No se trata de hacerlo, sino de hacerlo bien. Una máxima a la que una industria como la audiovisual no siempre le presta la debida atención. No parece este el caso de Movistar+, compañía que ha tardado en lanzarse de lleno a la producción de series propias. Porque no se trata sólo de hacerlo. Y porque dentro del actual panorama español, no se trata sólo de competir.
La intención es clara, rotunda: Movistar pretende encabezar un nuevo paradigma de la ficción televisiva nacional. Un nuevo paradigma no tan nuevo que sitúe la producción nacional, por fin, al mismo nivel de lo que nos pueda llegar de fuera bajo sellos tanto norteamericanos como europeos. El llamado "boom de las series" llega ahora a España liberado de la esclavitud del prime time y sus audiencias.
También libre, en un principio, de buena parte de "esas cosillas" que suelen boicotear las premisas con poco futuro de Antena 3 o Telecinco que los seriéfilos tendemos a ignorar. La intención de Movistar es lo dicho, clara, rotunda e inequívoca: producir series de televisión dignas de la llamada "televisión de pago", y de paso, dar un paso más allá. De convertirse en aquello que tradicionalmente ha representado HBO tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo civilizado. Baste comparar #0 con cualquier otra cadena de televisión para hacerse una idea.
El concepto es el mismo: si lo haces, que sea para que merezca la pena. Y a partir de ahí lo que tenga que llegar, llegará. Movistar+ ha entrado en el terreno de las series propias con la misma determinación, y con la misma solvencia de quién, o bien lleva toda una vida en esto, o bien tiene las ideas muy claras. El comienzo difícilmente podría ser más esperanzador ya sólo con el lavado de cara de 'Velvet'. Ha bastado con reducir la duración de cada capítulo de 70 a 50 minutos para que esta producción de la "televisión pública" parezca y se sienta más propia de una "televisión privada". Tan sencillo que abruma, tan simple que asusta. Y tan obvio que parece mentira que hayamos tardado tanto en espabilar.
La semana pasada se estrenó 'La Zona' arropada por su prometedor universo transmedia, y a continuación lo hará una serie como 'Vergüenza', de 25 minutos por capítulo, a la que la televisión pública fue incapaz de encontrarle un hueco. En enero llegará el que está llamado a ser el buque insignia de esta primera hornada de "series originales Movistar". Así lo vende la propia compañía, con mucho orgullo y una ambiciosa inversión de 10 millones de euros.
En el pasado festival de San Sebastián se preestrenaron sus dos primeros episodios, un tercio de lo que será su primera temporada (con una segunda ya oficialmente en desarrollo). Oficialmente, 'La Peste' es un thriller de ficción en seis capítulos de 45' que transcurren en la esplendorosa Sevilla del siglo XVI durante un brote de peste, coincidiendo con el inicio de la decadencia de una de las ciudades más importantes y ricas de la época.
La sinopsis oficial es clara al hacer hincapié en la Sevilla del siglo XVI, no en el por qué es un thriller. El argumento, como en todas las buenas series, es una excusa para desarrollar a espaldas de este algo más importante, una imagen con alma de un lugar y un momento. Allí a dónde una película de duración razonable no puede llegar, allí dónde una serie puede hacerse grande, detalle a detalle, minuto a minuto, semana a semana.
'La peste' ofrece una experiencia cruda y espectacular
Desde el punto de vista industrial 'La Peste' es todo un hito, mostrando unos altísimos valores de producción que remiten a aquella recurrente valoración: "no parece española". Todo un hito por cuanto ofrece algo que raramente se ha sentido en la ficción nacional: la inmersión en una realidad lo suficientemente tangible como para no parecer una ficción. Una sucia, sucísima realidad cabe añadir con ecos al 'Qué difícil es ser un dios' de Aleksey German.
En las antípodas de esa teatralidad tan aseada y con aroma a cartón piedra de por ejemplo, las ficciones históricas de TVE1. O cuando la línea entre cine y la televisión es tan fina que si existe, no se encuentra. 'La Peste' se presenta con una espectacular credibilidad que, dejando de lado a dragones, caminantes blancos y batallas multitudinarias, la emparentan en lo terrenal y mundano a series como 'Juego de Tronos'.
Porque Alberto Rodríguez y Rafael Cobos nos trasladan a esa Sevilla del siglo XVI de la que somos testigos privilegiados. Una pequeña parte de la realidad, una realidad que se precipita ante nuestros ojos. La espectacularidad de 'La peste' está en los detalles. En la evidencia que se ha invertido hasta el último céntimo de esos 10 millones de euros al servicio de una causa tan noble y honesta como a menudo esquiva: contar algo, pongamos que una historia (y lo que la rodea). Y tanto que no parece española que hasta Paco León ha perdido el acento por el camino.
Dejando de lado valoraciones argumentales precipitadas, dado que sólo se ha podido ver aquella parte en la que se promete, el principio, lo que viene a representar 'La peste' es lo mismo que ya puestos también representa 'La zona': ese mismo "sí, se puede" que nos hizo campeones del mundo de fútbol. Ese "sí, se puede" que tantas complejos de inferioridad ha derribado a lo largo de la historia, y que Movistar+ parece decidida a convertir en su mantra. No se trata de hacerlo por hacer, porque sea lo que se lleva ahora o HBO se haya cansado de tener un intermediario en nuestro país.
'La zona', 'vergüenza', 'La peste'... y lo que está por llegar a partir de febrero. Una ambiciosa promesa que está llamada a revolucionar el panorama de la ficción nacional. La solidez, solvencia y nervio mostrados por 'La peste' en sus dos primeros episodios ratifican que este salto evolutivo ya es un hecho. Ese mimo, ese cuidado y a la vez, esa pasión con la que se ha desenvuelto ante nosotros en tan sólo dos capítulos, hasta el punto de que no parece que nadie le esté vendiendo nada a nadie.
No se trata de "mero relleno de prime time" con el que quedarse dormido en el sofá. No. Se trata de intentar convertir esa hora en la mejor de toda la semana. Ha tardado. Pero al igual que con aquel gol de Iniesta, la espera parece que habrá merecido la pena.
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