"Este programa es el más raro en el que he estado en mi vida", decía ayer Norman Reedus desde el escenario de 'La revuelta'. Si hace años veíamos con estupor a Jesse Eisenberg y Charlize Theron hablando con estupefacción de 'El Hormiguero' en el show de Jimmy Kimmel, ¿qué van a pensar ahora? Solo en el programa de ayer, David Broncano pidió diez euros al actor de 'The Walking Dead' (y se los quedó), habló de "estrujar la comadreja" como sinónimo de masturbación, permitió que se colaran spoilers ante el horror de los representantes del canal, hizo que alguien se tirara en tirolina, pidió ser "un zombi en un pozo" y dejó que Reedus tocara el bombo a su gusto. Todo esto después de entrevistar a un chaval del público virgen del que Grison dijo "No ha visto un coño ni cuando nació". Si dos hormigas de felpa les parecía rompedor, ¿qué demonios es esto?
A por el bote, oe
Claramente hay un gran porcentaje del público televisivo que no entiende el espíritu de 'La revuelta', y es normal. En el fondo, parecen el grupo de los gamberros de clase presentando un trabajo que no se han preparado pero que, de alguna manera, se ganan el aprobado in extremis porque caen bien a la profesora. Los programas parecen (a veces, falsamente, a veces no tanto) un puro caos, las secciones se agolpan entre sí, el presentador reconoce no saber ni qué se está promocionando, hay alguien del público sentado en un váter, otro en una tumbona de playa y el "Hombre Mágico" aparece sin dar más contexto. Sí, es raro. Sí, es gilipollas. Pero al mismo tiempo, huele a nuevo... Y ya era hora de airear la televisión.
Reconozco que yo era de los que creía que David Broncano jamás ganaría a Pablo Motos (he escrito artículos al respecto fallando en cada una de mis predicciones). Ni el propio presentador pensaba tener ninguna posibilidad. Sin embargo, ha ocurrido algo inesperado: el público que ya no veía la televisión, ha vuelto a hacerlo. Pero ojo, sin prejuicio para su rival directo: 'El Hormiguero' sigue con su misma audiencia, pero 'La Revuelta' ha sabido captar a los millennial que se sentían abandonados por los canales lineales desde hace años. Y lo ha hecho gracias a un arma secreta que se escondía bajo la manga: la imprevisibilidad constante.
Mientras que en el programa de Antena 3 los invitados son el eje que mueve el programa (Johnny Depp tendrá mucha audiencia, Miguel Ángel Revilla no tanta), el público de La 1 lo ve por el ambiente, el presentador, ese sentir que estás entre amigos y que cualquier cosa puede ocurrir. Ayer acudió Norman Reedus, pero podría haber sido un científico del CERN, una ciclista sorda o Berto Romero como reemplazo de un invitado que canceló en el último momento. Nadie cancelaría a Pablo Motos. Cualquiera puede cancelar a David Broncano. Es parte del show, del keep it cutre y de la aparente anarquía que reina 'La revuelta'. Pero hasta la anarquía televisiva tiene mucho trabajo por detrás para que luzca así de bien.
Y hoy viene a no divertirse...
Seamos sinceros: hace años que ningún invitado (salvo, quizá, Will Smith) va a divertirse a 'El Hormiguero'. En la industria, preguntes a quien preguntes, se ve como un trámite por el que hay que pasar, la ventana más grande de los medios españoles, el único lugar al que ir para que te escuchen dos millones de personas. Durante muchísimas temporadas ha sido un tótem inamovible de la industria contra el que el resto de las cadenas no osaban competir cara a cara. ¿Y qué ha pasado cuando lo han hecho de una manera descarada? Pues que han empatado entre ellos y quien ha salido ganando es tanto el público como las agencias de PR, que por fin tienen varias opciones.
El resumen de estas dos semanas de competición ha sido, por resumir -y salvo días excepcionales-, que 'La revuelta' gana en competición directa y 'El hormiguero' en el cómputo general. ¿Qué significa eso? Que el público prefiere, en general, el programa de La 1, pero el de Antena 3 dura veinte minutos más que aprovecha para arañar el share que deja el público que abandona después del access prime time. Y es que este access sí arrastra cierto público al (supuesto, pero eso es otro artículo distinto) prime time en el canal privado, pero abandona inmediatamente en el público. 'Masterchef Celebrity', por ejemplo, no pasa del millón de espectadores viniendo de más del doble.
O sea: el público que ve 'La revuelta' mientras cena es el mismo que después se pone una serie en streaming y no quiere perder el tiempo con ninguna otra cosa que ofrezcan en el canal. Hay algo en el lenguaje de Jorge Ponce, Ricardo Castella, Grison y David Broncano que les interpela directamente, que les hace pegarse a la televisión no para ver al famoso de turno, sino para "ver qué pasa". Y hace mucho tiempo que ningún programa jugaba la carta de la novedad continua, la reinvención constante y el salto al vacío hacia lo inesperado. Salga bien o salga mal a largo plazo, más de dos millones de espectadores demuestran que la decisión de La 1 fue un sonoro acierto, grite quien grite y chille quien chille.
Te venden la moto
Los detractores de 'La Revuelta' en redes opinan que es una gilipollez y que 'El Hormiguero' está mucho mejor montado, es más elegante y las entrevistas no son un desfase continuo y sin sentido. Pero los fans opinan lo mismo: es una gilipollez. Una gilipollez creada por gente que solo quiere divertirse y divertir, pero de verdad, como entre colegas, sin rebajar el tono grosero, descarado y joven que ya tenían en 'La resistencia' y marcando una diferencia clara con el programa de Motos: nadie se imaginaría a los aparentemente gamberros Trancas y Barrancas hablando de "despellejar la zarigüeya" y obligando a un actor americano a dar un mensaje contra la gente que no avisa de los paluegos. Es anarquía que huele a ambientador de pino en la ranciedad habitual de la televisión.
Incluso cuando pierde, 'La Revuelta' gana. Porque hace años, la visita de Johnny Depp habría arrasado, y ahora apenas araña seis décimas a su rival más cercano, cuyas armas eran un bombo, un señor virgen, un invitado sorpresa (como siempre) y Broncano comiéndose una empanada de atún. El sucesor de 'La Resistencia' triunfa, una vez pasado el tiempo del enfrentamiento aparentemente político (ha habido más críticas al gobierno que otra cosa durante los nueve programas emitidos), porque es una alternativa real que se niega a disfrazar el show business de colorines y no necesita premios millonarios para enganchar a un público entregado.
Basta la naturalidad, la tontuna y el recordarnos que, por mucho que queramos vestirnos de seda, en este país siempre hemos sido eminentemente gilipollas (en el buen sentido de la palabra, claro). Es algo que unos han entendido y en lo que creen fervientemente mientras el otro aún cree, desde su trono de cristal, que puede evitar la chorrada a base de glamour, estrellas y hormigas de felpa.
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