El formato ya no es un problema: cómo ver cualquier película tal y como fue concebida

El formato ya no es un problema: cómo ver cualquier película tal y como fue concebida
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¿Sabes cuál es el formato nativo de una película? Junto a la información de idiomas y duración, es común toparse en algunos Blu-Ray con una tabla de números y clasificaciones.

Y esta es solo una cara de la moneda: una cosa es la resolución y relación a la que veremos la película, y otra la relación de aspecto a la que fue rodada. Por el camino, hasta encapsular el archivo digital, hemos ganado o perdido contenido vertical u horizontal. Tijeretazos y barras negras más o menos anchas que nos recuerdan un hecho simple: si usáramos un proyector en vez de un TV, siempre tendríamos la oportunidad de ver todo el cine tal cual fue concebido. Pero vayamos punto por punto.

Hablemos de (ratios de) cine

Fuera de ópticas y perspectivas, comenzamos con una declaración sencilla a la pregunta «qué es la relación de aspecto». No tiene nada de misterioso: la relación dimensional, comúnmente llamada “ratio”, es la proporción entre ancho y alto. X por Y. El misterio reside, por tanto, en cómo se aprovechan esas reglas. Y cómo se rueda con ellas.

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¿Tienes por casa algún TV antiguo? Seguramente recordarás su aspecto 4:3 (1.33:1), es decir, un formato bastante cuadrado con grandes bandas negras a los lados al pasarlo a un televisor actual. En Estados Unidos apostaron por uno similar, 3:2, también conocido por 1.50:1. Cuando se comercializan los primeros televisores en la década de los 50, la televisión adopta el formato hollywoodiense. Un formato que fue estándar hasta 2009.

Con el paso del tiempo la tendencia ha sido clara: apaisar el formato, “rectangularizarlo”. 16:9 (1.77:1), actual estándar de la televisión en alta definición, un diagonal de 29,36º bajo el apodo widescreen. 1:85:1, un habitual en salas de cine con menos ancho que el anterior. 2.39:1 (12:5), conocido como formato Panavision o CinemaScope, que poco preserva el “scope” original.

Si lo trasladamos a cómo lo vemos en casa, en una peli en Blu-Ray, estaríamos ante un espacio comprendido entre 1920×800 píxeles. El resto son formatos de menor recurrencia pero igual importancia: 2.55:1; o 2.76:1 (11:4), el Ultra Panavision 70. Ya sabes, ese que seguramente te perdiste cuando fuiste al estreno de ‘Los Odiosos Ocho’.

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La mareante realidad de los ratios. Cortesía de PHFX

Durante estas “generaciones”, muchos formatos se han quedado en la estacada, bien por experimentales o por no recibir apoyo y acogida comercial adecuada. Tal fue el caso del Grandeur de la Fox o el Cinerama de Fred Waller en los años 50, creado con tres negativos de 35mm sincronizados, una especie de precedente al formato 360º apodado “SmileBox”, por esas curvaturas centrales que evocaban un efecto envolvente entre los espectadores. La misma razón por la que teléfonos como el LG G7, con una relación de aspecto 19,5:9, resultan más inmersivos que el clásico 16:9 o incluso 18:9.

En cambio, otros apenas han cambiado: la denominada “película Edison”, elegida en una conferencia de 1909 como nuevo estándar, es prácticamente igual que nuestros 35mm actuales. Exacto, no hay tanta distancia de estilo entre Lumière y Cuarón. Fue el cine sonoro quien impuso espacio para una nueva banda. ¿Solución? Rebajar la altura de la imagen. Una tendencia que no ha parado de crecer, horizontalmente.

Muchos ya lo sabéis y sois conocedores del drama de qué formato elegir para ser “comercialmente” más competitivo. Por ejemplo, Paul Thomas Anderson renunció a la relación de aspecto panorámica para ‘El hilo invisible’ y optó por 35mm esférico, componiendo para 1.85:1. Algunas de estas copias fueron estiradas hasta los 70mm, ese formato asociado al IMAX. Y como bromeaban en su entrevista para Arte, esas copias no se pueden ver en cualquier sitio. Porque si rodar así es más caro, imagínate distribuirlo.

En suma, mientras algunos de vosotros decís «fui al Phenomena a ver Dunkerque en 70mm», la mayoría tenemos que conformarnos con el DCP (Digital Cinema Package), un transfer bastante económico de distribuir —que menoscaba ciertos matices obvios— impuesto para tiempos digitales. Pero ojo, no todo lo digital va en perjuicio del espectador. Más bien al contrario.

Proyéctame ese clásico

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Ahora vayamos al mundo real, a ese espacio común donde solemos vivir. Porque hasta los usuarios más devotos del cine asumimos que hay ciertas películas que no podemos ver —por falta de distribución, idioma original, escaso tiempo en cartelera— y otras muchas que no queremos ver en salas atestadas por grupos de E.S.O. lanzando Doritos a las filas de más abajo.

Porque desde la mente del director hasta nuestro TV, en esa transición, muchas veces se ha interpuesto la tijera del formato soportado por nuestro televisor o DVD.

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Si somos usuarios de los actuales servicios de streaming lo habremos visto en algunas películas clásicas.

Porque muchas de ellas han recibido un enorme tijeretazo para “estandarizarse”. Y tal vez podamos considerar la efervescente producción de series una fábrica masiva: por un lado entra una batidora de conceptos, por otro lado sale un drama criminal, una sitcom o una historia épica de vikingos. Aunque aquí tenemos otra postura: el arte es más que eso.

Proyectando soluciones

¿Cuál es la solución? Un proyector. Así de claro.

Mentalmente tenemos una imagen proyectada —siento el chiste— sobre este objeto: una máquina tosca y ruidosa de diseño poco decoroso que escupe un haz de luz enorme sobre un panel blanco gigantesco. Y no es así. Lo fue durante años entre los económicos proyectores de instituto, sobre una mesa camilla con ruedines y manejados por profesores de secundaria.

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Los actuales presumen de portabilidad, autonomía y comodidad. Las dos principales apuestas de LG, el LG 4K UHD y el Minibeam, están diseñados para que te olvides de los cables gracias a su conexión Bluetooth y a la tecnología Miracast, que permite conectar al proyector con cualquier dispositivo.

Estos dispositivos nos permiten ganar dos ventajas: la limitación de espacio desaparece —podemos trabajar con pantallas de hasta 150" en el caso del LG 4K UHD y 100" para el Minibeam— y el disfrute de contenidos no queda limitado al salón. Una cochera, un dormitorio, da igual. Pasamos a ser dueños de esa posibilidad y pasamos a manejar más espacios y más relaciones de aspecto.

El proyector da más libertad, eso está claro: si Wes Anderson se siente motivado y rueda en 1.37:1, el proyector mostrará la información del archivo sin bandas negras. La imagen “respirará” mejor. Y ojo, te sorprendería ver la cantidad de cine que se comercializa y rueda actualmente en este formato. Sin ir más lejos, ‘Cold War’, la joya en blanco y negro de Pawel Pawlikowski que no para de cosechar premios.

Y ya no solo por una decisión estética que evoca los tiempos donde se encuadra la película. Mucho cine rodado en 1.37:1 prefiere que nos concentremos, que nuestros ojos estén enfocados en un espacio menor. Algo que intentaba sugerir el director Nacho Vigalondo en su paso por La Resistencia: «lo que es expresivo es la proporción de elementos en plano».

La necesidad de un cambio

Como gadget, el proyector) es cada vez más común. Propone una alternativa audaz y es el acompañamiento idóneo para un verdadero devoto del cine. Esa debería ser siempre la meta de la tecnología: aportar versatilidad, conceder opciones, no constreñir ni nuestro ocio ni las decisiones estilísticas de los grandes directores.

Si nunca has tenido un proyector, los únicos conceptos que debes aprender son enfoque y zoom. El botón de encendido también sirve como joystick para manejarse por los menús. Y una de las ventajas más interesantes es que no necesitamos pausar la reproducción para realizar ajustes de audio, intensidad lumínica, enfoque y resolución. Los proyectores más profesionales, como el Minibeam, podemos proyectar hasta una pantalla equivalente a 100 pulgadas.

La palanca o ruleta Focus sirve para reajustar el enfoque. Si vemos la imagen borrosa, tan sólo tendremos que ir subiendo o bajando este valor hasta dar con el enfoque óptimo. Con el zoom Manual 1.1x podremos jugar con la resolución para ajustar el contenido. Y gracias a la resolución nativa de estos proyectores —3840x2160 para el LG 4K UHD y 1920x1080 en el caso del Minibeam— no notaremos pixelación según aumentemos la pantalla.

Y un detalle que debemos tener en cuenta: los proyectores LG, además, han apostado con claridad por economía de recursos y menor impacto medioambiental —y en nuestro bolsillo—. Como indican en su reto Smart Green, al ser proyectores láser, consumen un 52% menos de electricidad que los proyectores con lámparas convencionales. 20 años de vida frente a 2,5-3 años. 30.000 horas frente a las habituales 3.000-5.000 de las lámparas convencionales.

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Un modelo como el Minibeam cabe en un bolso o mochila pequeña y nos concede una pantalla de 100″ a nada más que 3 m de distancia. Además, entradas HDMI, USB, RGB, coaxial, posibilidad de conectar tres dispositivos de forma inalámbrica mediante Screen Share (WiDi, Miracast)…

Y, en cualquier caso, solo estamos hablando de algunas de las decenas de opciones que propone LG. Hay proyectores para todo tipo de presupuestos y necesidades. Desde aquellos modelos orientados al mercado profesional hasta otros para la salita de juegos de nuestro pequeño. A lo que cabe añadir que buena parte de la gama incorpora Smart TV, que nos permite no solo disfrutar de nuestras series y películas tal y como fueron concebidas, sino que podemos hacerlo además desde un único dispositivo al lleva incorporado WebOS.

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LG ha sabido llevar el diseño hasta el ahorro de espacio, al ahorro personal —materiales de alta calidad, lentes de gran duración— y al medioambiental: una menor necesidad de repuestos genera menos contaminación, un consumo de electricidad controlado y un buen ahorro anual para nuestro bolsillo. La decisión, como elegir el tipo de lente para el tipo de filmación/narración, está en nuestras manos.

Imágenes | LG

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