una privada. Y estas conversaciones colapsan especialmente cuando una obra busca ser realmente política, pero quiere optar por cierta ambigüedad en lo que relata, al menos hasta cierto punto.
Esto confunde y hasta irrita a muchas personas que acuden a las películas con una demanda muy específica de lo que quieren ver de algo que se promociona como político. Es más, buscan un acomodo muy concreto en sus posturas ideológicas, en lugar de una exploración más antropológica como trata de hacer ‘Civil War’, y eso termina frustrando.
Ven y mira la guerra
Pero la película de Alex Garland, de nuevo como director además de guionista, ofrece mucho a nivel superficial y también en una serie de capas presentes en los personajes de Kirsten Dunst y Cailee Spaeny. Y da respuestas bastante contundentes, pero no con la claridad que algunos esperaban. Un atrevimiento que la hace una de las películas del año, y ahora se puede comprobar en streaming a través de Movistar+.
Cuando se desate una terrible lucha entre una alianza entre California y Texas y el gobierno de los Estados Unidos, donde el autoritario presidente se ha establecido para un tercer mandato, un grupo de periodistas de guerra deberán recorren el país con cautela para poder retratar los horrores que están sucediendo. Mientras algunas zonas lidian con el conflicto con total naturalidad, otras están absolutamente dominadas por el pánico.
Garland está tan preocupado por hacer una película de consecuencias de la polarización política que incluso no le importa ignorar que dos Estados tan dispares puedan aliarse por otros motivos que no sean económicos. Su enfoque se ancla en el centrismo, aunque no se acomoda en un apoliticismo cuñado. Si acaso, no teme señalar a extremistas de derechas como principales causantes del conflicto, aunque lo haga a través de detalles más finos.
‘Civil War’: el desgaste del horror
Sin embargo, también opta por abordar cómo se afronta de manera diferente una revuelta nacional cuando te toca de cerca, y la elección de fotoperiodistas de guerra como protagonistas de la obra no es casual. Garland trata de abordar hasta qué punto uno puede distanciarse de un horror que se vuelve no sólo una forma de vida, sino hasta una droga a la que engancharse. Explora cuestiones muy incómodas sobre compartimentalización y relativización de la tragedia que conectan con otro de los títulos del año, ‘La zona de interés’.
Todo ello desde el planteamiento de una película bélica espectacular que busca ser antibélica, pero no puede evitar hacer un impresionante despliegue visual y sonoro (el diseño de sonido es de los mejores del año). Sus ambiciones pueden llegar a ser contradictorias, pero Garland consigue una experiencia narrativa y emocional arrolladora que opta a ser su mejor trabajo como cineasta. El tiempo nos dirá si se consolida de esa manera.
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