Creo que la televisión lineal se está equivocando ignorando a los niños en verano y cae en la profecía autocumplida de su propio futuro devastador

Creo que la televisión lineal se está equivocando ignorando a los niños en verano y cae en la profecía autocumplida de su propio futuro devastador

Y no, la TDT metiendo dibujos 24 horas al día sin ton ni son no es la solución

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Club Disney

No soy nostálgico. De verdad que no. No vais a leer aquí una añoranza de tiempos pretéritos ni un intento de gritar a una nube, cual Abuelo Simpson, por cosas que no pueden cambiarse. Soy perfectamente consciente de que los tiempos han cambiado, hay mil formas alternativas de entretenimiento para los chavales (con Twitch y TikTok a la cabeza) y, quizá, lo último que quieren hacer un jueves por la mañana en agosto es poner la televisión. Pero, desde luego, no se puede decir que las cadenas estén poniendo de su parte.

(No) nos lo vamos a pasar pirata

En los años 90 y 00, la televisión matutina en verano era territorio exclusivo de la chiquillada. Series como 'Salvados por la campana', 'Spider-man' o 'Pepper Ann' se repetían una y otra vez sin descanso ni que nadie se quejara mientras, entre capítulo y capítulo, un grupo de presentadores jovenzuelos preparaban concursos, daban paso a reportajes y hablaban con el público desde el Aquopolis de Villanueva de la Calzada o donde tocara. Con que hubiera agua y publicidad encubierta, ya valía. Era otra época donde todos parecíamos tener más claro que el verano era un momento de pausarlo todo y de dar paso a los verdaderos protagonistas: los niños.

'Club Disney', 'Club Megatrix', 'TPH Club', los autonómicos ('La banda', 'Club Super 3', 'Superbat')... El verano era sinónimo de diversión y diversidad televisiva. Han pasado diez años desde el último programa de 'Megatrix' y quince desde el final de 'Zona Disney', y con la llegada de la TDT las cadenas han ido relegando cada vez más al público infantil a un pequeño gueto en el que, con la excusa de tener dibujos animados ininterrumpidos, no hace falta pensar más en ellos. Tienes Boing, Clan, Disney Channel, canales de streaming y YouTube. Suficiente. Ahora quita, que molestas.

Megatrix

Y así, las mañanas de los fines de semana, que antes eran un territorio solo apto para niños y adolescentes, ahora se han convertido en un alargamiento de lo que ya tenemos durante el resto del año. Programas matinales de política, mesas de personas encorbatadas discutiendo los últimos movimientos de los partidos, un toque de prensa del corazón: ni siquiera se trata de formatos especialmente hechos para el periodo estival. En un mundo gris, triste y envejecido, la televisión parece haber absorbido esos adjetivos tomándolos como bandera.

Tras, tres, tris

Es la pescadilla que se muerde la cola: la televisión tradicional no ofrece nada para el público infantil, ergo este no la enciende, y los canales no tienen ningún aliciente para ofrecer algo dedicado a los más pequeños de la casa. Vuelta al punto uno. Los canales dedicados a los chavales son, francamente, mejorables: normalmente se sienten como una recopilación de episodios emitidos al tuntún, siempre de las mismas series, sin cuidado por preservar su marca o darle unas señas de identidad.

Gumball

Boing intentó tener personalidad propia, y se nota que había un equipo detrás al que le faltaba presupuesto para dar totalmente en el clavo con sus producciones propias, su revista y sus ideas de maratones especiales. Pero, con el paso de los años, se ha convertido en un simple repositorio más, una especie de reconocimiento al poco interés que la televisión tradicional pone en un público que, no lo olvidemos, ha perdido tanto el interés que en el futuro será imposible recuperarlo.

Parece que ningún canal está realmente preocupado por su supervivencia futura, pero debería estarlo: para muchos de nosotros, la televisión forma una parte importante de nuestra infancia. En los veranos eran una compañía del desayuno entre 'California Dreams' y 'Bola de dragón', algo que te acostumbraba a encenderla todos los días y tener una rutina catódica.

¿Esperan los canales que los niños de ahora, al llegar a los 25 años, les apetezca por arte de magia ver la programación lineal? ¿Cómo, si no se les ha acostumbrado desde la infancia? ¿De verdad creen que pueden competir contra el resto de opciones que sí están consumiendo? La necesidad de una programación dedicada no es ya exclusivamente por ponernos en plan Helen Lovejoy gritando "¿Es que nadie va a pensar en los niños?", sino por evitar que canales con décadas de historia se peguen un tiro en el pie e hipotequen su futuro a cambio de un presente claramente en declive.

Niños, niños, futuro, futuro

Echar un repaso a la programación de agosto de los seis canales principales es un ejercicio devastador: es exactamente la misma que en marzo, como si lo que aquí importara fuera exclusivamente el público que ya tienen cautivo. 'La hora de La 1', 'Espejo público', 'Al rojo vivo', 'El programa del verano' (que es el de Ana Rosa con otro nombre). Todo infoentretenimiento dedicado al mismo tipo de público, sin que nadie se atreva a intentar hacer algo diferente.

De acuerdo: los niños ahora se entretienen de muchas otras maneras, pantalla mediante, pero, ¿estamos tan seguros de que un programa dedicado a los jóvenes no tendría más share que los 246.000 espectadores matinales de La 1, los 281.000 de Antena 3 o las pírricas repeticiones de La 2, que anota un tope de 96.000? ¿Por qué esa resistencia a ofrecer algo que no sea un programa de política, como si la audiencia residual actual fuera una gema que cuidar y no mereciera la pena la experimentación con los géneros?

Hay un público para un tipo de programa más familiar, y 'Grand Prix' es la prueba, a pesar de emitirse en un horario demencial. Marginar a los niños a la TDT con la excusa de "Ya hay programas para ellos", como si no existiera el 24 Horas de RTVE ("Ya hay noticias para los mayores"), es una de las estrategias de las que más se arrepentirán en la televisión tradicional dentro de unos años, cuando comprueben que si no cultivas la audiencia desde pequeña, no la tendrás cuando crezca. Y que esa lucha cruenta por 200.000 espectadores avejentados, francamente, jamás mereció la pena.

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