'The Acolyte' tiene muy buenas intenciones. Quiere hablar sobre la dicotomía entre los Jedis y el Lado Oscuro en un momento de la historia donde los primeros no eran, ni lejanamente, un grupo de bondadosos guerreros de la justicia. Pretende añadir matices, cuestionar todo lo que sabemos hasta ahora en la saga, adentrarse en el gris y hacernos apreciar que no todo es lo que parece. Sin embargo, lo hace con la pericia de quien quiere pintar la Mona Lisa pero solo tiene el nivel artístico para hacer un collar de macarrones.
Si juegas con fuego te vas a Qimir
El sexto episodio es, hasta la fecha, el mejor ejemplo de este juego de matices y secretos con el que Leslye Headland lleva tratando de engatusarnos desde el inicio (con desigual éxito). Pero no puede evadir el problema que toda la serie lleva acarreando y que, incluso en mayor medida, también dañó 'Obi-Wan Kenobi': el relleno innecesario pulula en cada episodio, dando un resultado alargado y chicloso. Es más, da la impresión de que todos en la producción sabían perfectamente que estos ocho episodios podían haber sido una película y habría mejorado en ritmo, fluidez y declaración de intenciones.
En su lugar, las escenas clave del episodio (la revelación del pasado de Qimir, las dudas sobre las intenciones de Sol) están metidas entre un sinfín de conversaciones vacías y difícilmente comprensibles desde el punto de vista de los personajes. Al equipo de guion claramente le interesa más hacer una disertación sobre el Lado Oscuro y el Reverso Luminoso antes que conseguir que sus protagonistas pasen del esbozo, y el resultado es inconsistente, algo especialmente doloroso en el personaje de Osha.
En este episodio, y por arte de guion, Osha se convierte en una marioneta para que avance la trama. Y lo entiendo, ojo: a los guionistas les gusta tanto la explicación racional sobre lo fácil que es pasar al Lado Oscuro (todo sea dicho, una conversión bastante mejor explicada que la de Anakin Skywalker en 'La venganza de los sith') que no permiten que su protagonista llegue a enfadarse porque Qimir acabe de matar a sus amigos y se haya revelado como el maestro oscuro de su hermana. Hay un pequeño conato de furia que lleva, irremediablemente, a permitir que el camino de corrupción se abra ante ella. Es muy revelador e interesante... o lo sería si no fuera una negación de sus sentimientos a golpe forzado de guion. Una vez más, la Mona Lisa y el collar de macarrones.
Una Osha es una Osha
La división por episodios en 'The Acolyte' continúa siendo de lo más formulaica, prácticamente divididos por bloques temáticos. "El del flashback", "El de la acción", "El de hablar"... Esta falta de homogeneidad con un tono absolutamente distraído se suma al desinterés general de un equipo que no parece saber lo que supone hacer una serie semanal. Sin embargo, ese no es su mayor problema. Ojalá lo fuera.
Lo que cuentan en 'The Acolyte' es interesante y novedoso, y su periodo galáctico está tan inexplorado que debería estar lleno de sorpresas, pero su narrativa es tremendamente torpe para convertir estos aparentes valores seguros en una ficción interesante para el espectador y cae de manera irreversible en pozos negros que ella misma ha cavado (por ejemplo, ¿cuántas veces hay que recordar al espectador que Sol esconde un secreto?). Su tara no está en el ritmo mortecino ni en los personajes indefinidos: ambas son consecuencia de la indecisión en el tono general de la serie, consciente de que, incluso con capítulos de 30 minutos, no da más de sí.
Eso no significa que no haya mucho que rescatar en este sexto episodio que continúa modelando a los jedi como antihéroes que apenas lloran a sus caídos en combate, guardan secretos, conspiran entre ellos y a los que el liderazgo de la galaxia no les convierte en héroes a ojos de todo el mundo. Además, cuenta con un increíble plano final que nos devuelve, aunque solo sea sonoramente, a Darth Vader, y nos descubre que Manny Jacinto es mucho más que el despistado Jason de 'The good place'.
Francamente, y aún con todos sus problemas, 'The Acolyte' sigue siendo una serie disfrutable, dentro de lo que cabe. No te va a cambiar la vida, se pone palos en las ruedas y está demasiado enamorada de sí misma como para poder solucionar sus defectos, pero sus intenciones de revolución narrativa son tan puras que, sobre todo para los fans con la mente más abierta, puede valer la pena como simple contenido que quiere ser algo más (pero no sabe cómo). Porque al final, bueno, a todos nos puede hacer ilusión en un momento dado que nos regalen un collar de macarrones si está hecho con la humildad de quien quiere pintar la Mona Lisa... pero no ha podido.
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