'Mientras dure la guerra': Amenábar vence y convence con una película valiente, emocionante y tristemente imperecedera

'Mientras dure la guerra': Amenábar vence y convence con una película valiente, emocionante y tristemente imperecedera

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El ser humano, siempre generalizando y salvando excepciones, suele ser una especie reticente al cambio. Hay cosas que jamás evolucionan —o, más bien, nos negamos a que lo hagan—, y en lo que respecta a nuestro cine, esto se ve reflejado en esa perenne ristra de tópicos apolillados sobre la industria española; esos que hablan de cine repetitivo, subvencionado, sesgado y manipulador ideológicamente hablando y, lo que es aún más vergonzante, de mala calidad.

Si he optado por arrancar este texto remarcando esto es porque la soberbia 'Mientras dure la guerra', además de desmontar varios de los clichés mencionados, gira en torno a esa temible falta —o más bien escasez— de evolución que ha experimentado España desde el abominable verano de 1936. Algo que no deja de ser paradójico, ya que, mientras nuestra realidad sociopolítica permanece estancada en múltiples aspectos, nuestro cine vuela más alto que nunca

Pese a reconocer a Alejandro Amenábar como un autor sobresaliente, y como uno de los mejores del panorama patrio actual, he de admitir cierto desencanto con la evolución de su filmografía. Frente a soberbias alegrías como su magnífico debut 'Tesis' o esa joya del cine de género que es 'Los otros', se contraponen la indigesta grandilocuencia de 'Agora' o el afán por rizar el rizo en 'Regresión'; tendencias que, por suerte, brillan por su ausencia en 'Mientras dure la guerra'.

Valentía, emoción e historia

En esta ocasión, el chileno-español ha huido de cualquier tipo de exceso para volcar sus esfuerzos sobre el elemento principal que hace destacar a toda buena película que se precie: la emoción. Una decisión que, pese a conducir la producción hacia la acertada contención, muestra su peor efecto secundario en cuanto a términos formales se refiere.

Porque 'Mientras dure la guerra', dejando a un lado su imponente diseño de producción y algún momento puntual en el que el director de fotografía Alex Catalán saca la artillería pesada a relucir, no deja de estar narrada mediante una puesta en escena ligeramente plana —aunque ampliamente funcional— y una planificación académica cuya falta de riesgo podría antojarse algo insípida. Pero todo esto es lo de menos, porque nos encontramos ante un filme que, directamente, juega en otra liga.

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Puede que el factor que eleva lo nuevo de Amenábar a los terrenos de la excelencia sea la acertada mirada con la que el cineasta explora tanto al golpe de estado del 36 como a sus principales artífices. El ganador del Óscar por 'Mar adentro' evita juicios de valor de toda índole para ofrecer un relato edificado sobre hechos que, además de suponer una lección de historia tan impagable como necesaria, no titubea a la hora de humanizar a todos sus personajes.

Esto incluye tanto a líderes golpistas como el dictador Francisco Franco o el fundador de la Legión José Millán-Astray —fantástico Eduard Fernández— como a la verdadera alma de 'Mientras dure la guerra': un Miguel de Unamuno cuya complejidad como personaje está emparejada a su enrevesado e intelectual concepto de la ideología, y trasladada a la pantalla por un Karra Elejalde descomunal, cuya interpretación hace complicado contener las lágrimas durante varios pasajes

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Pero, si algo debe apreciarse por encima de todo en una cinta que trata contenido tan sensible, esa es la valentía en su discurso. El director, también coguionista, no teme en tender un puente entre la España de 1936 y la de 2019 con un repertorio de metáforas audiovisuales tan lúcido y veraz como sobrecogedor, reafirmando la idea de que no dejamos de ser la herencia de una época en la que, además del arraigado aroma a alcanfor, también olía a pólvora, sangre y muerte.  

Como afirmaba al principio de este texto, hay cosas que no cambian, y una de ellas, comulguemos más o menos con la totalidad de su obra, es la destreza de Alejandro Amenábar tras las cámaras. Un imprescindible para comprender el panorama cinematográfico contemporáneo dentro de nuestras fronteras que, armado con una herramienta tan poderosa como la terrible historia española, ha dado forma a una obra sobresaliente, necesaria y tristemente imperecedera.

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