'El blues de Beale Street': el director de 'Moonlight' vuelve con un precioso melodrama que pone a prueba nuestro cinismo

'El blues de Beale Street': el director de 'Moonlight' vuelve con un precioso melodrama que pone a prueba nuestro cinismo

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'El blues de Beale Street': el director de 'Moonlight' vuelve con un precioso melodrama que pone a prueba nuestro cinismo

En una angustiosa escena de 'El blues de Beale Street' ('If Beale Street Could Talk'), la madre de la protagonista intenta calmarla con unas dulces palabras: "Recuerda, el amor es lo que te trajo aquí. Y si hasta aquí has confiado en el amor, no te asustes ahora. Confía hasta el final". Es solo una muestra del tono de este extraordinario film, cálido y hermoso.

Pero elijo ese instante en particular porque creo que, además de reflejar las intenciones de Barry Jenkins, puede ayudar a explicar la frialdad de muchos comentarios y reseñas. Se entrega tan abiertamente a su convicción romántica que, ante el mínimo cinismo por parte del espectador, el discurso se vuelve absurdo e ineficaz. La chica está embarazada y su pareja en la cárcel; quizá confiar en "el amor" no se presenta como la opción más afortunada...

Amor en tiempos desesperados

Cada película crea su propia realidad, y bajo sus códigos debemos entenderla. Lejos de pretender un retrato realista de una relación sentimental entre dos jóvenes enamorados, 'El blues de Beale Street' es un puro y estilizado melodrama que pretende capturar emociones y sensaciones. Donde todo es intenso, donde las pasiones se desatan y no hay lugar para otra razón que no sea dejarse llevar por las entrañas.

If Beale Street Could Talk

Jenkins quiere transmitir esperanza al mundo actual. Pide optimismo, ser tan ingenuamente optimistas como para aceptar que el amor puede salvarnos, o al menos, darnos fuerza para sobrellevar los momentos más duros y sombríos. El amor en todas sus formas, pues esta película no es sólo un drama romántico, también habla de la familia y reivindica su valor cuando el cariño, el respeto y la comprensión son los principios que la rigen.

Es el tercer largometraje de este cineasta, que tocó la cima con su anterior trabajo, 'Moonlight'; no sólo ganadora del Óscar a la mejor película, también un éxito comercial. Quizá ese triunfo ha contribuido también a que 'El blues de Beale Street' haya pasado más desapercibida de lo que cabía esperar. Afortunadamente, ha vuelto a dar que hablar tras su victoria en los Independent Spirit Awards y el Óscar a Regina King como mejor actriz de reparto (ella es, por cierto, quien pronuncia los diálogos que citaba arriba).

Es llamativo cómo los dos cineastas que conquistaron la 90ª edición de los premios más prestigiosos de Hollywood han sido un tanto menospreciados al año siguiente. Curiosamente, 'First Man' solo ganó el Óscar a mejores efectos visuales, resultado escaso para el estimulante trabajo del responsable de 'La La Land', que por primera vez en su corta pero interesante carrera apostó por un libreto ajeno, al cual pudo contribuir con sus obsesiones personales.

'El blues de Beale Street': más que un drama romántico con trasfondo reivincativo

Cuatro nominaciones sumaba la película de Damien Chazelle y tres la de Jenkins, que a diferencia de su compatriota, vuelve a dirigir un guion propio. Sin embargo, como ya hiciera en 'Moonlight' (no en 'Medicina para la melancolía') su narración se apoya en la visión original de otro autor, con quien se identifica. En esta ocasión traslada a la gran pantalla una novela de James Baldwin, protagonista del reciente e imprescindible documental 'I Am Not Your Negro'.

Así que Jenkins, con la colaboración fundamental del director de fotografía James Laxton, el compositor Nicholas Britell (autor de un score arrebatador) y un inspirado casting encabezado por KiKi Layne, Stephan James, Regina King, Colman Domingo o Brian Tyree Henry (y casi cameos de Pedro Pascal y Dave Franco), procura trasladar a la pantalla lo que transmite la prosa de Baldwin, de la forma más fiel posible, descuidando el ritmo o la adaptación de los diálogos, para mí sus mayores errores (aunque entiendo su propósito).

Le queda una película descompensada e imperfecta pero de una belleza incuestionable, capaz de capturar la magia que surge en el cruce de miradas de dos enamorados, brillante en la creación de instantes poéticos. Y aunque es la representación de una tragedia, con su carga de denuncia social y política, lo que queda es una reconfortante sensación de que, a pesar de todo, nos tenemos los unos a los otros. Es cine que merece la pena experimentar, paladear con calma, y que personalmente valoro muchísimo.

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