'El pasajero' convierte el suspense en espectáculo visual en el mejor combo de Collet-Serra con Liam Neeson

'El pasajero' convierte el suspense en espectáculo visual en el mejor combo de Collet-Serra con Liam Neeson

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'El pasajero' convierte el suspense en espectáculo visual en el mejor combo de Collet-Serra con Liam Neeson

Puede que a estas alturas, otra película de acción con Liam Neeson resulte casi una caricatura, pero lo cierto es que, si no supiera cuál ver entre todas las que ha hecho en los últimos diez años eligiría alguna de sus colaboraciones con Jaume Collet-Serra. La saga que surgió de ‘Venganza’ (Taken, 2008) no me parece reseñable más allá de recuperar la figura del vigilante y se acaban atragantando, pero el trabajo del director español se empieza a superar a sí mismo.

Aunque prefiera sus magníficas incursiones en el cine de terror, como la reciente ‘Infierno Azul’ (The Shallows, 2016), en su asociación con el actor irlandés, encontramos excelentes muestras de thriller bien conducido, excitante y tremendamente entretenido. Podríamos hablar de ‘El Pasajero’ (The Commuter, 2017) como una versión evolucionada y pulida de la verbenera ‘Non-Stop (Sin escalas)’ (2014), en la que efectivamente, se cambia un avión por un tren.

Liam Nesson

Videoclub etiqueta negra

Hay otros detalles que cambian su estructura, pero a grandes rasgos, tenemos a Liam Neeson en un transporte de pasajeros recibiendo mensajes de un desconocido que le dice lo que tiene que hacer en una trama de tensión constante. La fórmula de Collet-Serra queda diáfana, con una exposición y primera mitad llena de intriga, un crescendo de acción y un tercer acto más explosivo, ya de puro espectáculo palomitero irreal. En el fondo, todas podrían transcurrir en el mismo universo, con Neeson como un John McClane sexagenario.

Y todas comparten algo similar. No pretenden ni dejan de ser más que réplicas del espíritu del videoclub. De esos grandes artefactos a mayor gloria de Steven Seagal que te alegraban la sesión de viernes noche. No hay tantos pasos de distancia entre ‘El pasajero’ y ‘Alerta máxima 2’ (Under Siege 2: Dark Territory, 1995), la diferencia es que está servido en etiqueta negra y smoking de fiesta de altos vuelos. Pero, dentro de la secuencia de películas de Collet-Serra, hay siempre una mejora contínua.

Commuter

Cada nueva película del director muestra su voluntad de innovar, crear y modelar soluciones visuales para lo que de otra manera parecería un guion más bien rutinario. Su narrativa eleva el material a pura adrenalina, convirtiendo el suspense en un espectáculo de resortes y pistas para el espectador que impiden que dejen el culo quieto en el asiento un solo momento. La diferencia de ‘El pasajero’ con el resto de sus combos con Neeson es que la concepción visual ha llegado a un nivel de sofisticación que no poseen muchos directores actuales.

Working Class Neeson

Es difícil catalogar su nueva película como algo más que un thriller de acción de serie B, pero a las capacidades como director del catalán comienzan a quedarles pequeños los guiones con los que trabaja. Puede que más allá de esa eficiencia técnica y magnitud visual le haga falta algún toque de personalidad que le convierta en un nuevo Tony Scott y le quiten la etiqueta de maestro artesano, pero lo cierto es que haga lo que haga no falla y aún está por ver una mala en su filmografía.

En ‘El pasajero’ nos ofrece a un Neeson mucho menos seguro de sí mismo, un expolicía bastante normal, que no se convierte en una máquina de matar infalible sino en un hombre desesperado, que intenta arreglar un problema, que requiere algo de astucia, de forma apresurada y torpe dentro del metro de Nueva York. La certeza de que los malos controlan todos sus movimientos y su limitación para actuar convierten las dificultades en la salsa de la acción, que resulta también una constricción consciente para atar en corto el espectáculo delirante.

No es que no haya momentos de acción implausible marca de la casa, pero lo cierto es que están mucho más dosificadas que en otras ocasiones y por ello, resulta un espectáculo más redondo. Incluso se permite incluir un simbolismo con el personaje de Vera Farmiga, que crea a un héroe faustiano dentro de un subtexto lleno de señales y apuntes sobre la clase media trabajadora y lo noble, que cuadra perfectamente con el escenario proletario en el que transcurre toda la acción.

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