En 2019 Netflix hizo una atrevida apuesta con 'I think you should leave'. La comedia de sketches creada por Tim Robinson, que había desarrollado en parte con pitches rechazados de SNL por ser demasiado marcianos, acabaría durando tres temporadas y siendo un clásico moderno de culto. También se mantiene como una de las series más injustamente infravaloradas de la plataforma.
Si fuiste de los que no se subió al carro con aquella, no dejes que vuelva a pasar lo mismo con 'La empresa de las sillas', una de las series del año y otra absoluta genialidad de esas que no deberían funcionar pero funcionan. Tim Robinson vuelve a la narrativa con un thriller de conspiraciones en clave de comedia absurdista, y de algún modo logra aterrizar de pie.
En los ocho episodios en HBO Max que componen la (ya terminada) primera temporada, Robinson interpreta a Ronald Trosper, un bonachón padre de familia y ejecutivo en una constructora que un buen día tiene un embarazoso suceso en medio de una presentación. Al sentarse su silla se rompe, haciéndose que se caiga de culo y convirtiéndolo en el hazmerreir de todos sus colegas de trabajo. Es algo que le afecta tan profundamente que Ron entra en una espiral obsesiva, convencido de que hay una conspiración detrás de una empresa de sillas defectuosas.
A ratos 'La empresa de las sillas' tiene mucho en común con la desternillante 'I think you should leave'. Su humor, que se basa enteramente en gente creando situaciones incómodas, es un inesperado aliado para un misterio en el que constantemente nada es lo que parece. Es esa estructura de thriller lo que lo hace algo totalmente único en televisión. Llamarlo parodia se queda corto, sus personajes histriónicos marca de la casa llenan la pantalla en pintorescas secuencias que van encontrando su sentido dentro del conjunto.
Lo raro es que la cosa funcione también como thriller. Robinson hace su fórmula algo más accesible para lo que nos casan tanto con su estilo a través de una estructura que respeta el género y sus tempos. En los primeros episodios, una falsa pista le acaba llevando a conocer a un individuo perturbado que puede ser al mismo tiempo un buen aliado. El caso es tan hilarante como a ratos genuinamente sorprendente, mezclando esperpentos con momentos serios en los que sientes el peso de las decisiones del protagonista.
Ese es quizás el último gran acierto aquí. Robinson se permite esta vez no llevar al personaje más loco de la serie, creando un protagonista con los pies más en la tierra y por tanto alguien más fácil con quien empatizar. Toda una hazaña teniendo en cuenta que la cosa comienza porque un tipo no puede soportar la vergüenza de haberse caído de una silla. Para cuando termina te quedas con ganas de más, y al mismo tiempo con la duda de cómo van a poder seguir alargando esto de un modo que se mantenga tan fresco y divertido. La buena noticia es que podremos averiguarlo, porque HBO renovó la serie para al menos una segunda temporada.
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