'La matanza de Texas': una entretenida salvajada de Netflix que prioriza el gore por encima de una atmósfera malsana

'La matanza de Texas': una entretenida salvajada de Netflix que prioriza el gore por encima de una atmósfera malsana

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La película original de 'La matanza de Texas' es una obra cumbre del cine de terror y un hito del séptimo arte. Tobe Hooper logró un pequeño milagro que ninguna entrega posterior de la franquicia pudo igualar. Eso no quita para que la secuela dirigida por él mismo merezca la pena o que el remake de Marcus Nispel estrenado en 2003 también sea una muy buena película.

A cambio, la saga también nos ha dado desastres como 'La matanza de Texas: La nueva generación' o 'La matanza de Texas 3D', en la cual ya se jugó la baza de la secuela tardía del clásico de 1974. Ahora Netflix vuelve a intentar eso mismo con 'La matanza de Texas', una entretenida salvajada que presta más atención a un generoso uso de las escenas gore que a la creación de una atmósfera malsana.

El despertar de la bestia

La cuestión es que la versión original de 'La matanza de Texas' hacía justo lo contrario, hasta el punto de que muchos espectadores la recuerdan mucho más sangrienta de lo que realmente es. En realidad, eso tenía una presencia mínima en la película, lo cual elevaba el mérito del mal rollo que lograba transmitir, algo en lo que resultaba esencial el trabajo de Daniel Pearl como director de fotografía.

Tan evidente era eso que incluso se volvió a contar con él para el remake de 2003, pero no hay ni rastro de su presencia en la película que nos ocupa y es algo que se nota. Es verdad que aquí también todo transcurre en una localización remota cuyos mejores años hace mucho que quedaron atrás, con lo cual se conecta con la original en lo referente a la pesadilla de la América profunda, pero es algo que pronto se deja de lado en beneficio del espectáculo sangriento.

Los primeros minutos de 'La matanza de Texas' están principalmente orientados a despertar de nuevo a la bestia que es Leatherface. Por el camino se presenta al reparto joven condenado a acabar de mala manera y el director David Blue Garcia presenta con acierto una situación que no se limita a ser una repetición de la primera entrega pese a jugar con ingredientes similares.

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A partir de ahí es cuando la cosa se desmadra y queda claro que el principal interés de esta película es ver al legendario matarife acabar de la forma más gráfica posible con cualquiera que se cruce en su camino. Aquí no hay espacio para agonías lentas o sembrar la duda sobre qué piensa hacer contigo. Lo que prima aquí es el impacto directo en todo momento y la acumulación de cadáveres.

Hay una secuencia especialmente ilustrativa de esto en la que Leatherface acaba de un plumazo con la vida de varios personajes, todos ellos con una trascendencia prácticamente nula en la historia. La única angustia agobiante que puede llegar a provocar la película es por la sensación de que es algo inevitable y tarde o temprano va a acabar saliéndose con la suya. Pero no es lo mismo.

A tope con la violencia

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Poco importa la reaparición de la superviviente original, aunque aquí interpretada por Olwen Fouéré en el lugar de la tristemente fallecida Marilyn Burns, hasta el punto de que es algo que se podrían haber ahorrado. Sí, esa es la auténtica conexión con la sensacional película de Tobe Hooper, pero poco aporta a la historia más allá de recordarnos su condición de secuela.

De hecho, aquí Leatherface casi parece más Jason Voorhees que el temible asesino de 'La matanza de Texas'. Sí, vuelve a usar su mítica motosierra y sigue siendo un aficionado a usar caras humanas a modo de máscara, pero más allá de los cosmético tenemos a alguien más cercano al ímpetu sobrenatural del psicópata de la saga 'Viernes 13', que a cualquier otra cosa.

Algo me dice que probablemente estaba ahí la discrepancia creativa que llevó a que los hermanos Tohill abandonasen esta nueva 'La matanza de Texas' cuando ya llevaban una semana de rodaje. Y es que puede que la idea fuera honrar el espíritu de la película original, pero a la hora de la verdad las diferencias no podrían ser más palpables. Puede que haya algún guiño bastante obvio -no entraré en cuales por eso de los spoilers-, pero queda claro que la prioridad no es esa.

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¿Quiere eso decir que estamos ante una obra que no merezca la pena? Tampoco diría eso, ya que al menos aquí hay un tratamiento de la violencia inhabitual en este tipo de producciones de Hollywood. Recuerdo que en 'Halloween Kills' se destacó lo bruta que llegaba a ser, pero es la película de David Gordon Green palidece en ese aspecto ante lo que vemos suceder aquí en pantalla. Y ahí ningún pero que ponerle a la contundencia mostrada por David Blue Garcia.

Tan claro es eso que 'La matanza de Texas' no tiene el más mínimo problema en tener una duración llamativamente corta para poder ir así siempre al meollo, dejando claro qué es lo que les interesa realmente y prestando mucha menos atención a los aspectos que podrían darle una mayor unidad. Y es que los títulos de crédito finales aparecen en el minuto 74 de metraje, pero ojo, que igual Netflix ya os dice entonces que si os apetece saltároslos, que hay una breve escena al final de los mismos.

En resumidas cuentas

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Aquellos que busquen aquí una película en la línea de 'La matanza de Texas' original, seguramente acaben decepcionados. Esto es otra cosa, con ciertos puntos de conexión con la imprescindible película de Tobe Hooper, pero que luego opta por un enfoque diferente, mucho más propio de un slasher al uso que de una obra del American Gothic. El resultado no es despreciable y funciona como pasatiempo violento, pero ni siquiera es la segunda o la tercera mejor entrega de la franquicia.

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